La Muerte y la Doncella: el teatro como provocacion politica

Índice

1. Introducción

2. Vargas Llosa: “Politics and Literature: the odd couple”
2.1. Luisa Valenzuela: “Trying to Breathe”

3. La muerte y la doncella: un análisis
3.1. Paulina y el doctor Miranda: el encuentro incómodo entre víctima y torturador

4. Conclusión: el teatro para no olvidar.

5. Bibliografía

1. Introducción

En este trabajo, intentaremos analizar la obra teatral de Ariel Dorfman La muerte y la doncella con referencia a una pregunta muy central para la literatura latinoamericana contemporánea: ¿en qué medida se puede considerar una obra literaria una provocación política?

Se trata, por supuesto, del debate sobre la “literatura comprometida”, así como se desarrolló en los años sesenta y setenta del siglo veinte, pero, en particular, nos referimos aquí a las contribuciones de Mario Vargas Llosa y Luisa Valenzuela en la conferencia con el título “The writer in politics” de Octubre de 1992 en Washington.^[1]

Nuestro trabajo se dividirá en dos partes: la primera, en la que resumiremos las posiciones de estos dos literatos, y la segunda en la que analizaremos más en detalle La muerte y la doncella. La lectura del texto nos ayudará a contestar a la pregunta inicial, a entender hasta qué punto una pieza teatral, y la palabra literaria en general, pueda ser interpretada como un acto político y pueda hasta constituir una menaza para una facción política, para un gobierno dictatorial.

Nos parece, además, que no se pueda hablar de la obra de Dorfman, sin nombrar una de las dimensiones más importantes de la literatura latinoamericana que se ocupa de las sociedades después de la caída de un régimen dictatorial: la memoria colectiva.

En una sociedad herida por las barbaridades de la represión política, el esfuerzo para no olvidar la tortura, la violencia y el dolor es un deber de cada ciudadano sobrevivido. Para reconstruir una sociedad democrática es esencial que toda la población, colectivamente, recuerde los acontecimientos en toda su atrocidad y ayude a las generaciones futuras a guardar la memoria del pasado. La tarea de la literatura en este ámbito es evidente. Diarios, novelas, ensayos constituyen documentos muy válidos para que toda la población, también la que cronológicamente no fue testigo del terror, sea consciente de lo que los extremismos pueden significar. Además, la palabra escrita posee la fuerza de corregir la historia, de reescribirla y puede contrastar la intención del poder central de manipularla y cambiarla según sus objetivos.

Por esta razón, en la conclusión del trabajo trataremos brevemente de esta otra dimensión de la escritura de Dorfman, o sea de la importancia de la literatura para construir una memoria colectiva.

2. Vargas Llosa: “Politics and Literature: the odd couple”.

En su ponencia, Mario Vargas Llosa sintetiza la situación de los autores latinoamericanos durante los años sesenta, tomando como ejemplo el suicidio de José María Arguedas. El autor peruano explica que, al contrario de lo que pasó en Europa y en los Estados Unidos, los autores de América Latina no escribían en este período sólo para satisfacer una necesidad personal, a su propia aspiración literaria, sino que se sintieron obligados a tomar una posición política frente a lo que estaba pasando en sus países. A causa de la censura en la prensa, la televisión y las universidades, la literatura se hizo cargo, entonces, de rellenar este enorme hueco de información y de despertar la consciencia social de la población.

Las primeras producciones literarias que responden a esta finalidad son las novelas de Clorinda Matto de Turner, Ciro Alegría y del mismo Arguedas, entre otros, más conocidas bajo el adjetivo de indigenistas. Según Vargas Llosa, la preocupación que estos autores demonstraron frente a los problemas de las minorías indias se hizo tan fuerte en estas obras que esto comprometió tal vez su calidad artística: “because of their didactic intentions, they became simplistic and superficial; because of their political partisanship they are sometimes demagogic and melodramatic; and because of their nationalist or regionalist scope, they can be very provincial and quaint”.^[2]

A pesar de esta crítica, Vargas Llosa considera inevitable que estos autores hayan decidido entremeterse políticamente y exponer claramente sus posiciones frente al público. Los lectores juegan aquí un papel muy importante, porque “they expect novels, poems, and plays to counterbalance the policy of disguising and deforming reality”.^[3] Se trata, entonces, de una necesidad moral por un lado, pero también de un deber por el otro, de la posibilidad de responder a las aspectativas de un público que ve al autor como a un “leader moral y espiritual”.3

[...]

^[1] Las transcripciones de las ponencias se encuentran en: William H. Gass, Laurin Cuoco (eds.). The Writer in Politics. Carbondale and Edwardsville: Southern Illinois UP, 1999.

^[2] William H. Gass, Laurin Cuoco (eds.). The Writer in Politics, pág. 64.

^[3] William H. Gass, Laurin Cuoco (eds.). The Writer in Politics, pág. 65.

^[4] Precedentemente (pág. 66), Vargas Llosa alude también al fenómeno de lo real maravilloso que caracteriza la producción literaria de este período y que él relaciona con el interes político de los escritores.