La memoria histórica en el teatro de la transición


Tesis de Maestría, 2006

86 Páginas, Calificación: 2,0


Extracto


Inhalt

1. Introducción

2. Memoria de la transición española
2.1 El “pacto de silencio” en el ámbito político
2.1.1 La memoria colectiva en España después de la transición
2.2 El trato con el “pacto del silencio” en el ámbito cultural

3. Tendencias del teatro español durante la transición
3.1 Breve panorama del teatro español de posguerra

4. La memoria de la Guerra Civil y el franquismo en el teatro de la

transición

5. La “inspiración” en la Guerra Civil de José Sanchis Sinisterra y Fernando Fernán-Gómez
5.1 Fernando Fernán-Gómez- breve biografía artística
5.1.1 La política en la vida de Fernando Fernán-Gómez
5.2 Las bicicletas son para el verano
5.2.1 Concepción y recepción de la obra
5.2.2 El compromiso del autor en Las bicicletas son para el verano
5.2.3 El argumento de la obra de Fernán-Gómez
5.2.3.1 Las oportunidades perdidas
5.2.4 Los personajes en la obra
5.2.5 La realidad objetiva en Las bicicletas son para el verano
5.2.6 La guerra civil y sus consecuencias. El hambre
5.2.7 Estructura de la obra
5.2.7.1 Espacio
5.2.7.2 Efectos especiales
5.2.7.3 Lenguaje
5.2.8 Las bicicletas son para el verano – vuelta al teatro de autor
5.2.9 Conclusiones

6. José Sanchis Sinisterra- breve biografía artística
6.1 ¡Ay, Carmela!
6.1.1 Concepción y recepción de la obra
6.1.2 ¡Ay, Carmela! y el reencuentro con la memoria histórica
6.1.3 Los personajes en la obra
6.1.4 El epílogo y el mensaje político de ¡Ay, Carmela!
6.1.5 La realidad histórica en la obra
6.1.6 Lenguaje
6.1.7 La comicidad en ¡Ay, Carmela!
6.1.8 Conclusiones

7. Las bicicletas son para el verano y ¡Ay, Carmela! – dos ejemplos del

rescate de la memoria histórica a través de sus versiones

cinematográficas

8. Conclusiones finales

9. Bibliografía

1. Introducción

El 7 de febrero de este año el Congreso de los Diputados de España aprobó con los votos de todos los grupos parlamentarios salvo el Partido Popular, una proposición de Ley de IU (Izquierda Unida) y ICV (Iniciativa per Catalunya Verds) para que 2006 sea declarado Año de la Memoria Histórica.[1] Este proyecto parece ser la culminación de todos los actos que se han celebrado en los últimos años en torno a la recuperación de la memoria histórica de la Segunda República, la Guerra Civil y el franquismo y demuestra que, además, no es nada casual que ha sido elegido precisamente este momento para la conmemoración ya que en 2006 se cumplen 75 años de la proclamación de la II República así como el 70° aniversario de la sublevación militar que dio origen a la Guerra Civil Española.

En este sentido parece que la elección del tema de la memoria historia para el siguiente trabajo ha sido oportuna porque se podría considerar como una aportación a este homenaje, aunque muy modesta.

Como punto de partida para las consideraciones que se van a hacer en torno a la memoria histórica en este trabajo hemos escogido el periodo de la transición española de la dictadura a la democracia que empezó en 1975, después de la muerte de Franco y terminó oficialmente en 1982 con la llegada al poder del Partido Socialista. El periodo hasta 1996 cuando el PSOE tuvo que abandonar el poder dando paso al Partido Popular, se considera como periodo de la consolidación democrática, sin embargo, a lo largo de este trabajo nos vamos a referir varias veces a estos años como a la segunda fase de la transición. El título del trabajo indica que se ha elegido el arte escénico para demostrar la recuperación de la memoria histórica presentando dos piezas teatrales que hoy en día son más actuales que nunca- Las bicicletas son para el verano de Fernando Fernán-Gómez y ¡Ay, Carmela! de José Sanchis Sinisterra. Sin embargo, otros campos relacionados con el tema se van a exponer también en las siguientes páginas, aunque con menos prioridad.

Para tratar el tema de la memoria histórica sea en el teatro o en otras artes, es imprescindible aclarar al principio unos conceptos y hechos históricos que pueden dar las respuestas a las preguntas que nos interesan. En primer lugar y de suma importancia para el entendimiento del funcionamiento de la vida en España durante la transición es el fenómeno de la esta misma- ¿cómo se produjo?, ¿cuáles han sido las consecuencias de este proceso?, ¿se puede hablar en realidad de una recuperación de la memoria histórica en aquellos años?- estas son preguntas a las que se intenta dar una respuesta aunque hay que tener en cuenta que la transición ha sido un proceso muy complejo, en su momento se consideró como una buena solución para instaurar la democracia en el país, hoy en día, sin embargo, se pone en tela de juicio la manera en que fue llevado a cabo.

El segundo tema que se va a trazar aquí es ¿cuáles fueron las repercusiones de la transición para la cultura española, en concreto- para la literatura, el teatro y el cine. Se va a proseguir el desarrollo de estos artes desde los años de la transición hasta la actualidad. Sin embargo, la atención se va a centrar prioritariamente al teatro español y en un capítulo aparte se van a presentar las tendencias en el arte escénico a partir de la guerra civil. Me he permitido hacer un breve repaso del desarrollo del teatro en la época anterior a la transición para ver en qué medida éste influjo a las representaciones del posfranquismo.

Después de estos capítulos introductorios voy a pasar al tema esencial de este trabajo- la recuperación de la memoria histórica en las dos obras mencionadas. Voy a empezar con la exposición de la obra de Fernando Fernán-Gómez no sin hacer antes un breve recorrido por la larga biografía tanto personal como artística del autor cuyo conocimiento puede ayudar a la hora de interpretar su obra Las bicicletas son para el verano. La concepción y la recepción de esta pieza también están en el punto de mira ya que resultan claves para los fines de este trabajo. Después de presentar la obra con su argumento, sus personajes y los procedimientos que utilizado el autor- algo, que me pareció relevante para el entendimiento del mensaje de Fernán-Gómez, termino este capítulo con una conclusión donde intento dar una respuesta a la pregunta de ¿por qué, después de tanto éxito durante su representación, la obra se quedó al olvido durante veinte años? y de si el autor había encontrado la fórmula adecuada en transmitir su mensaje.

Durante el siguiente capítulo nos trasladamos a Belchite para presenciar al espectáculo que protagonizan Carmela y Paulino en la obra del dramaturgo valenciano Jose Sanchis Sinisterra. Sin embargo, antes de que suba el telón, voy a proceder como ya lo he hecho en el caso del capítulo anterior- voy a hacer un resumen de la labor dramatúrgica del autor que destaca no sólo por su compromiso teatral sino también política y cuya obra ¡Ay, Carmela! se convierte en un llamamiento contra el olvido de la historia.

En la penúltima parte del trabajo se van a examinar las adaptaciones cinematográficas de las dos obras como un ejemplo más del rescate de la memoria histórica española. Las dos películas obtuvieron mucho éxito y numerosos premios. En este capítulo veremos cómo los dos directores Jaime Chávarri y Carlos Saura interpretaron las obras Las bicicletas son para el verano y ¡Ay, Carmela! respectivamente y qué es lo que convirtió la dos películas en “taquilleras”.

Al final de este trabajo he presentado la bibliografía a la que he hecho referencia. Últimamente se han publicado numerosos trabajos sobre la transición española que echan una mirada crítica sobre los procesos que se efectuaron durante este periodo. Por razones de espacio, no he podido mencionar a muchos puntos de vista diferentes, sino me he centrado en los trabajos realizados por Walther Bernecker, Paloma Aguilar y José Manuel López de Abiada. Para el repaso de las tendencias literarias, teatrales y cinematográficas me han servido las publicaciones sobre todo de Wilfried Floeck, Román Gubern, etc. Conforme a la enorme biobibliografía de Fernando Fernán-Gómez pude encontrar numerosos libros y artículos sobre su labor artística, para mi estudio han sido imprescindibles también sus memorias y entrevistas que ha dado el autor a lo largo de los años. En cuanto a Sanchis Sinisterra quien cuenta igualmente con una larga lista de creaciones artísticas, he consultado las introducciones a sus obras ¡Ay, Carmela! y Terror y miseria en el primer franquismo publicada en 2003, donde Manuel Aznar Soler y Milagros Sánchez Arnosi, respectivamene, hacen un extenso recurrido por la trayectoria profesional de este autor ofreciéndonos su versión de las obras.

2. Memoria de la Transición

2.1 El “pacto de silencio” en el ámbito político

El año pasado se cumplieron treinta años desde que España amaneció sin el que había sido su máximo líder desde 1939. En aquel 20 de noviembre de 1975 el país emprendía el camino hacia una transición que había de durar oficialmente hasta el 28 de octubre de 1982 cuando el Partido Socialista Obrero Español ganó las elecciones convertiéndose Felipe González en presidente del Gobierno. Terminaba un largo periodo surgido del enfrentamiento bélico que una vez acabado en 1939 supuso el principio de una “durísima represión de posguerra, que ahondó aún más las divisiones de la guerra. Una represión sin piedad, que se cifra en decenas de miles de ejecuciones, de encarcelamientos durante años, de depuraciones, de exilio exterior o de ostracismo interior.”[2] En 1975 empezaba un periodo lleno de incertidumbres durante el que España logró pasar de la dictadura de Franco a un Estado democrático y de derecho.

Este proceso de transición ha sido mitificado hasta hace unos diez años porque se produjo de una manera pacífica contando con la participación de todas las fuerzas políticas y de ahí que debía servir como modelo para los países latinoamericanos después de las dictaduras militares o también para los países comunistas que dejaban de serlo y emprendían el camino hacia la democratización. Sin embargo, hoy en día se ha hecho balance de este periodo de la historia de España y ya abundan las voces críticas desmitificadoras que ponen a la luz las deficiencias de un pacto que había de dejar muchas heridas abiertas.[3]

Lo particular de la transición española a la democracia era que esta no resultó de una ruptura abierta con el régimen franquista sino fue un acuerdo entre sectores reformistas del franquismo y la mayoría de la oposición democrática antifranquista, dando lugar a un proceso que se ha llamado de “ruptura pactada”. Los temores a un golpe de estado que desatara otra larga y cruenta guerra civil, el alto grado de incertidumbre del periodo después de la muerte del dictador justificaba en cierto grado el aceptado por la mayoría de los partidos políticos y de la población “pacto del silencio” que no permitía la instrumentalización del pasado fratricida con fines políticos. De esta manera se alcanzó un consenso que obligaba a una lectura de la guerra civil en clave de tragedia colectiva que nunca más debía repetirse y en la que ambas partes habían cometido crímenes injustificables. Es decir, la única manera de superar las divisiones entre españoles, todavía vivas en la memoria, era de asumir que cada cual tuvo su parte de responsabilidad y que, unos por otros, lo mejor era olvidar lo sucedido para mirar al futuro.[4] La reconciliación de las “dos Españas”, ésta fue la formula elegida durante la transición que tenía un alto precio político y moral porque sólo iba a ser posible si se olvidaba el pasado y no se removían más las aguas.

Para dejar atrás la experiencia traumática del acontecimiento bélico y empezar de nuevo tenían que ser adoptadas unas medidas por parte de todas fuerzas políticas. Así, por ejemplo, los socialistas aceptaron la Monarquía, el Partido Comunista Español que fue legalizado en abril de 1977 anunció su postura moderada, el 14 de octubre del mismo año fue aprobada la Ley de Amnistía que impedía juzgar las posibles violaciones de derechos cometidas por cualquier parte antes de esta fecha y en 1978 se aprobó una Constitución que debía servir como instrumento para todos los españoles y en cuya elaboración tomaron parte todos los movimientos políticos.[5]

La amnistía aprobada en 1977 provocó una amnesia colectiva que iba a caracterizar no sólo el proceso de transición sino tambien los años siguientes a esta. Los crímenes cometidos durante la guerra civil y los años posteriores a esta pertenecían al pasado y esto había de ser olvidado por la sociedad española. Así en España no hubo ni persecuciones penales de personas estrechamente vinculadas al antiguo régimen ni una información adecuada en los medios de comunicación sobre los hechos ya que esto hubiera puesto en peligro la recién nacida democracia en el país. Mejor era olvidar todo lo que había pasado y no volver a mencionar el tema públicamente.

La tolerancia hacia el pasado franquista se mostró no sólo en la imputación de la memoria sino también cuando se trataba de quitar símbolos de la dictadura. Después de la guerra civil se habían eliminado en muy poco tiempo todos los símbolos republicanos, sin embargo, en el periodo de la transición se optó por conservar a muchos monumentos que adornaban las ciudades durante la época franquista.[6] Destruirlos hubiera significado en aquel periodo una provocación para el sector franquista y ya que todos habían apostado por la reconciliación, no había por qué poner en peligro este acuerdo.[7] La llegada al poder al Partido Socialista Obrero Español en 1982 no llevó cambios en la consideración del pasado del país. El PSOE siguió la pauta marcada al principio de la transición por todas las fuerzas políticas y no impulsó ninguna medida para la reivindicación de la memoria histórica. En este sentido, hay que tener en cuenta que el 18 de julio de 1986, cincuenta años después del comienzo de la guerra civil, el presidente del gobierno español Felipe González llegó a afirmar que “una guerra civil no es un acontecimiento conmemorable, por más que para quienes la vivieron y sufrieron sea un espacio determinante en su propia trayectoria biográfica”, que “la guerra es definitivamente historia, parte de la memoria de los españoles y de su experiencia colectiva”, que “no tiene ya presencia viva en la realidad de un país cuya conciencia moral última se basa en los principios de la libertad y la tolerancia”. El comunicado decía también que “el gobierno quiere honrar y enaltecer la memoria de todos los que en todo tiempo contribuyeron con su esfuerzo, y muchos de ellos con su vida, a la defensa de la libertad y la democracia en España”. Así el gobierno manifestaba también su deseo de que “nunca más [...] vuelva el espectro de la guerra y del odio a recorrer nuestro país, a ensobrecer nuestra conciencia y a destruir nuestra libertad.”[8] Aquel mismo año España ingresó en la Comunidad Europea lo que significaba el fin del aislamiento del país y su “regreso” al Viejo Continente. Se daba luz verde al progreso y en tales condiciones mirar hacia atrás ni era conveniente ni intersaba a una gran parte de la población.

En una conversación con Juan Luis Cebrián publicada en 2002 bajo el título El futuro no es lo que era, el ex presidente de gobierno echa una mirada crítica sobre el pasado. Felipe González afirma que de lo único de que se arrepiente en sus años de gobierno es de no haber rendido el homenaje debido a los exiliados y a las víctimas del franquismo: “[me siento [...] responsable de no haber suscitado un debate sobre nuestro pasado histórico, el franquismo y la guerra civil, en el momento en que probablemente era más oportuno...” y añade que “hoy me siento responsable de la pérdida de nuestra memoria histórica.”[9]

2.1.1 La memoria colectiva en España después de la transición

Durante los años de la transición la mayor parte de la población no había vivido personalmente la guerra civil y, en este sentido, “la verdad” sobre el pasado dependía de la reconstrucción de este que han hecho los políticos. Como hemos dicho antes, en aquel periodo se puso un velo sobre los años de la contienda y de la dictadura. Hablar de ello significaba amenazar el proceso democrático iniciado en España o deestabilizar la seguridad en el país. Sin embargo, con el paso de los años, iban a ser cada vez más las voces contra el olvido que pedían un ajuste de cuentas por parte de los vencidos. Hay que tener en cuenta que después de la guerra en 1939, a los muertos del bando nacional se le daba el último adiós dignamente, mientras que gran parte de los republicanos fusilados fueron enterrados en fosas comunes cuyo lugar se ignoraba muchas veces por sus familiares. Los protagonistas de la guerra fratricida del bando republicano iban desapareciendo con los años y parece que esto era lo que esperaban los políticos – con su desaparición cerrar una página negra en la historia del país y olvidarla para siempre. Sin embargo, los vencidos no se iban sin haber contado a sus familiares lo que pasó y cómo pasó, y estos, ya sin haber participado personalmente en los acontecimientos, pero reconstruyéndolos desde los recuerdos de sus familiares, se “levantaban” poco a poco en defensa de la dignidad de los suyos. Esta era una nueva generación libre de sentimientos de culpa que pedía una indemnización moral.

Las declaraciones del Gobierno español con motivo del cincuentenario de la guerra civil que pretendían el olvido de este acontecimiento no impidieron la publicación de varias obras sobre este tema, un hecho que demostraba que a pesar de que, en un nivel político, se respetaba el “pacto de olvido” acordado durante la transición, en algunos sectores de la sociedad española (por ejemplo los hispanistas) empezaban a oírse las primeras voces contra este acuerdo. En su trabajo sobre la memoria de la guerra civil, Alberto Reig Tapia nos ofrece una panorama de las obras publicadas en este periodo destacando dos títulos importantes para el conocimiento del periodo entre 1936 y 39: por un lado los 24 volumenes sobre este tema extendidos en más de 3000 páginas bajo el título La Guerra Civil, con la colaboración de casi un centenar de especialistas y, por otro, el autor menciona la publicación de las actas del Encuentro de expertos en este tema que tuvo lugar entre los días 24 y 27 de septiembre de 1986 en Salamanca con el título Historia y Memoria de la Guerra Civil de España.[10]

Con motivo del 60° aniversario del inicio de la guerra civil volvieron a publicarse muchas obras sobre el tema, además, esta vez fueron también los medios de comunicación los que ofrecieron a los lectores reportajes sobre este periodo trágico lo que volvió a demostrar que esta página negra de la historia española todavía no estaba cerrada.[11]

En 2000 se creó la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica[12], uno de cuyos objetivos fundamentales es la identificación de los restos de las múltiples fosas comunes en las que fueron enterradas las víctimas de la represión franquista, sobre todo durante la guerra civil. Las actividades de la ARMH fueron muy bien acogidos en los medios de comunicación cuando se abrió la primea fosa común en El Bierzo. Las exhumaciones tuvieron también un gran eco público.[13]

En 2002 la oposición presentó una moción de ley que pretendía la restitución moral y la indemnización económica de las víctimas del franquismo. La mayoría parlamentaria del Partido Popular rechazó la propuesta de los socialistas, sin embargo, el 20 de noviembre del mismo año, en el aniversario de la muerte de Franco, el Parlamento aprobó un proyecto no de ley sobre el reconocimiento moral de todos los hombres y mujeres que padecieron la represión del régimen franquista y, además, dispuso medios financieros para las exhumaciones planeadas por la ARMH.[14] Hay que mencionar también que la condena unánime del franquismo lograda por la oposición el 20 de noviembre de 2002 del Congreso de los Diputados se debe en buena medida al trabajo de dicha asociación, que presentó dicho proyecto al debate público y exigió sus derechos ante la ONU.[15]

2.2 El trato con el “pacto de silencio” en el ámbito cultural

El silencio impuesto en el contexto de la democracia española sobre el pasado del país era sólo de carácter político, es decir, en los ámbitos cultural y social no tendría por qué respetarse este pacto. Y, efectivamente, así fue. La aprobada en 1977 Ley Orgánica y Ley de Prensa daba luz verde a la abolición de la censura impuesta durante el franquismo. Como afirma José Carlos Mainer “había muerto el padre cruel y la deseada orfandad obligaba a la generación de los hijos a afirmar sus lazos de hermandad y a repasar juntos el largo camino de engaño y represión que [...] habían padecido”.[16] La gran pantalla y la literatura se convierten en “lugares de la memoria”[17], concebidos como una forma de recuperar la memoria histórica de la Guerra Civil, de la posguerra y de la represión. A través de estos artes se puede mantaner viva la memoria de los muertos y olvidados ya que ellos pueden recuperar nombres, lugares y fechas que no han entrado en los libros de Historia de España o lo han hecho de una forma insuficiente.

El cine y la literatura durante la transición española recurren a temas del pasado inmediato, planteando una reflexión sólo en parte crítica, más bien integrada en las premisas ideológicas del consenso de la transición. Según Vicente Bonet, cuando estos temas fueron tratados en las producciones cinematográficas, se elaboró una perspectiva muy moderada del pasado, se construyó una “memoria literal”, es decir, “se trató de dejar el testimonio en estado puro.”[18] Las dos primeras producciones cinematográficas que inaguraron la serie de películas dedicadas a este tema, fueron estrenadas en 1976 confirmando lo que acabamos de decir- por primera vez trataban el asunto de la Guerra Civil desde dos puntos antagónicos- el de la burguesía franquista en el primer caso, y el de la burguesía republicana en el segundo, y sin poner en tela de juicio la ideología del régimen anterior. Se trata de las películas de Antonio Giménez-Rico Retrato de familia y Las largas vacaciones del 36, de Jaime Camino. La primera proponía una cauta desmitificación de la llamada cruzada de los vencedores. La segunda película “quebró numerosos tabúes en la representación de la guerra civil en el cine español”, ya que incluía la imagen de la bandera republicana y a la voz del presidente de la Generalitat de Cataluña durante la Segunda Repúbloica Lluís Companys, un punto de vista que nadie había adoptado hasta entonces.[19] A estas dos cintas se puede añadir también la película de género “cine-entrevista” de Jaime Camino (1977) que revelaba la problemática de la guerra civil en toda su complejidad, explicada desde ambos bandos en conflicto por sus propios protagonistas.[20]

Los autores de la democracia siguieron las mismas líneas de interpretación del pasado como los directores de cine. La mayoría de ellos no habían vivido personalmente los tres años de contienda civil, ni la época de inmediata posguerra sino habían crecido en los años de apertura del régimen. Es decir, estos autores no estaban traumatizados por la guerra y sus consecuencias, por eso intentaban evitar la toma de cualquier postura política en sus obras. Como comenta Hans-Jörg Neuschäfer: “es fehlt der Glaubenseifer, das Entweder-Oder-Denken. [...] Stattdessen gibt es [...] eine gesunde Neugier.”[21] En este sentido hay que mencionar a las novelas La verdad sobre el caso Savolta (1975) o La ciudad de los prodigios (1986) de Eduardo Mendoza, Beatus Ille (1986) o El jinete polaco (1991) de Antonio Muñoz Molina, El lápiz del carpintero (1998) de Manuel Rivas, entre otras.

La enorme repercusión que ha tenido el tema de la recuperación de la memoria histórica en la sociedad española, ha irrumpido también en el cine y la literatura y hoy en día se puede hablar de un “boom” de la guerra civil en estos artes.[22] Según Labanyi, en las películas de la última década no se producen muchos cambios en cuanto al punto de vista de representación de la guerra civil. El cine “ha optado por un hiperrealismo que nos muestra el pasado “tal como fue”, comenta el crítico.[23] Se pueden mencionar las películas Libertarias (1995) de Vicente Aranda, La lengua de las mariposas (1999) de José Luis Cuerda, Silencio roto (2000) de Montxo Armendáriz y Soldados de Salamina (2003) de Fernando Trueba (basada en la novela homónima de Javier Cercas) y las novelas Tiempos de hambre (1999) y Esclavos por la Patria (2002) de Isaías Lafuente, Hijos de la guerra: Testimonios y recuerdos (2001) de Jorge Reverte y Socorro Thomás, Los años difíciles: El testimonio de los protagonistas anónimos de la guerra civil y la posguerra (2002) de Carlos Elordi.

En los últimos cinco años se han celebrado numerosos congresos y jornadas sobre la memoria historica no sólo en España sino también fuera del país lo que demuestra que el interés por resuicitar el tema de la guerra civil y el franquismo sigue siendo enorme y que esta página negra de la historia española no está todavía por cerrar.

3. Tendencias del teatro español durante la transición

3.1 Breve panorama del teatro español de posguerra

Durante los años del régimen de Franco el teatro español tuvo tres rasgos característicos externos: “su organización económica fundamentalmente privada, su concentración geográfica en Madrid y Barcelona, así como su dependencia de una censura estatal rigurosa.[24] Esta última vigilaba la producción teatral impediendo que se incorporaran a los repertorios piezas que atentaran contra la Iglesia, el Estado o la moral pública. Esta medida explica la eliminación de piezas críticas que estaban política y socialmente comprometidas y por otra parte el predominio en los carteles de comedias ligeras sin grandes calidades que satisfacían el gusto del público constituido en las primeras décadas de la posguerra en su mayoría por las clases medias burguesas.[25]

Durante las primeras décadas de la dictadura de Franco las obras de autores como Alberti, Aub o Casona no pudieron ser representadas. Estas fueron escritas y puestas en escena en el exilio latinoamericano y sólo después de 1975 se dió luz verde para su representación.

Hacia mediados del siglo XX se estrenaron algunas obras que contribuyeron a la renovación del teatro español de posguerra. Se trata de piezas como Historia de una escalera (1949) de Antonio Buero Vallejo o Escuadra hacia la muerte (1953) de Alfonso Sastre que ofrecían una alternativa a la comedia burguesa mucho más exigente abordando problemas políticos y sociales de la época a través de una crítica comprometida. Se daba así el comienzo de la generación realista que afrontaba con compromiso tanto la situación actual en España como la historia del país.[26] Sin emabrgo, la obra de todos ellos fue desterrada a la marginación, “por lo que la crítica los ha caracterizado como miembros de una “generación perdida” y su teatro como “teatro silenciado”.[27]

Con la creciente apertura política e ideológica del régimen, en los años sesenta, el panorama teatral español expemerimentó un cambio notable. En la segunda mitad de esta década surgió el movimiento del Teatro Independiente[28], un movimiento experimental que buscaba nuevas formas de expresión, contra las costumbres y la tradición. Los miembros del Teatro Independiente luchaban contra la estructura política, rechazaban el teatro comercial. Una de las características más notables del movimiento era la creación colectiva, lo que significaba que todas las tareas que implicaban el montaje de un espectáculo, se llevaba a cabo por un colectivo.[29] Las compañías representantes del Teatro Independiente potenciaronn el elemento coreográfico, plástico, mímico o musical tanto como el literario y así se disminuyó la presencia de un autor tradicional.

Algunas de las aproximadamente 150 compañías integrantes de este movimiento que destacaron por su producción fueron Els Joglars (1962), Els Comediants (1971), Los Goliardos (1964), Tábano (1968), etc. Entre sus numerosos representantes hay que mencionar a nombres como José Luis Alonso de Santos, Francisco Nieva, Luis Matilla, Jerónimo López Mozo, José Ruibal, etc.

El Teatro Independiente no pudo desarrollarse en la medida deseada. Los continuos impedimientos para montar sus obras por parte de la policía y de las autoridades estatales lograron que este se mantuviera siempre como un teatro marginal. Había muy pocas excepciones- por ejemplo la creación colectiva Castañuela ’70 del grupo Tábano, un espectáculo satírico y divertido que usó el formato de la revista para desafiar a la censura en 1970. Este obtuvo mucho éxito en el año 1970 pero su puesta en escena fue prohibida después de unas representaciones, lo que obligó al grupo a seguir representando la pieza en giras fuera de España”.[30].

La muerte del dictador en noviembre de 1975 fue para muchos hombres de teatro la luz de esperanza para el futuro de su oficio. La llegada de la democracia significaba libertad de expresión, algo, como ya hemos dicho, prohibido durante los largos años de la dictadura. Efectivamente, en 1977 se confirma la abolición de la censura, sin embargo, todavía no se puede hablar de una libertad de expresión incondicional, más bien de una libertad “vigilada”.[31] Un ejemplo emblemático es el espectáculo La Torna del grupo Els Joglars que, después de 40 representaciones, fue prohibido en 1977 por la autoridad militar acusado su director de injuriar al ejército.

En contra de lo que se suponía, la nueva situación política en el país no favoreció de una manera notable la vida teatral en el país. En un principio se estrenaron a los grandes textos dramáticos anteriores a la guerra civil prohibidos durante la época de Franco. Sin embargo, la puesta en escena de obras como Los cuernos de Don Friolera de Valle-Inclán, La casa de Bernarda Alba de Lorca o Noche de guerra en el Museo del Prado de Alberti no despertó el interés del público. La democracia había favorecido un “teatro de destape” que podía satisfacer la demanda de libertad erótica acumulada durante los años de represión sexual del régimen de Franco y no es de extrañar que obras como las antedichas o textos de los años sesenta y setenta prohibidos por la dictadura franquista no tuvieron el éxito que se esperaba. Los autores que tanto esperaban ese cambio demostraron su descontento y frustración que se nota en las declaraciones de unos de ellos. Aquí citamos sólo a López Mozo quien afirma:

Fuimos [...] una generación castigada por una censura que se mostró muy severa con quienes nos oponíamos con mayor o menor fuerza [...] al sistema franquista. [...] Contra lo que esperábamos, la llegada de la democracia no supuso el reconocimiento de nuestra obra ni, por tanto, la salida de la marginación. Quienes podían y debían asumir la revisión del teatro escrito antes de 1975 y recuperar sus textos más valiosos no lo hicieron y si hubo algún intento fue tan contrario a nuestros intereses que causó más daño que beneficio.[32]

En los años de la transición política surgió una nueva generación de autores jóvenes entre cuales destacaron José Sanchis Sinisterra, José Luis Alonso de Santos y Fermín Cabal. Cabe mencionar también a Carmen Resino, Concha Romero o Paloma Pedrero ya que por primera vez en la historia del teatro español estaban presentes varias autoras.[33]

Algunos de los nuevos autores estaban educados en el espíritu del Teatro Independiente (es el caso de los tres autores mencionados), pero en su mayoría no tenían experiencia con la censura franquista. Son todos jóvenes que no habían vivido la guerra civil ni los años inmediatos de posguerra. Su teatro renuncia a la motivación política y social, sin embargo, los autores no rechazan completamente a un tratamiento de los problemas políticos y sociales. La manera, no obstante, en que este se lleva a cabo ha cambiado de forma decisiva como se puede observar en las obras dedicadas a la Guerra Civil o al pasado franquista- Tú estás loco, Briones (1978) de Fermín Cabal, Las bicicletas son para el verano (1982) de Fernando Fernán-Gómez o El álbum familiar (1982) de José Luis Alonso de Santos. Wilfried Floeck afirma que

A estas piezas les falta el espíritu maniqueísta de los años sesenta y setenta, la clara separación entre buenos y malos; les falta la agresividad de la generación precedente; los sucesos se presentan considerando el punto de vista de los afectados de ambos bandos y- al mismo tiempo- con distanciamiento y compartiendo los sentimientos del bando ajeno con comprensión.[34]

En muchas de sus obras, los autores de los años ochenta representan los problemas cotidianos típicos sobre todo de protagonistas jóvenes, en el marco de una gran ciudad. Se eligen temas actuales como la drogadicción o la violencia: Caballito del diablo (1985) de Fermín Cabal, Bajarse al moro (1985) o La estanquera de Vallecas (1981) de Alonso de Santos, Los ochenta son nuestros (1988) de Ana Diosdado, pero tampoco se evitan temas tabú como el de la homosexualidad- La llamada de Lauren (1985) o El calor de agosto (1993) de Paloma Pedrero.

Los autores pintan unos personajes tomados de la realidad con los que el espectador puede identificarse. Por lo tanto el lenguaje que utilizan es coloquial, fácil de comprender, a veces hasta vulgar. El humor es el arma de la que se sirven muchos de los autores para enfrentarse a los problemas cotidianos ya que a través de este se produce un distanciamiento que por su parte contribuye a la fácil asimilación de estos problemas. La comicidad no tiene solamente la función de entretener al público, sino también- mediante la ironía y el humor negro- puede sugerir al espectador a reflexionar más serenamente sobre los temas planteados.

Los autores de los ochenta vuelven a la representación realista pero no de la misma manera que lo había hecho la generación del mismo nombre de los años cincuenta que hemos mencionado ya. Es una estética “neorrealista”- moderna e innovadora, que tiene en cuenta los cambios que se han producido en la sociedad y sus consecuencias sobre la percepción del público. Los autores rompen permanentemente las reglas tradicionales de la unidad de lugar, tiempo y acción. En muchos casos es perceptible la influencia de las técnicas cinematográficas y televisivas. Además, en varias obras el recuerdo, el sueño o la fantasía penetran en la realidad cotidiana, por lo cual a menudo ya no pueden distinguirse entre sí los diferentes niveles de la ficción (unos ejemplos representativos son las obras Caballito del diablo de Cabal, El álbum familiar de Alonso de Santos o ¡Ay, Carmela! de José Sanchis Sinisterra). Sin embargo, a pesar de este otro tipo de interpretación de la realidad, Fermín Cabal afirma que

el teatro que estamos escribiendo hoy [...] sigue siendo profundamente realista, en el sentido de que busca una referencia real subjetivizada, un referente que ya no tiene pretensión de objetividad y pasa por el filtro de asumir la propia palabra del autor, y eso tiene que ver con el mundo contemporáneo.[35]

A diferencia del Teatro Independiente que luchaba contra el predominio del autor y del texto literario, en el teatro del “movimiento neorrealista” se da la vuelta al teatro de autor. Para los autores nuevos el concepto de la “creación colectiva” pierde importancia paulatinamente y ellos están luchando contra la marginación del dramaturgo contamporáneo. Citamos en este sentido a Sanchis Sinisterra quien afirmó en 1993:

[...]


[1] Véase El País, 07.02.06.

[2] En Bernecker, Walther: “España entre amnesia y memoria colectiva. Guerra Civil, Transición, Reconciliación”. En: Estudios políticos. Medellín, Nr. 23 (2003), pp. 55-78.

[3] Véase Bernecker, Walther: „Spaniens Übergang von der Diktatur zur Demokratie – ein Erfolgsmodell?“. En: Zeitschrift der Instituto Cervantes Bremen, N° 16 (abril de 2004), pp. 20-25.

[4] Estos aspectos han sido tratados detalladamente en Aguilar Fernández, Paloma: „Guerra civil, franquismo y democracia”. En: Claves de la razón práctica. Madrid: Progresa, N° 140 (2004), pp. 24-33.

[5] Véase Aróstegui, Julio: “La memoria de la Guerra Civil en la sociedad española de la Transición”. En: Bernecker, Walther (comp.): De la Guerra Civil a la Transición: memoria histórica, cambio de valores y conciencia colectiva. Augsburg: Institut für Spanien- und Lateinamerikastudien, 1997, pp. 38-69.

[6] Véase Bernecker, Walther (2003:60 y s.)

[7] En 2002 fue fndado un Foro por la Memoria cuyo objetivo principal es luchar contra el olvido de los perdedores de la guerra civil y defender su dignidad. Este año la organización propuso la puesta en marcha de una campaña bajo el lema “Limpia tus calles del fascismo” con el fin de retirar todo tipo de simbología franquista que siguen en las vías públicas y los edificios de administración estatal y municipal. Así, veintisiete años después de la muerte de Franco, se planteó este tema por primera vez. El tiempo demostrará si se va a llevar a cabo tal y como lo piden los iniciadores de la campaña. El Foro por la Memoria se puede consultar en su página web: http://www.nodo50.org/foroporlamemoria/.

[8] Véase Aróstegui, Julio (1997:38).

[9] En: González, Felipe; Cebrián, Juan Luis: El futuro no es lo que era: [una conversación]. Madrid: Suma de Letras, 2002, p. 37.

[10] Véase Reig Tapia, Alberto: Memoria de la Guerra Civil. Los mitos de la tribu. Madrid: Alianza, 1999, pp. 320-323. La publicación de estos libros, aunque de carácter historiográfico, es decir, no destinados al gran público, llegó a demostrar que existía mucho interés por presentar el tema de la guerra civil.

[11] Ibíd.

[12] Véase http://www.memoriahistorica.org.

[13] Véase Stucki, Andrés; López de Abiada, José Manuel: “Cultura de la memoria: transición democrática en España y memoria histórica. Una reflexión historiográfica y político-cultural”. En: Iberoamericana. Frankfurt: Vervuert, N°15 (2004), p. 115.

[14] Véase Bernecker, Walther; Brinkmann, Sören: “La difícil identidad de España. Historia y política en el cambio de milenio.” En: Iberoamericana. Frankfurt: Vervuert, N°15 (2004), p. 98 y s.)

[15] Véase Stucki; López de Abiada (2004:115).

[16] En VV.AA: Historia de España. Transición y democracia. (1973-1985). Barcelona: Labor, 1992, p.329.

[17] Lugares de memoria (frz. lieux de mémoire) es un término acuñado en los años ochenta y noventa del siglo pasado por Pierre Nora en su obra homónima de siete tomos que trata de los lugares de la memoria histórica francesa. Véase sobre este tema Resina, Juan Ramón; Winter, Ulrich (eds.): Casa encantada. Lugares de memoria en la España constitucional (1978-2004). Frankfurt: Vervuert, 2005.

[18] En Benet, Vicente José: “La nueva memoria: imágenes de la memoria en el cine español de la transición”. En: Anales: Nueva Época. Göteborg: Inst. Iberoamericano, Universidad de Göteborg, (2000-2001), N° 3-4, p. 159-74.

[19] Véase Gubern, Román: 1936-1939: La guerra de España en la pantalla. Madrid: Filmoteca Española, 1986, pp. 169-180.

[20] Ibíd., p. 177.

[21] En: Neuschäfer, Hans-Jörg (ed.): Spanische Literaturgeschichte. Stuttgart: Metzler, 1997, p. 397.

[22] Véase Labanyi, Jo: “El cine como lugar de la memoria en películas, novelas y autobiografías de los años setenta hasta el presente”. En: Resina, Juan Ramón; Winter, Ulrich: Casa encantada: lugares de memoria en la España constitucional (1978-2004). Frankfurt am Main: Vervuert, 2005, pp. 157-173.

[23] Ibíd., p. 159.

[24] En: Floeck, Wilfried: “El teatro español contemporáneo (1939-1993). Una aproximación panorámica”. En: Toro, Alfonso de; Floeck, Wilfried (eds.): Teatro español contemporáneo. Autores y tendencias. Kassel: Reichenberger, 1995, p.1. Sobre el sistema y las consecuencias de la censura se puede consultar Neuschäfer, Hans Jörg: Adiós a la España eterna: la dialectica de la censura; novela, teatro y cine bajo el franquismo. Barcelona: Anthropos, 1994, pp. 44-77.

[25] Los autores más famosos que estrenaban en aquella época eran Juan Ignacio Luca de Tena, José María Pemán, Joaquín Calvo Sotelo o Alfonso Paso.

[26] Se pueden añadir las siguientes obras, entre otras: La camisa (1962), de Laura Olmo, Las salvajes en Puente San Gil (1963) de José Martín Recuerda, Los inocentes de la Moncloa (1969) de José María Rodríguez Méndez o Los verdes campos del Edén (1963) de Antonio Gala. Véase Floeck, Wilfried (1995:1-46).

[27] Ibíd. p. 27 y s.

[28] José Luis Alonso de Santos cree que este movimiento español ha tomado su nombre del Teatro Independiente argentino de los años 50, y de los movimientos underground estadoudineses de la misma época. Véase http://www.um.es/campusdigital/TalComoEra/alonsoSantos.htm

[29] Véase Floeck (1995:27-29).

[30] Para más características del Teatro Independiente véase Floeck, Wilfried (1995:3-5).

[31] Sobre “la censura invertida” y “la libertad aparente” véase Neuschäfer, Hans-Jörg (1994:77-83).

[32] En: López Mozo, Jerónimo: “El Nuevo Teatro Español, hoy”. En: Pörtl, Klaus (ed.): Reflexiones sobre el Nuevo Teatro Español. Tübingen: Niemeyer, 1986, pp.30 y s.

[33] Véase Floeck, Wilfried (1995: 31).

[34] Ibíd., p. 33. Véase también el cap. 2.2 de este trabajo.

[35] En: Floeck (1995:37).

Final del extracto de 86 páginas

Detalles

Título
La memoria histórica en el teatro de la transición
Universidad
Saarland University
Calificación
2,0
Autor
Año
2006
Páginas
86
No. de catálogo
V52979
ISBN (Ebook)
9783638485470
ISBN (Libro)
9783656776031
Tamaño de fichero
676 KB
Idioma
Español
Citar trabajo
Magister Artium Tzvetana Panayotova (Autor), 2006, La memoria histórica en el teatro de la transición, Múnich, GRIN Verlag, https://www.grin.com/document/52979

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