Las Vivencias de los Hombres en sus Relaciones de Pareja

Hombres en relaciones heterosexuales de Campeche, México


Trabajo Universitario, 2015

107 Páginas, Calificación: 10


Extracto


Índice

Resumen

1. Introducción
1.1. Planteamiento del Problema
1.2. Justificación
1.3. Objetivos
1.4. Pregunta y/o problema de investigación

2. Marco Bibliográfico
2.1. La pareja
2.2. Tipos de pareja
2.3. Enamoramiento y Conformación de la pareja
2.4. El amor
2.5. La Comunicación en la pareja
2.6. La intimidad en la pareja
2.7. La sexualidad en la pareja
2.8. Estilos y estrategias de poder y estilos de negociación
2.9. La familia de origen
2.10. La narrativa y el relato en las relaciones de pareja
2.11. Marco Referencial Interpretativo Edmund Husserl

3. Metodología y Análisis de Datos
3.1. Participantes
3.2. Instrumentos
3.3. Procedimiento

4. Resultados Y Análisis

5. Conclusiones

Referencias

Resumen

El presente estudio tuvo como objetivo analizar y describir las vivencias de los hombres en sus relaciones de pareja para establecer categorías que expliquen sus vínculos. Para lo cual se trabajo con 30 hombres con los que se formaron tres grupos focales hasta obtener la saturación teórica. Se triangulo el análisis y se construyeron 12 categorías a partir de las narraciones obtenidas: Creencias y conductas asignadas para los hombres (CCA), Principios morales (PM), Familia de Origen (FO), Familia de la pareja (FP), Expectativas (EX), Factores que facilitan y obstaculizan la relación (FF/FO), Cotidianidad y Rutina (C y R), Posesividad y Control (P y C), Auto-percepción y percepción del otro (AP/PO), Dependencia/Independencia (D/I), Proyecto de Vida (PV) y Cambios personales (CP).

1. Introducción

1.1. Planteamiento del Problema

Actualmente, los estilos de vida han llevado a reevaluar las relaciones de pareja, toda vez que los acomodos y significados del amor han producido una serie de conflictos en la toma de decisiones al interior de las diadas.

Lo que es un hecho es que en México cada vez son más altas las tasas de divorcio, según el INEGI (2003), en el 2002 se registraron en el país 616 mil 654 matrimonios y 60 mil 641 divorcios; los primeros disminuyeron casi 49 mil con respecto al 2001; los segundos presentan una tendencia en el aumento, poco más de 3 mil en relación con el mismo año y más de 23 mil, con 1995.

Cabe mencionar que datos del INEGI (2005) muestran que en Campeche el 38.4% de la población de hombres son solteros, el 57.2% está unidos y el 4.2% está desunidos; en lo que respecta a las mujeres el 31.0% son solteras, el 57% están unidas y el 10.8% están desunidas. Además, la edad mediana de los contrayentes a matrimonio civil es de 24 años en hombres y 22 años en mujeres y la edad mediana de divorcios es de 35 años en hombres y 33 en mujeres.

Sin embargo, aunque la pareja no se divorcie esto no representa que las personas que la conforman estén satisfechas de su relación. Muestra de ello son las personas que en la plática cotidiana expresan su insatisfacción y malestar con respecto a su relación de pareja. En la consulta psicológica es común escuchar los problemas de comunicación, infidelidad, violencia, lucha por el poder, y aspectos que van desde la distribución de las tareas domesticas, de los espacios y los tiempos, pasando por las reglas de convivencia y los acuerdos económicos, hasta el compartir la intimidad y conciliar la diferencia como elemento constitutivo de la relación. En este sentido, las parejas viven en el día a día un constante intercambio de significados, de ideas, de conductas, de actitudes, de presencias y ausencias que experimentan de manera individual y diferenciada.

De esta manera, conocer la vivencia de los hombres en sus relaciones de pareja puede dar luz a elementos íntimos que permitan establecer principios de entendimiento a la dura crisis de la pareja actual. Los datos estadísticos en divorcios y la creciente ola de violencia al interior de las parejas y familias es un claro signo de desajuste y malestar relacional. Con este estudio se podrá explorar el subjetivo mundo de la construcción de la vida relacional y como es vivida por los hombres.

Así, se podrán comenzar a esbozar posibles soluciones a los conflictos relacionales vividos en la actualidad por las parejas. Así como propuestas para el ajuste de modelos más saludables de relación.

1.2. Justificación

En cuanto a las parejas humanas, estas constituyen una relación significativa en el desarrollo de la formación de la familia, así como en la estabilidad y moldeamiento de las estructuras socioculturales. Conocer la vivencia de las relaciones de pareja puede dar luz a elementos íntimos que permitan establecer principios de entendimiento a la dura crisis de la pareja actual. Los datos estadísticos de divorcios y la creciente ola de violencia al interior de las parejas y familias es un claro signo de desajuste y malestar relacional. Con este estudio se podrá explorar el subjetivo mundo de la construcción de la vida relacional y cómo es vivida por las mujeres y por los hombres.

Para Hernández, Laga y Vera (1998), la investigación social que se ha originado en torno a la pareja generalmente ha sido desarrollada en otros países. En ella se han encontrado una amplia gama de variedades psicosociales que intervienen en las determinación y explicación de la calidad y viabilidad de las interacciones de pareja. Sin embargo, los datos obtenidos en estas investigaciones no pueden ser aplicadas a México, pues siendo las relaciones de pareja una construcción social, estas variarán dependiendo de la región y de la época en la que se desarrollan (Díaz Guerrero, citado en Hernández, Laga y Vera, 1998). Por ello es necesario realizar investigación que permita conocer su manifestación y estilos en las diversas subculturas mexicanas.

Las comparaciones transculturales realizadas en México (Norte, Centro y Sur) confirman la necesidad de conocer la forma en que la relación de pareja se diversifica en una cultura como la mexicana (Díaz Loving, 1995). A partir de estos principios, la investigación que se pretende realizar tiene como universo mujeres universitarias en el estado de Campeche.

Sin embargo, en lo que respecta a los hombres, Lomas (2004) afima que existe un modelo de ser hombre y los atributos de este modelo son: ser hombre otorga un signo de distinción, el hombre debe ser recto, responsable, obligado a comportarse correctamente, es una persona autónoma y libre (que las mujeres deben depender de él y estar bajo su protección), debe ser fuerte, racional, debe ser emocionalmente controlado, valiente, no mostrar debilidad (eso solo lo hacen las mujeres), debe ser fuerte físicamente, resistente, el hombre es de la calle, los hombres son heterosexuales, les gustan las mujeres y deben conquistarlas para poseerlas y penetrarlas, La naturaleza del hombre en cuanto a su sexualidad y el deseo sexual es incontrolable, más fuerte que su voluntad.

En este sentido Lamas (2003) argumenta que la categoría de género aporta una nueva manera de plantearse viejos problemas. Las interrogantes nuevas que surgen y las interpretaciones diferentes que se generan no sólo ponen en cuestión muchos postulados sobre el origen de la subordinación femenina (y de sus modalidades actuales), sino que replantean la forma de entender o visualizar cuestiones fundamentalmente de la organización social, económica y política, como el sistema de parentesco y el matrimonio. Además, permite delimitar con mayor claridad y precisión cómo la diferencia cobra la dimensión de desigualdad.

Por lo que este estudio permite adentrarse al mundo de la pareja desde la visión de los hombres, lo que da idea de sus percepciones, experiencias, argumentos y expectativas, lo que redunda en un conocimiento valioso tanto para la sexología, como para psicología clínica en el abordaje de aspectos asociados a la masculinidad y la pareja.

1.3. Objetivos

- Explorar las vivencias de los hombres en su relación de pareja.
- Describir los elementos constitutivos de las experiencias vividas por los hombres en su relación pareja.
- Identificar características en las experiencias de los hombres en función del tiempo de relación.

1.4. Pregunta y/o problema de investigación

¿Cómo experimentan y viven los hombres su relación de pareja?

2. Marco Bibliográfico

2.1. La pareja

La pareja como elemento social, ha sufrido diversas modificaciones marcando el rumbo de la evolución humana, en épocas pasadas, la unión de una pareja se podía explicar en términos de acuerdos parentales o familiares, sin ningún otro motivo que explicara el origen de la unión.

Hoy en día la libertad personal de elegir a la pareja pone en manifiesto características de las parejas que antes no eran tomadas en cuenta para su formación; las personas se comprometen personalmente en una relación permanente, después de un periodo de exploración mutua por lo que se ha incrementado la importancia emocional y psicológica por parte de cada uno de los miembros (Díaz Loving y Rivera, 2000).

Döring (1994) plantea que la pareja consiste en dos individuos que inician una relación ya sea que convivan, cohabiten o bien tengan una relación de apoyo y crecimiento mutuos. Sin embargo, permanecer físicamente unidos o cercanos, no es garantía del tipo de relación en términos emotivos, humanos y de crecimiento que se esté construyendo. Además, la permanencia de un contrato explícito (legal) o implícito (social) por sí sola no da cuenta de la calidad de la relación que se establece entre dos personas.

Moliner (citada en Döring, 1994) la define como la unión amorosa de dos personas. Por su parte Campuzano (2001) refiere que la pareja es una organización social que se diferencia de la familia en una época histórica relativamente reciente; cumple una serie de funciones en el entramado social y por ello tiene reglas y prescripciones de rol. Sobre este fondo social e histórico, el mundo externo, se construye el mundo interno de representaciones; representación social[1] la cual provee a los sujetos de una estipulación en cuanto a la relación familiar y matrimonial mediante la cual reciben su inscripción en las leyes de parentesco y en la continuidad histórica y la representación del objeto-pareja se construye desde el nacimiento tomando como prototipo a la pareja parental.

Soler (2005) menciona que la relación de pareja supone explorar el mapa emocional del otro, ir captando sus límites y también detectar las fronteras y las barreras que ha alzado; tener activada la sensibilidad para darnos cuenta hasta qué zona su yo nos deja acceder sin incomodarlo y cuando se siente invadido o amenazado. Este aprendizaje empático va a ser uno de los aspectos básicos para convivir en armonía. Sinay (citado por Soler, 2005) lo define como un espacio conjunto, el nosotros que consiste en formar un equipo afectivo que favorezca el crecimiento personal de cada uno de los miembros de la pareja, a través del despliegue y actualización de sus potenciales de mejora y de su capacidad de aprendizaje. Uno es mejor porque el hecho de formar parte de este equipo le permite asumir mayores y mejores retos personales; porque cuando no es coherente, el otro se lo dice y porque, cuando se rinde, el otro lo anima a perseverar. Uno es mejor porque puede ser y sentirse el mismo sin miedo a que su confianza se vea traicionada y porque también puede generar confianza y ser generoso.

Hablar de la pareja humana nos implica, nos envuelve en lo personal, en lo subjetivo. Con poquísimas excepciones, todos y todas tenemos, hemos tenido o esperamos tener una vida de pareja. Pensar acerca de ella significa al mismo tiempo, pensar en la propia experiencia (Döring, 2005).

Para Díaz-Loving & Sánchez (2004) un punto de partida para entender una relación de pareja, es considerar que para los seres humanos, más que para ninguna otra especie, las necesidades de afecto, apego, cuidado, cariño, interdependencia, compañía y amor, son necesidades genéticamente básicas y determinantes para la sobrevivencia de la especie. Es muy importante el lazo afectivo primario y las experiencias tempranas con un cuidador, sobre el desarrollo o formación de un estilo de relación adulto con personas del sexo opuesto. Las formas de relación o apego introyectadas en un individuo con los otros pueden tomar diversas tonalidades, desde la seguridad y la tranquilidad hasta la ansiedad crónica, miedo a la intimidad e incluso el rechazo (Bartholomew, 1990)

Döring afirma que socialmente la pareja tiene varias dimensiones: es una relación, es una institución, es una porción sustancial del imaginario cultural y es también, un ámbito de vivencias personales y de modos de vida a los que se arriba con la edad. La constitución de la primera pareja marca un cambio profundo en la vida personal e inaugura un ámbito del ciclo de vida y de la experiencia hasta entonces desconocida. Esto es así, por que a la pareja se le han reservado los contactos eróticos, emocionales e intelectuales extraordinarios, las cercanías privilegiadas, un conocimiento exclusivo del otro y todo ello en el ámbito de la vida cotidiana y en ella, en el círculo particular de la intimidad entrañable, que contiene a la pareja y sólo es creada por ella y en ella.

Entre los asombrosos atributos de la pareja se encuentra el ser una vía directa para acceder a modos de vida nuevos y como supone cierto tipo de capacidades, posibilita la independencia de quien empareja respecto de su familia de origen y de su mundo. La construcción de un mundo propio adulto es una de las experiencias de fundación viven las personas y se apoya en ese pequeño entramado de asociación con el otro. La transformación de los vínculos primarios y la superación de la dependencia hacia la generación anterior se logra y se compensa, en parte, a través de procesos para urdir vínculos de pareja que recrean la dependencia de manera diferente pero también semejante a la anterior, sólo que en este caso se interpretan paradójicamente como signos de madures y de independencia. Se supone que quienes se emparejan ya crecieron. Y de hecho, aunque esto no ocurra de manera tajante, parece un requisito para emparejar, el corte con los vínculos filiales.

Soler y Conangla (2005) enfatizan que una pareja no es una fusión de dos individualidades sino dos personas que se mantienen intactas, diferenciadas y que se potencian mutuamente por el hecho de formar pareja. Dentro del espacio de pareja hay espacio para un Yo, para un Tú y, además, un proyecto conjunto, el nosotros. Aunque seamos pareja, cada uno piensa y siente solo, nadie puede hacerlo en su lugar; se deben conservar estos espacios para no perder la individualidad.

En lo que se refiere al noviazgo, Lammoglia (2004) menciona que este reviste ciertas características de estabilidad y exclusividad. Se asume un compromiso íntimo, quizá sin ninguna manifestación explícita, pero no por eso carente de fuerza. Es una actitud compleja, porque ha de conciliar la exclusividad con la apertura hacia otras posibilidades.

Según McCary &McCary (1983) muchos jóvenes en la actualidad reconocen la farsa del cortejo tradicional con su etiqueta y sus rituales particulares, lo perciben como lo más destructivo para la intimidad. De esta forma, un sustituto saludable para las superficialidades del cortejo tradicional es lo que se denomina “sistema de acoplamiento” período en el cual aprenden a conocerse, en el cual predomina la franqueza y la honestidad de la relación de pareja. En ocasiones los temores y las dudas propias a menudo son muy dolorosas en esta época de la vida si son sacadas a relucir y son examinadas; se desarrolla un enlace y un sentimiento de responsabilidad hacia el otro.

El noviazgo se considera una etapa donde es posible alcanzar un amor recíproco, una comunidad de intereses, ideales, educación y cultura. Por lo que actualmente se considera una oportunidad única en que se presupone un libre relación entre un hombre y una mujer, a fin de tratarse y conocerse lo más profundamente posible logrando una calidad en la relación para sentar las bases del desarrollo mutuo. De esta forma, el noviazgo constituye un periodo de gestación que involucra a dos personas inmersas en la sociedad, esta etapa se considera un proceso de aprendizaje, de amor, variado en extensión y profundidad de conocimiento mutuo (Avelarde, Rivera & Díaz-Loving, 1997).

Döring, M (2005) plantea que “las parejas” son un fenómeno histórico que ha variado a lo largo de los siglos y aun de los años. No es igual el modelo de pareja de personas entre cincuenta años que el de nuestros padres e hijos; también son distintas las normas entre las diferentes épocas; son diferentes según los grupos o clases sociales; también son distintas en términos especiales como pertenecer a una zona urbana o rural; en lo que respecta a una misma capa social, las parejas son diferentes según el ciclo vital de la mujer. También es importante diferenciar entre pareja, matrimonio y familia como instituciones históricas, cambiantes.

Lammoglia (2004) plantea que cada noviazgo es una historia diferente; no importa cómo se le llame, se trata de una relación exclusiva de dos, que probablemente termine en unión de convivencia. Hasta hace unos años hacerse novios era una formalización de la promesa de matrimonio. Actualmente, no siempre es un trato con miras a un futuro matrimonio o relación libre, en la mayoría de los casos sí es visto como un estado pasajero en las relaciones entre un hombre y una mujer; el tránsito entre una condición libre de soltero y una vinculación de convivencia. Es importante subrayar que lo que caracteriza el noviazgo de una relación de convivencia, llámese matrimonio o amasiato, es el grado de libertad del compromiso. Lo que distingue un estado del otro es que en uno hay libertad de decisión y en el otro la decisión ya está tomada, y además se ha adquirido obligaciones establecidas por la ley. No se puede citar la condición de novio como un estado legal cuando a uno le preguntan por su estado civil.

Además, una de las causas más comunes del fracaso es buscar el noviazgo como finalidad; en la adolescencia muchos lo hacen por imitación, otros por moda o por su afán de pertenecer y no ser diferentes. Otra de las causas comunes para buscar el noviazgo es el miedo a la soledad que viene de la mano con una baja autoestima. Otro factor por el cual se tiene un noviazgo es por cumplir con las expectativas sociales hacia la mujer con respecto a la maternidad y al hombre con respecto a la paternidad; el miedo a la soltería ha hecho que muchas personas establezcan una relación sin que la persona sea lo que ellas buscan. Un factor más es el interés, que puede ser por lo económico (el otro posee lo que el otro no tiene), por lo físico (buscarlo por popularidad) o por los hijos. También la rebeldía es otro motivo para establecer un noviazgo, en el caso que los padres se opongan a la relación y desear llevarles la contraria.

2.2. Tipos de pareja

Conocer el tipo de cónyuges y matrimonios nos da una visión del tipo de relación que se establece en el noviazgo, ya que el tipo de relación matrimonial que establecemos, es en cierta medida derivada del proceso que llevamos en la etapa del noviazgo. Además, según Lammoglia (2004) muchos de los noviazgos se convierten en la preparación para la boda. Por lo cual, se hablarán de algunas tipologías en el matrimonio.

Sager (2003) habla de la existencia de 5 tipos de cónyuges:

a) cónyuge igualitario; este refleja la filosofía acerca del individualismo, la conservación de la propia personalidad dentro de la relación de coparticipación y la igualdad de los sexos. La persona que se relaciona con un cónyuge igualitario busca una relación basada en la igualdad de ambos esposos, la desee o no el compañero; se espera que ambos tengan los mismos derechos, privilegios, obligaciones sin ninguna cláusula de doble norma, cubierta o encubierta; espera que él y su compañero sean personas sean bastantes autónomas en sus trabajos y amistades, pero sensibles a las necesidades del compañero y emocionalmente interdependientes con relación a él. En consecuencia, cada cual respetará la individualidad del otro, incluyendo sus debilidades. El cónyuge igualitario debe ser razonablemente capaz de aceptar y tolerar una relación de paridad madura, no rivalizar demasiado con el compañero y comprender y respetar las diferencias sexuales para que no se utilicen en contra de uno y otro cónyuge. Debe carecer relativamente del ansia de satisfacer sus necesidades infantiles y ser conciente de que su derecho a ser amado no puede depender de la eficacia con que satisfaga las del compañero. Pero al mismo tiempo debe ser capaz de convertirse en un niño y dejarse cuidar, o de ser un padre o madre para el compañero en caso necesario. Las características más importantes son que es independiente pero capaz de cooperar con el compañero y es emocionalmente interdependiente, es capaz de mantener una intimidad estrecha y sostenida sin aferrarse al compañero, tiene la capacidad de compartir el poder y de aceptar una mayor responsabilidad de decisión en ciertas áreas y permitir que el compañero haga lo mismo, no hay miedo al abandono, no quiere dominar al compañero ni ser dominado por él, utiliza como mecanismos de defensa la proyección, intelectualización, sublimación, defensa perceptual o identificación, puede haber una respuesta sexual que va desde una gran excitación hasta una respuesta moderada, ama así mismo y al compañero y respeta el estilo cognitivo del esposo y tiene su propio estilo bien desarrollado y definido.

b) cónyuge romántico; en este tipo de cónyuge, se espera juntos formen una sola entidad. Cree que sólo puede ser feliz y funcionar en forma óptima relacionándose con otro romántico, se vuelve vulnerable cuando su cónyuge se niega a desempeñar ese papel e insiste en tratar de hacer de él un romántico. Se convierte en un juego en el cual el romántico dice que el esposo no es sensible y el otro protesta sobre las exigencias del otro. El romántico busca satisfacer su aspiración infantil a ser el único objeto de amor, adoración y apoyo de su madre o padre, necesidad frecuentemente enraizada en la situación edípica en el deseo de tener derechos exclusivos a los servicios y el afecto del progenitor del sexo opuesto. De ahí que sea a menudo insaciable, que las pruebas de amor nuca le parezcan bastantes. Cuando se siente razonablemente seguro en una relación romántica, este individuo puede florecer y explorar su potencial con más plenitud. Como sobrevalora mucho al compañero y se siente incompleto sin él tiende a ser celoso y a proteger sobremanera su relación. Por lo común, el amor y la pasión sexual son muy importantes para él. La interdependencia está muy generalizada e interviene en muchos parámetros de funcionamiento. Los románticos tienden a dar gran importancia a los símbolos sentimentales, posiblemente como un método para materializar su exclusividad recíproca y aferrarse a la pasión de los primeros años o recuperarla. Sus características principales son: depende de su compañero, puede ser muy activo o muy pasivo, gran intimidad emocional, puede ser sumiso, igualitario o dominante, experimenta miedo al abandono, es muy posesivo y dominante aunque parezca sumiso, experimenta una alta angustia si no encuentre un compañero que complete el sentido de su propia personalidad, los mecanismos de defensa que utilisa son la represión, regresión, formación reactiva, proyección, introyección e identificación, sublimación, fantasías, sacrificio altruista y reversión; la respuesta sexual es muy intensa, puede amarse así mismo o bien sentirse vacío y necesitar desesperadamente al esposo, generalmente desea respetar la modalidad del compañero o se siente impedido para hacerlo, es posible que utilice la complementariedad y su propio estilo puede variar entre intuitivo y moderadamente bien organizado.

c) cónyuge parental: este cónyuge puede considerarse un amo que es esencialmente un progenitor dominante y autoritario extrapolado. Se caracteriza por que el cónyuge es independiente, es activo su conducta puede variar entre la intimidad y un gran distanciamiento, necesita sentir y emplear el poder, es competitivo, siente que no puede perder al esposo, experimenta una gran necesidad de poseer dominar al otro, las mecanismos que utiliza son la represión, la formación reactiva, intelectualización, desplazamiento, defensa preceptúa y fantasías, es inseguro sexualmente, puede experimentar falta de amor, tiende a juzgar o desaprobar con condescendencia el estilo cognitivo del compañero y su propio estilo es organizado y resuelve problemas.

Existen diversas variaciones, un ejemplo de esta es el cónyuge salvador que asegura a su compañero una atención especial y por lo común forma una relación complementaria con un esposo deseoso de que lo salve, es una relación pasajero e inestable. En este subtipo, hay manipulación o necesita serla y acepta a su esposo como una persona a la que hay que salvar de una situación difícil y el está dispuesto a responsabilizarse por el salvado. Su contrato básico se funda en un esfuerzo por ocupar un nivel superior dentro de la relación: no se limitará a ayudar a una persona amada, sino que atará a sí a alguien, salvándolo de una mala situación, un mal matrimonio, la pobreza, el alcohol, la drogadicción, una enfermedad y seguirá protegiéndolo en tanto le sea fiel y acepte su posición de persona deseosa de ser salvada.

d) cónyuge infantil; existe una predisposición a interactuar como un niño y reacciona con hostilidad si su compañero desea hacerlo, también es posible que lo manipule colocándolo en el rol parental. Busca que lo cuiden protejan, corrijan y guíen; a cambio de esto, le ofrece al cónyuge parental el derecho a sentirse más adulto y necesario, a que apuntalen su sistema de defensa. Además el niño puede alegrar y complacer a su progenitor de muchas maneras. El cónyuge infantil se transforma a menudo en el verdadero dueño del poder; esto deriva de necesidad que tiene el progenitor de mantener al niño en un rol infantil para poder definir así su propio sentido de la personalidad como ser adulto; la mayoría de los cónyuges infantiles perciben su poder y son capaces de explotar la situación amenazando con marcharse. Aunque este poder aparece con frecuencia en las relaciones heterosexuales, se le percibe con máxima claridad en las díadas homosexuales, donde el individuo parental suele vivir temeroso de perder al compañero infantil que lo domina. Algunas personas sacan al niño creador; sin embargo el niño exigente o indefenso puede causar tensión en cualquier clase de relación. Sus características son: dependencia, es pasivo, puede haber intimidad o distanciamiento, se somete, en algunos casos domina, tiene un miedo intenso al abandono, se somete a la posesión y al dominio, experimenta angustia, utiliza la represión, regresión, formación reactiva, anulación mágica, proyección, desplazamiento, identificación, fantasías, sacrificio altruista y reversión, la respuesta sexual es positiva y entusiasta, existe una incapacidad por amarse así mismo o a los demás, el estilo cognitivo es espurio[2] con ridiculización de la modalidad del compañero y su propia personalidad tiende a ser más caótica o intuitiva.

Un subtipo es el cónyuge deseoso de que lo salven el cual es el complemento del cónyuge salvador; en este tipo de cónyuge la persona se siente amenazada y abrumada por un mundo hostil que es incapaz de enfrentar por sí solo, motivo por el cual necesita de un progenitor bueno o un salvador que se haga cargo de él protegiéndolo, actuando en su nombre, resolviéndole conflictos y dirigiendo las ambivalencias. A cambio de esto se ofrece fidelidad, gratitud y amor. En general, este subtipo de cónyuge es una persona muy compleja que experimenta miedos infantiles y se aferra a las cualidades salientes de su infancia aunque al mismo tiempo es muy competente y madura en muchos parámetros. Puede ser un manipulador conciente o inconciente que se vales del cónyuge salvador para evadirse de una situación difícil y luego lo abandona, precipita una nueva crisis o procura establecer una nueva relación con él.

e) cónyuge racional, este tipo de cónyuge se niega a admitir que las emociones puedan influir en su conducta y trata de establecer una relación marital razonada, lógica, ordenada, delineando con claridad las obligaciones y responsabilidades mutuas. El cumple las suyas y no logra comprender porqué su compañero no hace lo mismo. Si el falla en la ejecución de una tarea o la asunción de una responsabilidad, es posible que reaccione dándole explicaciones lógicas y pacientes. Si el otro no se corrige puede llegar a la exasperación, su lógica implacable puede confundir al compañero, provocándole reacciones violentas. No es habitual que el cónyuge racional manifieste afecto o pasión de manera abierta, aunque es capaz de amar profundamente y experimentar una sensación de doloroso vacío si pierde al ser amado, es parco para encarar cuestiones relacionadas con su vida conyugal. Es pragmático, realista, comprende las reglas del sistema y tiene una tendencia inherente a vivir de acuerdo a ellas; rara vez crea nuevas reglas o cambia las existentes. Supone que su opinión es correcta, en lo referente a gustos, estilo y cultura se aviene a menudo a lo que decida el compañero. Con frecuencia es bondadoso, considerado y cortés en el trato social y suele acudir cuando su esposo lo necesita, aunque no parezca sensible a todos los matices de sus sentimientos. Sus características fundamentales: aunque no lo parezca es dependiente, es muy activo en las cuestiones prácticas, deja a su compañero aquellos aspectos de su vida en común que tiene mayor contenido emocional, puede mantener bastante intimidad aunque evita la expresión intensa de sentimientos, puede distanciarse o apartarse, asume y emplea el poder, puede experimentar un temor profundo al abandono, domina al otro, no experimenta angustia significativa, sus mecanismos de defensa son represión, formación reactiva, intelectualización, defensas perceptuales, desmentida, desplazamiento, inhibición y impulsos y afectos, desea un compañero que exprese la franqueza e impulsividad que él teme de sí mismo, siente un amor profundo y duradero hacia el y el otro, su estilo cognitivo tiende a ser organizado y llega a conclusiones lógicas.

f) cónyuge camarada: este cónyuge evita la soledad, por lo común es capaz de aceptar el trato íntimo, no espera recibir amor, pero sí busca bondad y cuidado creyéndose dispuesto a retribuirlos. Esencialmente busca un camarada con quien compartir la vida diaria; no aspira a un amor romántico (aunque puede desearlo profundamente) y acepta de buena gana las transacciones exigidas por la vida conyugal. Ven su relación como un acuerdo realista entre personas que ya no tienen ilusiones, que saben cuáles son sus necesidades y cuánto están dispuestas a dar a cambio de la satisfacción de las últimas. Sus características fundamentales son: es activo, ejerce el poder sin que llegue a extremos de sumisión o dominio, prefiere vivir en pareja, no necesita poseer ni ser poseído, sus mecanismos de defensa son sublimación, represión, formación reactiva, intelectualización, fantasías y defensa perceptual, no es necesario que haya amor pero hay aceptación, necesidad, compromiso y bondad, tiende a ser ordenado y racional.

g) cónyuge paralelo: Es el tipo de cónyuge que interactúa evitando una relación íntimamente compartida. Por más que asegure lo contrario, quiere que el compañero respete su distanciamiento emocional y su independencia. Desea todos los accesorios convencionales del matrimonio, incluyendo la casa, los hijos, el perro, las pantuflas y el lavarropas, pero no quiere mantener un trato íntimo. Prefiere dormir en camas o dormitorios separados, hasta vivir en lugares distintos. Es fundamental manipular al esposo de manera que ambos mantengan la distancia, su contrato está basado en el miedo a perder su integridad como individuo, a ser dominado y se resiste a cualquier fusión. Parece frío y precavido, aunque puede ser una persona sumamente agradable. Lucha por no interesarse nunca demasiado por su compañero, pues tomaría conciencia de su propia vulnerabilidad. Sus características son: es independiente, es activo, es distante, tiende a ser dueño de sí, no hay rivalidad entre los dos, actúan con fuerza, los mecanismos más utilizados son la intelectualización, formación reactiva, inhibición de impulsos, desplazamiento, es narcicista por lo tanto experimenta un amor escaso hacia el compañero y hacia si mismo, su estado cognitivo es rígido y procede de forma organizada.

Es importante mencionar que existen combinaciones topológicas de los cónyuges antes mencionados.

Por su parte Campuzano (2001) menciona algunas tipologías de la pareja :

1.- la esposa amorosa y el marido frío: constituido por una esposa histérica y un marido obsesivo, ubica a la esposa como el cónyuge dependiente.
2.- el marido en busca de una madre: el marido es histérico y la esposa es obsesiva, el dependiente es el marido.
3.- el matrimonio de dos parásitos: ambos son dependientes, constituidos por dos cónyuges pasivo-dependientes; dos personas que, al no poder nadar, se aferran desesperadamente la una a la otra y se ahogan juntas.
4.- el matrimonio paranoide; va desde el extremo en el que ambos conviven bien compartiendo los mismos delirios hasta la paranoia conyugal en la que el sistema delirante de un cónyuge se centra en el comportamiento del otro, dando lugar a una horrible vida conyugal, con ciertos intermedios donde los esposos comparten ciertas ideas o prejuicios sobre la realidad que les permiten una convivencia armoniosa o que les sirven como punto de controversia y conflicto.

Lammoglia (2004) menciona que hay muchos tipos de noviazgos: cortos, largos, alegres, sinceros, fingidos. Algunos terminan a tiempo y otros se continúan con la convivencia y el deseo que si funciona.

2.3. Enamoramiento y Conformación de la pareja

“El proceso de enamoramiento es uno de los fenómenos colectivos más interesantes, aunque a pesar de ser grupal solo intervienen dos personas en él, ya que son movimientos en los que se da origen a un nuevo nosotros colectivo hecho por sólo dos personas” (Eguiluz, 2003).

Además, una gran parte de las parejas se forman después del proceso llamado enamoramiento. Por lo tanto, se presentan algunas definiciones:

Según Jordá (2002) Enamorarse (“caer en amor” dicen los ingleses) es una necesidad para el ser humano. En el enamoramiento, el ansia de amar y de ser amado vienen a concentrarse en una sola persona.

Álvarez-Gayou (19996) menciona que la mayoría de las parejas se constituyen como consecuencia de un proceso de enamoramiento, al que se le conoce técnicamente como limeranza. Para que la limeranza florezca son necesarias una persona limeranzada y una persona que es el objeto de la limeranza (conocida como POL).

Esta puede iniciarse con una sensación apenas perceptible de interés, incrementado por una persona que, bajo determinada circunstancias favorables llega a grados muy elevados de intensidad; a si mismo suele declinar finalmente hasta cero o niveles muy bajos, Cuando la limeranza llega a estos niveles, se puede seguir dos caminos: o se transfiere a otra persona o sufre una transformación, siendo el mejor de los casos cuando la disminución de la limeranza se acompaña por el desarrollo de la respuesta emocional, que puede describirse como amor.

Tennov (citado en Álvarez-Gayou, 1996) solicitó a sus estudiantes enamorados, que le proporcionaran algunas cartas que habían recibido de sus parejas, con estos datos trató de establecer y de encontrar diferencias entre lo que escribían hombres y mujeres cuando decían estar enamorados. En estos estudios encontró que 95% de las personas consideraron el enamoramiento como una bellísima experiencia; 83% expresó que quien no se haya enamorado se ha perdido una de las experiencias más agradables en la vida y 42% describió el estar enamorado como “estar entre las nubes”, encontró semejanzas en el patrón de enamoramiento entre hombres y mujeres. Además, la limeranza tiene una serie de características y conocimientos básicos:

a) pensamiento intrusivo; en la cual nuestra mente está invadida por pensamientos respecto a la persona de la que estamos enamorados, con frecuencia oímos “sólo pienso en ti”. Existe un estado del soñar despierto y se piensa constantemente en el momento de ver a esa persona y en lo que va a suceder. Estas fantasías no necesariamente disminuyen al iniciarse la relación, sino que incluso pueden aumentar. El objetivo principal de la fantasía limerante es lograr el compromiso emocional de la otra persona.

b) Curso de la limeranza; iniciado el proceso, los pensamientos están ocupados en la otra persona, hay entusiasmo y una sensación de “gran libertad”. Todavía en estas fases iniciales es posible que este sentimiento exista hacia varias personas, de manera más o menos simultánea. Cuando hay reciprocidad la sensación es de euforia; en el caso de que hayan obstáculos en la relación o si hay dudas de la reciprocidad el involucramiento sentimental aumenta hasta llegar el momento en el que es imposible suprimir la limeranza o evitarla voluntariamente a pesar de conocer graves cualidades negativos en el sujeto (llamada cristalización). De esta formar, la duda y el incremento de la limeranza minan la autoestima y, con frecuencia sentimos la necesidad de mejorar nuestro aspecto físico, cambiar de peinado, adquirir ropa nueva y, en general, estamos abiertos a cualquier sugerencia que pudiera incrementar las posibilidades de atraer al sujeto, en esta etapa hay un gran temor al fracaso.

Si la limeranza sigue su curso surge la motivación por establecer una relación equilibrada. Hay evidencias de que si hay reciprocidad el grado de incremento del sentimiento se detiene , reanudando su curso en el momento en que de nuevo surge la incertidumbre.

c) temor al rechazo: hay preocupación porque nuestros sentimientos sean correspondidos.

d) Fenómenos y síntomas físicos: Hay palpitaciones, temblor, palidez, insomnio, falta de apetito y cuando la incertidumbre es intensa, se presenta un agudo estado de angustia, que muchas veces es referido como “me duele el corazón”

e) esperanza: se busca y espera una respuesta positiva por parte del otro. Las fantasías se desbordan con la esperanza de recibir la señales que indiquen aceptación de los sentimientos. Cuando hay evidencias de reciprocidad, la sensación es de euforia e incrementa el involucramiento si existen dudas acerca de la reciprocidad.

f) la conducta personal del limerante es un estado de ánimo muy vivaz y despierto; su capacidad perceptiva es alta y presenta una inagotable energía para cualquier acto que contribuya al logro de la meta limerante; los lenguajes no verbales , es decir, las expresiones corporales adquieren importancia.

De esta forma, Tennov (citado en Álvarez-Gayou, 1996) dice que la limeranza fluctúa entre los 18 meses y los 3 años. Esta puede tomar dos caminos; en el primero la persona se encuentra en la posibilidad o apertura para iniciar un nuevo proceso, es decir, depositar su limeranza en una nueva persona o bien desaparece el enamoramiento para convertirse el amor. Si la limeranza sigue su curso surge la motivación por establecer una relación equilibrada, esto origina un alto porcentaje de parejas que se constituyen en el matrimonio.

Es importante diferenciar la limeranza del amor, ya que la limeranza es un proceso efímero el cual tiene como finalidad llegar al amor; y éste es el conjunto de sentimientos que intensifican las relaciones interpersonales del ser humano, que, partiendo de su propia insuficiencia, desea el encuentro y unión con otro ser que le haga sentir completo (Rojas, 1997).

Por su parte, Lammoglia (2004) refiere que psicológicamente, enamorarse implica básicamente un descentrarse para centrarse en el otro; sea cual sea la forma como se inicia, tiene siempre la dimensión del descubrimiento del otro. En el origen del despertar del sentimiento del enamoramiento suele haber una llamada de las cualidades del otro, inseparable del atractivo físico es el atractivo personal. Nadie había visto en mí lo que tú has visto. Nadie había suscitado en mí lo que tú has suscitado. Despiertan dimensiones de la propia sensibilidad que nadie había despertado hasta que el otro llegó a nuestra vida; todo cambia y se transforma. Aunque se trate de un estado transitorio, el enamorado quiere que continúe para siempre y cree que, en su caso, así será. Sin embargo, la química del organismo no funciona así y, tarde o temprano, la exaltación baja, la pasión se desinfla, las hormonas se nivelan y parece que el amor se acaba.

Rojas (1998) aclara que enamorarse es una forma de amor, pero no una forma cualquiera, sino la más sublime que puede tener un humano a nivel natural. Se trata de un encuentro singular entre un hombre y una mujer que se detienen el uno frente a otro para ver si pueden compartir juntos una vida.

De esta manera, Jordá (2002) hace referencia que al llegar a la adolescencia, las hormonas y las neurohormonas sexuales inundan la sangre y el cerebro. Aparece un nuevo interés por el otro sexo, y la curiosidad y la atracción se mezclan en partes iguales para determinar las actitudes y reacciones que se producen en estas edades, actitudes que se hallan moduladas por el ambiente familiar, la educación recibida y en definitiva por un modo de ser y de pensar que se han ido formando desde el nacimiento y durante la niñez. La necesidad de “caer en amor” por alguien proviene de un impulso no sólo “físico”, sino psicológico o emocional, de modo que la mayoría de la gente, a partir de la adolescencia es candidata al enamoramiento y la cuestión radica únicamente en saber cual será la pareja elegida.

Según Erikson (citado en Willy, 2002) en esta fase que dura muchos años el joven trata de conseguir aptitudes personales y sexuales para una vida en común íntima y estable. En esta fase cambia de pareja con frecuencia. Muchas veces no ve a su compañero todavía como una persona con actividad propia y autónoma y no quiere considerarlo mucho en sí mismo. Más bien quiere demostrarse así mismo, y en ocasiones a los demás que puede conquistar a su pareja y por medio de esas cualidades se eleva el sentimiento de su propia estimación. El compañero le sirve como un objeto de ornato, como una joya, especialmente cuando es atractivo por algún atributo y, lo consigue por medio de él, admiración y prestigio. Las relaciones de pareja de los muchachos aún son fuertemente narcisistas, inconstantes, exaltadas y referidas a sí mismo, cosa natural en esta fase de búsqueda de identidad. En la prueba descubre el joven sus posibilidades de relación y se da cuenta de sus límites. Adquiere el sentimiento de su propia estimación y en las relaciones con su pareja aprende a catalogarse correctamente en cuanto a sus cualidades. Estas conquistas van perdiendo poco a poco el carácter de juego y el desarrollo exige al joven decisiones que, con aceleración creciente, se convierten en definiciones de sí mismo cada vez más nítidas, en papeles irreversibles que le conducen al asentamiento para la vida. El joven adulto conquista el sentimiento de la continuidad interior y social, de su singularidad, como él percibe y cómo es visto por la sociedad.

Si uno se fija en un compañero no solamente busca una satisfacción o afirmación transitoria, sino que desea configurar junto a él la historia de su vida. Se acepta la vida con él como tarea real de obligarse a una marcha común y realizarse, así como pareja. Ambos quieren construir el hogar propio, crear una familia y encontrar un estímulo propio para la vida.

Lammoglia (2004) refiere que en el enamoramiento es tan grande el deseo de que el otro sea como nuestra fantasía que se nos olvida hasta que tiene n pasado. Una nueva relación jamás puede pretender ser el inicio de una nueva vida; será siempre la prolongación de una vida ya vivida. Si se logra que dos se conozcan como son, con base en este conocimiento se puede amar, o no. Se trata, en fin, de conseguir un equilibrio que difícilmente puede existir, o aun concebirse si faltan amor y sentido de responsabilidad.

Sager (2003) plantea que estudios sociológicos sobre elección de pareja respaldan la hipótesis que las personas con antecedentes raciales, culturales, geográficos, religiosos y socioeconómicos similares tienen mayor posibilidad de lograr continuidad. De esta forma, también menciona que el amor es un factor primordial en la elección de pareja y para determinar la índole de sus relaciones. De esta forma, el amor se conoce por las manifestaciones de las personas, pero se desconoce por qué se ama o se deja de amar. De esta manera, los sentimientos y los hechos, los determinantes concientes e inconcientes, desempeñan un papel parejo en la elección del compañero.

Por su parte, la teoría bio-psico-socio-cultural de la relación de pareja (Díaz-Loving, 1999) plantea que la elección y desarrollo de las relaciones de pareja se ve influenciada por estos factores de la siguiente manera:

a) Enfatiza desde el punto de vista biocultural el papel fundamental que juega la herencia biológica en el establecimiento y conducción de las relaciones emocionales sociales tempranas, y la importancia de éstas en el aprendizaje acerca de, y posterior al establecimiento de patrones conductuales y afectivos necesarios para la sobrevivencia del ser humano. El factor biológico representado en el modelo por las teorías que remarcan las necesidades de seguridad, compañía, afecto, amor y poder, permea nuestras vida, nuestras relaciones tempranas y, posteriormente, la manera como nos acercamos o alejamos de otros seres humanos. Dichas características biológicas incluyen también el potencial de desarrollar cultura y transmitirla a través del uso del lenguaje.

b) Desde el componente sociocultural, el modelo plantea que en todas las culturas existe un intercambio social, lo que cambia es su percepción e interpretación. El saber que un fenómeno o proceso es universal, asegura su relevancia e invita a estudiar su conformación y matices en grupos socioculturales particulares. De tal modo que las características biológicas descritas en el componente anterior no se dan en un vacío, se desarrollan, evolucionan y se modifican en interrelación constante con pautas socioculturales, donde la manera en que se desarrollan las interacciones íntimas, son reguladas por las normas, reglas, papeles o roles específicos de la interación humana e idiosincrasias de cada grupo cultural. Tales normas de interacción humana son transmitidas a través de los procesos de socialización (reforzamiento-castigo) , endoculturación ( la presencia de modelos que realizan conductas adecuadas) o aculturación (dejarse moldear por la cultura).

c) Desde el componente individual, el modelo plantea una interacción dinámica entre las características biológicas esenciales de todos los seres humanos y las pautas marcadas por el marco ecosistémico sociocultural (representadas por las premisas socioculturales de la familia, escuela, medios de difusión, amigos), que desemboca en el desarrollo de rasgos, valores, creencias, actitudes y capacidades que los individuos utilizan en sus relaciones interpersonales. Dicho componente enfatiza las teorías que resaltan las experiencias de la vida temprana como moldeadores del desarrollo de la personalidad, que a su vez contribuye en la manera en que los individuos experimentan sus relaciones amorosas, influyendo también dichas características individuales en el estilo de afrontar las relaciones.

d) Según el componente evaluativo, plantea que cuando se funden el componente individual y cultural, el sujeto evalúa su relación a su compañero tanto a nivel cognoscitivo como afecto, influenciado por las características que lo anteceden personales y socioculturales tales como su historial de apego y estilo de amar, la internalización que ha hecho de normas socioculturales, etc. Dicha evaluación determinará entonces la calidad y disposición eventual de la relación establecida.

e) Desde el componente conductual; sugiere que en base a los componente anteriores (bio, sociocultural, individual y evaluativo) la persona recorre y escudriña su mente para encontrar la mejor estrategia de responder al estímulo, emitiendo la conducta elegida, siendo que dicha conducta afecta indirectamente a la pareja, al contexto social y a la misma persona. En otras personas, la conducta tiene un impacto y una interpretación social de alejamiento o acercamiento del sujeto hacia su pareja.

Por otra parte, la formación de la pareja no solamente tiene el carácter de exclusión respecto a los demás posibles compañeros, sino, del mismo modo, frente a la familia de origen. En ocasiones la fase de formación de la pareja puede llegar a ser penosa, llena de dudas y temores: miedo a separarse de su casa, a entregarse al compañero, a la atadura, a las obligaciones y responsabilidades; miedo a tener que renunciar a sí mismo amoldándose al otro; miedo a fallar en la tarea común o en el aspecto sexual.

Según Döring (1994) la vida social está organizada por y para quien tiene vida en pareja. Un individuo solo es visto con perspicacia, desconfianza y a veces hasta lo rehúyen. Actuar bajo los cánones sociales puede significar un sentimiento de seguridad, pertenencia y aceptación, altamente apreciado por los seres humanos. De hecho, corresponde a una de las necesidades vitales del hombre y conforma, en gran medida, su identidad personal. Sabemos que esta identidad responde a las preguntas y preocupaciones existenciales más estrictamente humanas, como ¿Quién soy?

Paradójicamente, en este sentido de pertenencia puede llegar a implicar niveles de alienación peligrosos. Dejar de ser yo mismo para ser como los demás son y esperan y desean que yo sea. La línea divisoria entre lo que yo deseo y lo que creo desear pero que en realidad responde a las expectativas colectivas es tan sutil que con frecuencia nos movemos en uno y otro extremo, en una constante violación de límites.

Otra de las ventajas de la vida en pareja es vivir bajo la pretensión que se cuenta con un cómplice frente a la vida. En tanto esta sea una idea compartida por ambas partes resulta de gran ayuda en la confrontación de los diversos problemas a que se ve expuesto en el diario vivir.

Sin embargo, también se encuentran ventajas en el hecho de no tener una relación de pareja. Según Barragán (2003) actualmente las formas de convivencia se han diversificado y casi se vuelven difíciles de aprehender y tipificar; millones de mujeres y hombres están optando por vivir solteros y esto revela cambios profundos. En el caso de las mujeres, se plantean los siguientes cuestionamientos: la decisión de postergar el matrimonio, de preferir un divorcio o una separación, de desafiar los convencionalismos, de atreverse a cuestionar el destino maternal como único, de tener dudas sobre si arroparse en la mujer tradicional o en una mujer sin apuestas complacientes o en dar prioridad al trabajo profesional. La dificultad de no tener pareja es tener que aprender una nueva forma de estar en la vida; sufrir de soledad no es sufrir por estar solo físicamente, es sufrir por no encontrar el modo de establecer un vínculo de amor que dé satisfacción y estabilidad.

De esta forma, muchas mujeres ya no construyen sus ideales en torno al ideal amoroso y familiar “vivir a la espera y a la sombra del hombre, sacrificar sus estudios, actividad profesional, autonomía económica ha dejado de darse por sentado. Prefieren optar por la soledad y la brutalidad de la separación antes de vivir en el desamor y la falta de armonía día y noche. Cuando más independientes son, en menos grado aceptan un matrimonio destrozado, no conforme con sus expectativas de ternura, de comprensión, de intimidad” (Barragán, 2003).

Barragán (2003) afirma que investigaciones comprueban que los hombres heterosexuales entre los 25 y 33 años le han dado la espalda al compromiso; es más fácil comprometerse a una causa, con un amigo, con un hijo, con una idea que con una mujer; pero también es un hecho que los hombres no ha sido preparados para el compromiso emocional además de que no se les facilitan los caminos para hacerlo.

Actualmente, cada vez más hombres y mujeres están redefiniendo su posición de lo que debe ser la vida en pareja.

No sólo los problemas compartidos se aminoran, sino que como reacción, las alegrías compartidas se multiplican (Döring, 1994).

Döring (1994) refiere que la simbiosis, la dependencia del otro (“No puedo vivir sin ti”) es tan negativa como cualquier otra dependencia o adicción. En contraste, creemos que quienes sean más capaces de confrontar su compromiso existencial, asumiendo su responsabilidad ante el mismo, formarán parejas y relaciones en general, más enriquecedoras, menos dependientes, que permitan el crecimiento constante de los involucrados.

Sin embargo, la vida en pareja, bajo las condiciones actuales, enfrenta una serie de trampas y falacias que dificultan la persistencia de la misma. Algunos de estos obstáculos se explican en función de una macroestructura; otros se deben mucho más a las características propias de los individuos y a la relación dialéctica entre sociedad e individuo. El enfoque micro se refiere a que el poder emana de cada uno de nosotros y que la ruptura de esos poderes micro permitirá construir una sociedad donde la revelación del poder esté distribuida de manera más equitativa (Focault, citado en Döring, 2005), sin embargo hay quienes afirman que los enfoques microsociológicos llevan al individualismo y oscurecen el movimiento global de la sociedad, donde se llevarán a cabo grandes transformaciones. Döring (2005) afirma que no existe oposición entre enfoques macro y microsociológicos, cada uno de ellos ilumina distintos aspectos de la sociedad y es sólo integrándolos como podemos llegar a la totalidad que nos permita comprender, explicar e intentar cambiar a la sociedad actual.

Además, el hecho de que la mayoría de los seres humanos deseemos sincera y profundamente creer en la posibilidad de una relación de pareja ideal, no implica que ésta sea posible. Lo “ideal pertenece al mundo de las ideas”.

Lo anterior no significa que existan ventajas de tener una vida en pareja, esto siempre que se cumplan determinadas condiciones, ya que se reconoce la necesidad inminentemente humana de gozar la compañía íntima, compartir gustos y disgustos, contar con un espacio físico y temporal para la vida personal y emocional. En la medida en que pretendamos construir sobre la base de la fantasía y el autoengaño, en esa medida colocamos también las bases para el desencanto fallado, defraudado, las personas deberían de tratar de vivir de acuerdo a situaciones reales, antes que intentar hacer que el otro o nosotros mismos nos apeguemos a una idea que solo corresponde al mundo de las idealizaciones (Doring, 1994).

Por su parte, Willi (2002) refiere que toda pareja debe buscar colocarse en un término medio entre fusión y deslinde rígido: el terreno intermedio permite el funcionamiento normal de la relación bipersonal. La relación de pareja debe diferenciarse de toda otra relación de amistad, deben exigirse espacio y tiempos propios y hacer vida conyugal, sin embargo; deben continuar distinguiéndose entre sí, respetándose límites claros entre ellos. Los límites deben ser visibles, pero no deben ser rígidos ni impenetrables.

Díaz-Loving y Sánchez-Aragón (2004) refieren que existen diversas etapas en la relación; la primera es la presencia de un desconocido que se especifica como el primer paso de una relación. Es decir, cuando uno de los sujetos percibe al otro como un extraño; en este contexto se percibe y reconoce al otro, pero no se realizan conductas o cogniciones dirigidas al fomento de algún tipo de relación o acercamiento; en este nivel de cercanía, la información sobre el otro contiene primordialmente aspectos físicos, externos y descriptivos, no existe contacto. Otra etapa es la etapa de conocido, en la cual una vez establecida la percepción del otro, el sujeto puede pasar a una tarea en la cual evalúa al estímulo, y con base en él, categoriza a esta persona como alguien que podría convertirse en un conocido o mantenerse como un extraño, existe un bajo grado de cercanía o intimidad, hay encuentros casuales con el conocido. En la etapa de amistad, al adentrarse más a la relación se da una definición de normas y alcances de la relación, pueden incluirse sentimientos de intimidad y cercanía profundos; incluyendo aspectos románticos, pasionales o sexuales. La cuarta etapa, la de atracción se define como la locomoción de acercamiento afectivo hacia el otro sujeto; se acentúa un interés por conocer e interactuar con el otro (a), aunado a la búsqueda de formas y momentos de hacerse más interdependientes. Después aparece la etapa de atracción con alguna forma de satisfacción o excitación, que señala al sujeto lo adecuado de una mayor cercanía, entonces el sujeto pasa a la etapa que algunos investigadores han estudiado bajo el rubro de amor romántico; en esta existe una respuesta fisiológica y una interpretación cognoscitiva de intensidad que define a la relación como una relación más cercana; implica deseo, entrega, desesperación comúnmente es efímero. En la siguiente etapa, la de pasión y romance existe una respuesta fisiológica y una interpretación cognoscitiva de intensidad que define a la relación más cercana; ha sido descrita por hombres y mujeres mexicanos como: comprensión, amor, agradable, poesía, detalles y la etapa pasional incluye arrebato, sexo, deseo, ternura y amor.

A continuación, sigue la etapa de compromiso, que se refiere a situaciones en las que los sujetos están de acuerdo en continuar dentro de su relación a largo plazo; aunque las razones y personas que toman la decisión de establecer un compromiso de pareja han variado, este sigue siendo sancionado con el matrimonio. En lo que respecta a la etapa del mantenimiento, esta permea el diario convivir de la pareja en una relación a largo plazo; es la base de la estabilidad y evaluación de la familia; involucra ser francos y resolver las incógnitas y problemáticas presentadas por el advenimiento de los hijos.

En la etapa de conflicto, la vida de pareja está llena de cambios, presiones y obligaciones; existen situaciones en que la funcionalidad y el diario trajín de las relaciones evocan tensiones, las personas pueden sentirse frustradas, enojadas o temerosa. Cuando el conflicto es recurrente y el mantenimiento ya no resulta placentero o funcional para uno o los dos miembros de la pareja, se desarrolla de lleno la etapa de conflicto.

En las etapas de alejamiento y desamor; estas aparecen cuando en las personas desaparece el gusto por interactuar y conocer a la pareja y se opta por una estrategia de evitación del cotidiano contacto de pareja. Al contrario de la etapa de atracción, todo aquello que un día nos parecía unir y acercar a nuestra pareja, ahora parece alejarnos.

Por último, la etapa de separación y olvido se da cuando la relación se torna insoportable e inmediatamente se vuelven más atractivas otras opciones. En esta etapa el compromiso ya no es con la relación, ahora el compromiso individual es lograr la separación, después de esta no es poco común que se presenten intentos por reintegrar a la pareja, sobre todo al comparar la situación de soledad o de nueva relación, con una antigua reevaluación positiva de la antigua vida de pareja.

Sin embargo, la elección de pareja no es enteramente libre, está condicionada por múltiples factores de tipo consciente e inconsciente, como el grado de autoestima y autoconocimiento, el mapa amoroso, la familia de origen, las historias sobre el amor y la sexualidad y los ciclos de vida (Salgado, 2002).

En el caso de la autoestima, muchas veces la deficiencia de ella nos lleva a buscar personas ideales o amores perfectos porque al no valorarnos debidamente, queremos validarnos logrando amores inalcanzables y dejamos pasar personas que sí nos aman.

Según Avelarde, Rivera y Diaz-Loving (1997) en la teoría psicoanalítica, la pareja humana está integrada por dos personas que mantienen una relación relativamente estable entre sí, sus elementos (personas) poseen una estructura interna de suma complejidad, como es la personalidad de cada uno de sus integrantes, ésta se va configurando en un largo camino evolutivo en el cual las relaciones con las demás personas significativas del mundo exterior se van trasladando e instalando en el interior del individuo. Lo interpersonal, en particular las experiencias vividas en los vínculos materno-paternos, se transforman en intrapersonal, a través de mecanismos de identificación.

Freud (citado en Rivera, 1999) menciona que se forma dentro del sujeto objetos internos y relaciones objetales internas inconscientes que serían la internalización de las relaciones con los objetos externos. El objeto interno, sería la versión particular que el individuo ha introyectado de su contacto con las personas de su ambiente, tal como el sujeto los vivió inconscientemente, de los personajes y escenas de su vida familiar y personal. Las estructuras objetales internas e inconscientes forman una estructura: patrones de relaciones, producto de la reiteración de determinadas formas de relación (y de formas de sentirlas) en la infancia. Esta estructuración refleja tanto el conflicto central infantil como las defensas que se han eregido frente a él y determinarán, en parte, las posiciones que adopte en dichas relaciones.

Avelarde, Rivera y Díaz-Loving (1997) afirman que el individuo encarará y realizará una elección de pareja influido por los procesos conflictivos de su mundo interno, la búsqueda y selección del compañero estará orientada por la estructuración de estos procesos que lo llevarán a elegir una determinada pareja lo que conduce a una elección particularizada y nada casual. Esta hipótesis nos permite explicar porque una persona reiteradamente elige al mismo tipo de pareja. Cuando se reúnen los mundos internos, de los integrantes de la pareja, se forma un sistema interaccional en conjunto que llevará el sello de los mismo, pero no podrá ser explicado por la estructura interna de cada uno de ellos, en cada pareja surgen pautas de interacción propias de ese sistema en particular, no deducibles del análisis individual de los integrantes; la interacción creará pautas características de esa relación, que son el producto del ensamble particular, que se ha producido entre los individuos y del sistema que emergió de esa unión.

González y Bowman (idem) refieren que los mecanismos que entran en la elección del objeto son dos:

1. Tipo analítico de elección, que se produce porque se evocan asociaciones con referencia a otro objeto primitivo del pasado, por lo general el progenitor del sexo opuesto, a veces del mismo sexo, hermano (a), o bien otra (s) persona (s) del entorno infantil.
2. Tipo narcisista de elección, cuando se elige a un objeto porque presenta ciertas características de la personalidad del mismo sujeto. Ambos tienen las mismas modalidades.

a. En forma positiva, el objeto elegido es similar al objeto del pasado o al yo de la misma persona.
b. En forma negativa, el objeto elegido representa lo contrario del objeto del pasado o del yo propio.
c. En forma ideal, el objeto elegido representa lo que se desearía que hubiera sido el objeto del pasado o del propio yo.

De esta manera, las mujeres y los hombres son más susceptibles de experimentar el deseo amoroso en el momento en que la energía psíquica se halla más disponible, así quizá sea reconocido el objeto como la perfección del ideal del yo y así a través del encuentro de la pareja y de la atracción sexual mutua, por eso los sujetos se enamoran. En el enamoramiento afloran una serie de necesidades y de relaciones del inconsciente y del consciente, generadas en el proceso infantil, principalmente producidas por el ambiente familiar en que se vivió.

La teoría bio-psico-socio-cultural entienden las relaciones de pareja en función de las necesidades de afecto, apego, cuidado, cariño, interdependencia, compañía y amor que son genéticamente básicas y determinantes para la sobrevivencia de la especie. Según Díaz-Loving y Rivera (2004) la evolución de necesidades de interdependencia social en los humanos se remonta a más de 65 millones de años, al momento en que los mamíferos placentarios presentaron mutaciones que desembocaron en la formación de un gran número de nuevas especies; el principal legado otorgado por estos antepasados fue el establecimiento de vínculo emocional que une a las madres con sus infantes; dicho fenómeno es el núcleo de las emociones en general y un activador primario y fuerza directriz en todos los mamíferos.

Por otro lado, el autoconocimiento es esencial para elegir certeramente a la pareja y no tener que descubrir que el enamoramiento nos cegó, parte de este consiste en descubrir los aspectos más importantes de una especie de “filtro mental” que utilizamos automáticamente en el proceso de elección de pareja y que se denomina “mapa amoroso”. Para Money (citado por Salgado, 2002) este mapa constituye un patrón mental que desarrollamos a partir de la primera infancia como respuesta a las influencias de la familia, los amigos, las experiencias y las asociaciones fortuitas que se dan en el contexto sociocultural donde crecemos, a lo largo de nuestro desarrollo este mapa inconsciente toma forma y emerge como una imagen interna prototípica de la pareja ideal. Por lo tanto, el mapa amoroso consiste en un esquema mental, mezclado de creencias, ideales, expectativas que incluso pueden ser contradictorios entre sí, y con el cual evaluamos a quien a de ser la pareja ideal o a nuestros posibles amores. Gran parte de este mapa es inconsciente y domina nuestras reacciones y conductas sin darnos cuenta de ello; de forma automática presuponemos respecto a lo que es la relación con la otra persona, como nos deberíamos de sentir y qué deberíamos obtener.

Otro factor importante es la familia; ya que los hilos que nos movieron en la infancia están entretejidos con nuestro presente; los roles que aprendimos mientras éramos moldeados por las interacciones de nuestros padres, las nociones que derivamos consciente e inconsciente de estas experiencias, nuestra idea de lo que significa ser hombre o mujer y la forma de concebir las relaciones afectivas. La familia nos aporta un legado psicológico de nuestra familia y su influencia en nuestras relaciones afectivas.

De esta forma, Rogers (citado en Rage, 1997) menciona que dentro del proceso de pareja uno de los factores principales para el desarrollo es, que cada una de las partes progrese en su propio ser, lo que brindará enriquecimiento a la pareja. “Es casi como decir mientras más separados están, mayor es la posibilidad de unión sólida.” Las relaciones que inician de un modo infantil y dependiente tienen pocas posibilidades de establecer una relación sana; y por lo contrario las posibilidades de establecer una relación neurótica es mayor.

[...]


[1] Según Moscovici (citado en Mora, 2002) una representación social se define como una modalidad particular del conocimiento, cuya función es la elaboración de los comportamientos y la comunicación entre individuos; la respresentación es un corpus organizado de conocimientos y una de las actividades psíquicas gracias a las cuales los hombres hacen inteligibles la realidad física y social, se integran a u grupo en una relación cotidiana de intercambios, liberan los poderes de su imaginación. Esto quiere decir que el conocimiento de sentido común que tiene como objetivo comunicar, estar al día y sentirse dentro del ambiente social y que se origina en el intercambio de comunicaciones en el grupo social. Es una forma de conocimiento a través de la cual quien conoce se coloca dentro de lo que conoce. Al tener la representación social dos caras- la figurativa y la simbólica- es posible atribuir a toda figura un sentido y a todo sentido una figura. Según Farr (1986) aparecen cuando los individuos debaten temas de interés mutuo o cuando existe el eco de los acontecimientos seleccionados como significativos o dignos de interés por quienes tienen el control de los medios de comunicación tienen una doble función, hacer que lo extraño resulte familiar y lo invisible perceptible. Moscovici (citado en Mora, 2002) estas surgen en momentos de crisis y conflictos; respondiendo a tres necesidades, la primera de clasificar y comprender acontecimientos dolorosos y complejos, justificando acciones planeadas o cometidas contra otras y diferenciar un grupo respecto de los demás. Por su parte, Jodelet (citado en Mora, 2002) menciona que hay cuatro fuentes de procedencia de la información que va de lo más personal a lo más impersonal: la vivencia del propio sujeto, lo que piensa el sujeto de sí, lo adquirido a través de la comunicación social y la observación (creencias populares y refranes) y los conocimientos adquiridos a través de los medios más formales como estudios, lecturas, profesión.

[2] Espurio: falso, no auténtico

Final del extracto de 107 páginas

Detalles

Título
Las Vivencias de los Hombres en sus Relaciones de Pareja
Subtítulo
Hombres en relaciones heterosexuales de Campeche, México
Universidad
Autonomous University of Campeche
Calificación
10
Autores
Año
2015
Páginas
107
No. de catálogo
V378674
ISBN (Ebook)
9783668578968
ISBN (Libro)
9783668578975
Tamaño de fichero
927 KB
Idioma
Español
Palabras clave
vivencias, hombres, relaciones, pareja, campeche, méxico
Citar trabajo
Sinuhé Estrada Carmona (Autor)Gabriela Isabel Pérez Aranda (Autor), 2015, Las Vivencias de los Hombres en sus Relaciones de Pareja, Múnich, GRIN Verlag, https://www.grin.com/document/378674

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