Dinámicas familiares en el desuso y posible extinción del totonaco de Misantla, Veracruz


Tesis Doctoral / Disertación, 2015

293 Páginas, Calificación: A unanymous "pass" awarded.


Extracto


Índice

Introducción

Capítulo I Panorama general de las lenguas nacionales
1.1. Las lenguas indígenas en el Estado de Veracruz
1.2. Los totonacos y su lengua
1.3. Características del totonaco de Misantla

Capítulo II El problema de la extinción de lenguas
2.1. Justificación
2.2. Preguntas de la investigación
2.3. Objetivo General
2.4. Objetivos específicos

Capítulo III Algunas causas del desplazamiento lingüístico
3.1. Un fenómeno multifactorial
3.2. La educación
3.3. Factores económicos, globalización y modernidad
3.4. Discriminación
3.5. Las lenguas extranjeras y el español
3.6. El aislamiento geográfico
3.7. El nacionalismo
3.8. El fin de un ciclo
3.9. Una amenaza a la multiculturalidad

Capítulo IV Políticas lingüísticas a través de la historia nacional
4.1. Triple Alianza
4.2. La Colonia
4.3. El México independiente
4.4. Periodo post-revolucionario
4.5. Tiempo presente

Capítulo V Antecedentes teóricos
51. Disciplina de abordaje del problema
5.2. Perspectivas teóricas de abordaje del problema
5.2.1. Cambios culturales y lingüísticos
5.2.2. Desplazamiento o mantenimiento: sistemas etnoculturales de control
5.2.3. Modelo de ecología de presiones
5.2.4. Etapas de integración sociocultural
5.2.5. Dinámicas familiares

Capítulo VI Marco conceptual
6.1. Extinción de una lengua
6.2. Bilingüismo
6.3. Recordante
6.4. Familia y prácticas familiares
6.5. Jerarquía y género

Capítulo VII Metodología
7.1. Fundamentos epistemológicos
7.1.1. El concepto de paradigma
7.1.2. El paradigma constructivista
7.1.3. El enfoque cuantitativo
7.1.4. El enfoque cualitativo
7.2. Encuadre metodológico
7.2.1. Estudio de campo
7.2.2. Etnografía
7.3. Herramientas para la colecta de datos
7.3.1. Entrevista
7.3.2. Diario de campo
7.3.3. La encuesta
7.3.4. Consulta de documentos
7.4. Herramientas para el análisis de datos
7.4.1. Análisis del discurso narrativo
7.4.2. Análisis de encuestas
7.4.3. Análisis de documentos
7.5. Procedimiento de la investigación
7.6. Contexto de la investigación
7.6.1. San Marcos Atexquilapan
7.6.2. Landero y Coss
7.6.3. Yecuatla
7.7. Participantes
7.8. Selección de la muestra
7.9. Lineamientos éticos

Capítulo VIII Desarrollo, educación, y descenso de la población hablante de totonaco
8.1. Población, infraestructura y educación a fines del siglo XIX
8.1.1. Población
8.1.2. Infraestructura
8.1.3. Educación
8.2. Población, infraestructura y educación del 1900 a 1929
8.2.1. Población
8.2.2. Infraestructura
8.2.3. Educación
8.3. Resumen del periodo
8.4. Población, infraestructura y educación de 1930 a 1949
8.4.1. Población
8.4.3. Educación
8.4.4. Los pueblos indígenas
8.5. Población, infraestructura y educación de 1950 a 1989
8.5.1. Población
8.5.2. Infraestructura
8.5.3. Educación
8.5.4. Los pueblos indígenas
8.6. Resumen del periodo
8.7. Población, infraestructura y educación de 1990 al 2010
8.7.1. Población
8.7.2. Infraestructura
8.7.3. Educación
8.8. Resumen del periodo

Capítulo IX Factores que inciden en la extinción del totonaco misanteco
9.1. Dinámicas familiares
9.1.1. Los hijos
9.1.2. Los padres
9.1.3. Matrimonio con no hablantes de totonaco
9.1.4. Muerte de los interlocutores totonacos
9.2. Factores externos
9.2.1. Cambios en la comunidad
9.2.2. Prejuicios de personas no hablantes de totonaco
9.2.3. Los naolinqueños
9.2.4. La escuela

Conclusiones

Factores internos:

Factores externos

Interrupción o transmisión generacional del totonaco

Interrupción generacional del totonaco:

Transmisión generacional del totonaco

Situación del totonaco en las comunidades

Implicaciones para futuras investigaciones

Referencias

Apéndice A

Información sobre los cuestionarios de los censos

Apéndice B

Apéndice C

Apéndice D

Índice de ilustraciones

Ilustración 1.- Componentes del análisis de datos: Modelo de flujo (Miles y Huberman, 1994)

Ilustración 2.- Ubicación de San Marcos Atexquilapan con respecto a Xalapa y Naolinco. Fuente: Google maps.

Ilustración 3.- Imagen 1. San Marcos Atexquilapan. Se aprecia la carretera de acceso por el sureste así como las calles principales. Fuente: Google maps.

Ilustración 4.- Ubicación de Landero y Coss con respecto a Xalapa y Naolinco. Se ubica ligeramente al norte de San Marcos. Fuente: Google maps.

Ilustración 5.- Landero y Coss. Se aprecian acceso desde Naolinco por el sureste y calles principales. Fuente: Google maps.

Ilustración 6.- Ubicación de Yecuatla con respecto a Misantla y Naolinco. Se ubica ligeramente al noreste de Naolinco. Fuente: Google maps.

Ilustración 7.- Yecuatla. Se aprecian calles principales. El acceso desde Misantla y Naolinco es por el oeste. Fuente: Google maps.

Ilustración 8.- Población hablante de totonaco, 1895-1921. Fuente: propia.

Ilustración 9.- Población hablante de totonaco, 1930-1980. Fuente: propia.

Ilustración 10.- Población hablante de totonaco, 1990-2010. Fuente: propia.

Ilustración 11.- Gráfica comparativa de la población hablante de totonaco, 1930-2010. Fuente: propia.

Ilustración 12.- Los hijos. Fuente: propia

Ilustración 13.- Los padres. Fuente: propia.

Ilustración 14.- Matrimonio. Fuente: propia

Ilustración 15.- Muerte de los interlocutores totonacos. Fuente: propia.

Ilustración 16.- Cambios en la comunidad. Fuente: propia.

Ilustración 17.- Prejuicios. Fuente: propia.

Ilustración 18.- La escuela. Fuente: propia.

Índice de tablas

Tabla 1.- Participantes. Fuente: propia

Tabla 2.- Participantes de Naolinco. Fuente: propia.

Tabla 3.- Hablantes de totonaco en el estado, 1895. Fuente: propia.

Tabla 4.- Hablantes de totonaco en el estado y la región, 1900. Fuente: propia.

Tabla 5.- Hablantes de totonaco en el estado, 1910. Fuente: propia.

Tabla 6.- Hablantes de totonaco en el estado, 1921. Fuente: propia.

Tabla 7.- Hablantes de totonaco en las localidades de estudio, 1930. Fuente: propia

Tabla 8.- Hablantes de totonaco en las localidades de estudio, 1940. Fuente: propia.

Tabla 9.- Hablantes de totonaco en las localidades de estudio, 1950. Fuente: propia

Tabla 10.- Hablantes de totonaco en las localidades de estudio, 1960. Fuente: propia

Tabla 11.- Hablantes de totonaco en las localidades de estudio, 1970. Fuente: propia.

Tabla 12.- Hablante de totonaco en las localidades de estudio, 1980. Fuente: propia.

Tabla 13.- Población hablante de totonaco, 1930-1980. Fuente: propia.

Tabla 14.- Población hablante de totonaco, 1990-2010. Fuente: propia.

Introducción

El interés por hacer un trabajo de investigación sobre la extinción de lenguas nace de la siguiente situación. Durante una estancia de 5 años en los Estados Unidos, tuve la oportunidad de constatar un fenómeno lingüístico del cual había oído hablar pero no había tenido la oportunidad de apreciar de forma personal. Este fenómeno tiene dos variantes principales. La primera es que, entre las familias de inmigrantes de origen hispano, los hijos a menudo tienden a comunicarse con sus amigos y vecinos, e incluso con sus hermanos, cuando no están los padres cerca, en la lengua que recién han aprendido en la escuela, es decir el inglés. Sin embargo, continúan usando el español con sus padres de manera regular, ya sea porque los padres son monolingües de español o porque, siendo éstos también bilingües, se han empeñado en que el español se preserve, por apego a la lengua misma, por ser ésta su lengua madre, o por sentirse más cómodos expresándose en dicho idioma.

En cuanto a los hijos, imagino que la nueva lengua tendrá para ellos un valor parecido a la de un traje nuevo que los chicos presumen con sus pares. Esta adquisición lingüística los hace totalmente funcionales en su nuevo ambiente a la vez que, de algún modo, pudiera proporcionarles un sentido de pertenencia al grupo de los bilingües, a la vez que los distingue de los recién llegados que solo hablan español. Sin embargo, los hijos respetan la decisión de los padres de hablar español al dirigirse a ellos o dentro del hogar, ya sea por concordar con tal regla o por convicción propia del valor que tiene ser bilingüe.

Una segunda variante es aquella en la que estos descendientes de inmigrantes van un poco más lejos y utilizan el inglés prácticamente en todas las situaciones comunicativas, tanto dentro como fuera del hogar, con amigos y hermanos, pero también con los padres. Esto sin tomar en cuenta el hecho de que los padres se dirijan a sus hijos en español. Desde luego, los hijos responden a sus padres en inglés porque hay la certeza de que sus progenitores comprenden esta lengua lo suficiente como para entender lo que se les dice, a pesar de querer obstinarse en implementar una política lingüística doméstica orientada a preservar el español en la familia. Nuevamente, imagino que estando inmersos en un ambiente predominantemente angloparlante y teniendo escasa o nula memoria de un tiempo y una comunidad o ciudad donde todos hablaban español, podrían los hijos, e incluso los padres, considerar absurdo esforzarse en preservar una lengua en la cual ven poco valor práctico, dadas sus condiciones de vida presentes.

Al contemplar las situaciones arriba descritas, podrían preverse dos posibles resultados: el mantenimiento de una lengua en una situación de desventaja; o bien su desplazamiento[1] -la lengua en cuestión cae en desuso, lo cual puede llevar a que desaparezca por completo; es decir, que se extinga. En el primer caso, las dos lenguas conviven, lado a lado, utilizándose ambas en sus respectivos dominios; la lengua materna se usa para el ámbito familiar y social, mientras que la dominante se emplea en el trabajo y en el trato con los hablantes de esa lengua. En el segundo, la lengua minoritaria desaparece más temprano que tarde, a veces en el curso de un par de generaciones. Esto me llevó también al planteamiento teórico que busco desarrollar en el presente trabajo:

Aun cuando la extinción o muerte de una lengua es un fenómeno multicausal, lo que resulta fundamental para que una lengua minoritaria perdure o desaparezca son las dinámicas familiares, es decir, los distintos elementos dentro del núcleo familiar y cómo éstos interactúan para fijar una política lingüística doméstica y así decidir qué lengua se debe hablar entre padres e hijos.

Al regresar a México e inscribirme en el programa de Doctorado en Ciencias del Lenguaje, hoy Doctorado en Estudios del Lenguaje y Lingüística Aplicada, pasé de la imaginación a la investigación, y de la relación entre el inglés y el español, mi interés se centró en la difícil situación que guardan muchas de las lenguas indígenas de nuestro país. Éste fue un paso decisivo para obtener, mediante el desarrollo de un proyecto de investigación viable, fundamentado en la investigación de campo y en la consulta de distintas fuentes de información, datos suficientes que me proporcionaran un sustento empírico para el planteamiento teórico arriba esbozado.

La investigación aquí presentada se inscribe dentro de la línea de generación y aplicación del conocimiento relativa a la diversidad lingüística e interculturalidad dentro del mencionado programa. De acuerdo con la página del programa de Doctorado en Estudios del Lenguaje y Lingüística Aplicada, esta línea tiene como campo de estudio “[…] la diversidad lingüística y cultural del estado de Veracruz y reconoce el papel relevante que ésta desempeña en el desarrollo sustentable de las regiones multiculturales.” Esta diversidad es considerada como una riqueza invaluable, y es por ello que la línea alienta a los interesados a desarrollar estudios de “[…] lengua, lenguaje y cultura desde perspectivas interculturales, sociolingüísticas, antropológicas y de lingüística aplicada, que fomenten la resolución de problemáticas en torno a la conservación, difusión, actualización e interacción entre las comunidades hablantes de lenguas nacionales.”

Dentro de dicha línea, existen dos temáticas bajo las cuales se inscribe este trabajo:

- Lenguas vulnerables y amenazadas
- Situación sociolingüística de las lenguas

La lengua en situación de riesgo, objetivo de esta investigación, es el totonaco misanteco, cuya descripción y características se abordan en el primer capítulo, después de hacer una reseña general del panorama de las lenguas en nuestro país y en el estado de Veracruz.

En el segundo capítulo, se plantea el problema del cual se ocupa esta investigación. Asimismo, se plantean las preguntas a las cuales busca responder, y se señalan los objetivos de la misma.

En el tercer capítulo, se hace una revisión de la literatura a fin de conocer cómo otros investigadores se han ocupado del fenómeno de la extinción de las lenguas desde distintas perspectivas que tienen que ver más bien con causas sociales, presiones económicas, la educación, entre otros factores, soslayando de algún modo al individuo y su núcleo familiar.

El capítulo cuarto fija la investigación dentro del contexto temporal proporcionado un marco histórico. En este capítulo se hace una reseña de las políticas lingüísticas que se han seguido en nuestro país a través de las diferentes etapas históricas por las que ha pasado y de su impacto en las lenguas indígenas utilizadas por distintos grupos en el territorio nacional.

En este mismo tenor de ideas, en el capítulo quinto, se revisan las distintas posturas teóricas desde las cuales los autores citados han buscado explicar el desplazamiento de las lenguas. El objetivo es reconocer las valiosas aportaciones de estos teóricos, pero también refrendar la aportación de la presente investigación en el sentido de quién tiene la última palabra en cuanto a qué lengua se conserva o no; al menos en el caso de esta investigación, son los propios individuos inmersos en dinámicas familiares que impactan la lengua de uso en el hogar. Es en el seno de la familia donde, en última instancia, se libra la batalla por la supervivencia de una lengua. Si bien el hecho de que en una unidad familiar se utilice una lengua indígena para la comunicación entre sus miembros puede no tener mayor efecto en el resto de la comunidad, sí implica la preservación de la lengua en ese limitado pero significativo espacio.

El capítulo sexto intenta definir algunos conceptos centrales para la presente tesis, tales como extinción de una lengua, bilingüismo, recordante, familia y prácticas familiares, jerarquía y género, sobre los cuales gira mucho del discurso aquí articulado.

El capítulo séptimo describe el diseño metodológico utilizado para la recolecta de datos así como para el análisis de los mismos. En esta misma sección se describen con detenimiento las distintas herramientas utilizadas, el procedimiento seguido, y se proporciona una detallada descripción de los participantes, elemento importantísimo sin cuya cooperación, disposición y buena voluntad, este trabajo habría resultado imposible de llevar a cabo. Se describe, asimismo, el contexto de la investigación a fin de ubicarlo con precisión en la vasta geografía nacional.

El capítulo octavo tiene que ver con la historia local y el desarrollo de la región. Este capítulo es de suma importancia ya que si bien las políticas domésticas relativas a la lengua son decisión de los propios involucrados, éstas no están desvinculadas de los cambios en la comunidad, mismos que no pueden sustraerse a los cambios que se van dando en la región en el devenir de los años.

En el capítulo noveno, se presentan los resultados de la parte etnográfica de la investigación. Esto es, los factores que inciden en la desaparición de la lengua, entendidos estos como dinámicas familiares que tienen que ver exclusivamente con los cambios al interior de la familia y las decisiones tomadas por sus distintos elementos en cuanto a la lengua del hogar, por un lado y, por el otro, con factores que tienen un origen externo, es decir en la comunidad y en la región, pero que impactan de forma importante dichas decisiones. En este capítulo se presentan abundantes testimonios de los participantes que dan cuenta de esas decisiones que ellos mismos, sus padres, sus hijos, o sus cónyuges tomaron y que llevaron a la desaparición de la lengua materna en el hogar en la inmensa mayoría de los casos.

Por último, se presentan las conclusiones de la investigación, refrendando lo planteado a lo largo de los capítulos anteriores, en el sentido de que la desaparición de las lenguas tiene mucho que ver con la transmisión de éstas de padres a hijos, lo que le da a este fenómeno un carácter profundamente familiar, siendo esto, en última instancia, decisión exclusiva de los propios afectados. Resalto “en última instancia” ya que tomo la expresión de manera literal. Los seres humanos no podemos fácilmente sustraernos de lo que acontece a nuestro alrededor, pero, finalmente , vuelvo a enfatizarlo: somos nosotros quienes tomamos las decisiones que determinan nuestras vidas y, a veces, las vidas de quienes nos rodean.

Capítulo I Panorama general de las lenguas nacionales

México es un país afortunado en cuanto a diversidad étnica; existen en el presente sectores considerables de la población que conservan sus lenguas originales así como sus costumbres, las cuales se remontan a tiempos prehispánicos. El Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) documenta que, según el censo del año 2010 (INEGI, 2013), a nivel nacional, 6 de cada 100 habitantes de 3 años y más hablan alguna lengua indígena. Asimismo, informa que existen 89 lenguas indígenas que se hablan en México. Por su parte, el Instituto Nacional de las Lenguas Indígenas (INALI) da cifras diferentes. Según el INALI (2010), en el territorio nacional existen 11 familias lingüísticas, de las cuales se derivan 68 agrupaciones lingüísticas. Éstas a su vez agrupan a 364 variantes lingüísticas. Esto se contrapone a la afirmación de que, si en México hay 62 grupos indígenas, entonces son 62 lenguas las que existen. En cualquier caso, la diversidad es impresionante.

En eso coinciden López Austin y López Luján (2001: 63, 64)[2], quienes afirman que los mesoamericanos pueden ser agrupados en 16 familias lingüísticas. Algunas de éstas cuentan con varias lenguas mientras que otras cuentan con solo una o dos.

En términos numéricos, los datos del Censo 2010, arrojan una cifre de 6 695 228 que hablan alguna lengua indígena atendiendo a los criterios de edad señalados en dicho censo. Esto significa que un 6.8% del total de la población encaja dentro de este rango de edades. Si comparamos los datos de los últimos tres censos, el panorama parece alentador ya que, de 1990 a la fecha, el número de personas que hablan alguna lengua indígena ha ido en aumento. En 1990 había 5 282 347. Este número creció a 6 044 547 en el año 2000 y, en el año 2010, aumentó a 6 695 228 (INEGI, 2013).

Sin embargo, es preciso hacer notar que en censos previos, la información sobre lengua indígena correspondió, efectivamente, a la población de 5 años y más de edad, mientras que en 2010 este criterio se modificó para incluir a personas de 3 años o mayores bajo el argumento de que la capacidad lingüística de las personas ya está formada al cumplir los 3 años. Esto implica que no se puede precisar con exactitud si la población hablante de alguna lengua indígena ha aumentado o disminuido debido a la inconmensurabilidad de los datos (ver notas sobre los censos en los apéndices).

Nuestro optimismo inicial, respecto del panorama, se matiza aún más si tomamos en cuenta que de esta población, solo 980 894 hablan alguna lengua indígena y no hablan español actualmente. Lo anterior representa una disminución de la población monolingüe, en lengua indígena, con respecto al año 2000, según el censo del mismo año, cuando había 1 002 236 hablantes indígenas monolingües. En otras palabras, cerca del 85% de la población que habla una lengua indígena también habla español. Aunque aún es considerable el número de personas monolingües, el número ha ido a la baja en los últimos 10 años, aun con los ajustes al criterio de edad que se hicieron en 2010.

Otros datos proporcionados por el INEGI, con base en el censo 2010, muestran que un número importante de la población, de 5 años y más, habla náhuatl, (1 586 884 hablantes), maya (796 405), y lenguas mixtecas (494 454), siendo estas tres las que cuentan con el mayor número de hablantes. Sin embargo, hay otras lenguas que también destacan por su número de hablantes. La primera de ellas es el tzeltal (474 298 hablantes). Le siguen las lenguas zapotecas (460 683 hablantes), el tzotzil o tsotsil (429 168 hablantes), el otomí (288 052 hablantes), el totonaca o totonaco (250 252 hablantes), el mazateco (230 124 hablantes), el chol o ch’ol (222 051 hablantes), y otras lenguas que juntas alcanzan el número de 1 462 857 hablantes.

Estos idiomas se han ido incorporando al grupo de las lenguas indígenas mayoritarias al aumentar el número de personas que las dominan. Lo que es importante notar es que las primeras cuatro lenguas, por número de hablantes, suman 50% de la población que habla alguna lengua indígena. Mientras que a la población hablante de las lenguas zapotecas, el tzotzil, el otomí, el totonaco, el mazateco y chol, le corresponde el 28%. El resto de la población que nos ocupa, unos 1 462 857 personas, son hablantes de otras lenguas y solo constituyen el 22%.

1.1. Las lenguas indígenas en el Estado de Veracruz

En el estado de Veracruz, la población total que habla alguna lengua indígena es de 622 760 hablantes, de los cuales 510 191 hablan también español, mientras que 73 600 no lo hablan. En el estado existe una extraordinaria diversidad lingüística ya que en él viven hablantes de 68 lenguas nacionales. Sin embargo, es importante señalar que en el caso de algunas lenguas solo existe un hablante registrado, de acuerdo con el censo de población 2010[3].

La lengua indígena que cuenta con el mayor número de hablantes en el estado es el náhuatl, con 355 785. En segundo lugar, se encuentra el totonaco, con 120 810 hablantes. De acuerdo con Morales (2008), las lenguas de la familia totonacana, entre las que destacan el totonaco y el tepehua, se hablan primordialmente en los estados de Veracruz, Hidalgo y Puebla. La región en la cual se hablan las lenguas totonacas es conocida como Totonaca­pan.

Durante la primera mitad del siglo XIX, el territorio veracruzano sufrió varias modificaciones en sus límites. La Constitución del Estado de Veracruz de 1825 tuvo como objetivo organizar su división política y territorial y de acuerdo con la ley, vigente hasta 1835, la entidad estaba dividida en 12 cantones agrupados en 4 departamentos. Los cantones eran demarcaciones territoriales que agrupaban a un número determinado de poblaciones por su vecindad geográfica. El Totonacapan quedaba localizado en los departamentos de Veracruz, que comprendía los cantones de Veracruz, Tampico, Papantla, y Misantla; y Xalapa, compuesto por los cantones de Xalapa y Jalacingo (Chenaut, 1995).

La modificación más reciente, en lo concerniente a sus límites, ocurrió en 1940 cuando el Totonacapan se habría reducido en su parte sur -debido a la aculturación[4] de sus hablantes- quedando solo algunas comunidades de habla totonaca en áreas cercanas a Xalapa y Misantla. En 1940, la porción que conectaba las regiones norte y sur del Totonacapan y que iba desde Jalacingo a la costa ya no pudo ser definida como totonaca en virtud de que sus hablantes se habían aculturado (Chenaut, 1995). Actualmente, puede definirse el Totonacapan simplemente como el área donde todavía se habla totonaco.

En la actualidad, esta zona lingüística está dividida en dos franjas. Una de ellas se halla al sur de Veracruz, en la sierra baja comprendida entre Xalapa y Misantla. La otra se localiza entre la Sierra Norte de Puebla y la costa veracruzana cercana a Tecolutla. El tepehua se asienta justo al norte de esta zona, en los linderos de los tres estados antes mencionados. La mayoría de los hablantes de totonaco se distribuye entre los estados de Veracruz y Puebla. Sin embargo, Morales (2008) menciona que hay hablantes de esta familia de lenguas en prácticamente todos los estados del país. Advierte, sin embargo, que desde un punto de vista lingüístico, “la zona totonaco-tepehua -en particular el Totonacapan- ha venido estrechándose y adoptando diversas configuraciones internas a lo largo de los años” (Morales, 2008: 202).

Entre las causas de este adelgazamiento lingüístico, Morales (2008) menciona que luego de la llegada de los españoles se produjo uno de los impactos más grandes sobre los pueblos del Totonacapan. Cita como ejemplo a la ciudad de Zempoala (Cempoala), Veracruz, donde se calcula que el número de habitantes pasó de aproximadamente 80 mil totonacos en 1519, a solamente unos 80 en 1550 (Kelly y Palerm, 1952, en Morales, 2008). En el mismo trabajo, Morales explica que, según fuentes bibliográficas, las causas de tan dramática reducción se pueden encontrar en las epidemias que asolaron la Nueva España, los trabajos forzados o servicios personales a los cuales se sometía a los indígenas y la migración de los pueblos indios hacia sitios fuera del alcance de los conquistadores. Esto coincide con lo señalado por Adelaar (1999), en el sentido de que la llegada de los conquistadores españoles fue en buena medida responsable por la pérdida de toda la diversidad lingüística en la región media de los Andes.

Como lo señala Tusón (2003), la historia de los pueblos y de los contactos entre los pueblos puede entenderse como una larga historia de presiones y opresiones, una lucha constante e irracional en la que el más fuerte casi siempre ha acabado imponiéndose al más débil, al que no había apostado a la fuerza sino a la razón, al que no guardaba deseos de expandirse a costa de sus vecinos. Esta historia de dominados y dominadores ha corrido a la par con la historia de la muerte de las lenguas, en tanto que, a menudo, naciones poderosas y con una política expansionista, suelen hacer del lenguaje un símbolo de poder. Esto explicaría por qué hay grupos que tratan de imponerles a otros su idioma. También aclararía el hecho de que, ante dichas presiones, pueblos enteros hayan tenido que migrar hacia otros lugares, fuera del alcance de sus opresores.

Es muy posible que los movimientos migratorios arriba mencionados hayan dado origen a algunos de los pueblos que se asientan dentro del área geográfica que comprende esta investigación. En los siglos XX y XXI, el encogimiento lingüístico de la región ha cobrado nuevo auge con la renuncia paulatina, pero inexorable, de una parte de los hablantes totonacos a transmitir o a aprender su lengua materna. La modernidad ha traído consigo carreteras, mejores vías de comunicación y escuelas. En consecuencia, ha habido cambios en la economía de los pueblos, así como un mayor contacto con la población mestiza hispanohablante. Dichos cambios, entre otros, han jugado un papel muy importante en este fenómeno de encogimiento lingüístico que, por lo demás, es común a otras lenguas indígenas del país.

Morales (2008) afirma que el desvanecimiento más evidente del territorio totonaco es mucho más evidente en el lindero austral del área, en el estado de Veracruz. En esta área geográfica se localizan los municipios con el menor número de hablantes de toda la zona totonaca. Al momento de su investigación, la mayoría de ellos contaban con edades que superaban los 40 años. Misantla, Yecuatla, Chiconquiaco, Miahuatlán, Landero y Coss, Naolinco, Jilotepec, y Xalapa, se localizan precisamente en el límite sur del Totonacapan contemporáneo. Uno de los pueblos donde se llevó a cabo el presente trabajo de investigación, San Marcos Atexquilapan (Atesquilapan), también se encuentra localizado en esta zona, a unos cuantos kilómetros de Naolinco, la cabecera municipal. Cabe aclarar que Morales no menciona a Atexquilapan en su trabajo.

1.2. Los totonacos y su lengua

Los totonacos son un pueblo muy antiguo, afirma González Bonilla (1942), anterior a los chichimecas y quizá a los toltecas, antecesores de estos últimos. Los lugares de asiento más antiguos de los totonacas estaban “con certeza”, en los distritos septentrionales de Puebla, en la sierra de Misantla y en la llanura de Papantla (González Bonilla, 1942). González Bonilla (1942) también afirma que su territorio se extendía desde el río Tuxpan hasta el de La Antigua, y comprendía las faldas de la Sierra Madre, desde Huachinango hasta el Cofre de Perote.

Los totonacos, asegura González Bonilla (1942), son un pueblo con un idioma aislado de la masa de los chichimecas, a quienes los mexicanos consideraban ajeno en su origen y en su civilización y a los que se les nombraba como nonoalcas y popolocas, como los olmecas, y a los cuales los mexicanos consideraban “bárbaros” o gente de habla extranjera. No hay acuerdo en cuanto a la etimología de la palabra totonaco ya que las interpretaciones difieren según si se le considera una derivación del náhuatl o del totonaco mismo. Chenaut (1995) refiere que, de acuerdo con Sahagún, en náhuatl, totonaco denota poca capacidad o habilidad, algo así como “rústico”. Si se acepta la derivación totonaca, “totonaco” significa “tres corazones” en la variedad del totonaco de Papantla, o bien “tres panales” en el totonaco misanteco, según lo refiere el Catecismo de la Doctrina Cristiana publicada por Domínguez (1837, en Chenaut, 1995).

En cuanto a su origen, según Morales Lara (2008), hay por lo menos tres posibles procedencias propuestas por los especialistas. La primera de ellas sugiere nexos con los teotihuacanos. Este posible origen es planteado por García Payón (1952, 1953, en Morales Lara, 2008). La segunda propuesta relaciona a los totonacos con los olmecas; según Morales Lara (2008), esta posición sobre el origen de los totonacos se plantea con mayores detalles en Jiménez Moreno (1942) y a su vez es resumida por Kelly y Palerm (1952, en Morales Lara, 2008). Una tercera posibilidad, apenas sugerida por Kelly (1952, 1953 en Morales Lara, 2008), destaca algunos rasgos no mesoamericanos de la cultura totonaca.

1.3. Características del totonaco de Misantla

La siguiente descripción del totonaco de Misantla se basa en el artículo Relaciones internas de las lenguas totonaco-tepehuas de MacKay y Trechsel (2011), aparecido en las Memorias del V Congreso de Idiomas Indígenas de Latinoamérica. Dicho artículo proporciona una serie de elementos que precisan con claridad las características del totonaco de Misantla, aun cuando faltan datos fonológicos y morfológicos más complejos, como lo señalan los mismos autores.

Para esta descripción, los autores se basan en datos bastante completos sobre el totonaco de Misantla, así como en los datos resultantes de un cuestionario que administraron a veinticuatro pueblos totonacos. El cuestionario fue diseñado por Kaufman, MacKay, y Trechsel y fue administrado por Benigno Robles en 2004 y 2005.

Tradicionalmente, se ha propuesto que la familia totonaco-tepehua tiene dos ramas - la totonaca, compuesta de cuatro ramas -el INALI (2010) distingue 7 variantes lingüísticas para el totonaco-, y la tepehua, compuesta de tres ramas. Al día de hoy, la diferenciación entre las lenguas tepehuas y las totonacas se ha basado, principalmente, en comparaciones léxicas. MacKay y Trechsel (2011) señalan algunos aspectos morfológicos, fonológicos y léxicos que distinguen al totonaco de Misantla de las otras ramas del totonaco.

MacKay y Trechsel (2011) afirman que el totonaco de Misantla es la variante más sureña y que es bastante diferente de las demás lenguas totonacas. El totonaco de Misantla exhibe una serie de rasgos morfológicos que la distinguen de sus lenguas hermanas. Los autores aclaran que la lista no es exhaustiva, pero que sí hace evidente que el totonaco de Misantla contiene elementos que no están presentes en las demás lenguas totonacas (MacKay y Trechsel, 2011). A continuación, cito de forma textual varios fragmentos que dan cuenta de estas diferencias (MacKay y Trechsel, 2011: 11-14):

Objeto de tercera persona plural

El totonaco de Misantla se distingue de las demás lenguas totonacas y tepehuas al usar el prefijo /laa-/10 '(3)OBJ.PL' para indicar un objeto de tercera persona plural.

Ninguna de las otras lenguas totonacas indica un objeto de tercera persona plural de esta manera.

Objeto de segunda persona plural

El totonaco de Misantla usa la combinación del prefijo /taa-/ '2OBJ.PL' con el sufijo /-na/ '2OBJ' para indicar un objeto de segunda persona plural.

En combinación con un sujeto de primera persona, esta combinación significa un sujeto de primera persona con un objeto de segunda persona, pero la pluralidad viene asociada con uno o ambos de los argumentos, como consecuencia, su significado es ambiguo. Esta combinación de morfemas es única en las lenguas totonacas.

Comitativo

El totonaco de Misantla usa la combinación de /laa-...-na/ 'COM' junto con la inflexión de sujeto para indicar que el verbo tiene un argumento comitativo. Las demás lenguas (incluso las lenguas tepehuas) usan el prefijo /ta̰a̰-/ 'COM'. Este prefijo añade un argumento al verbo que viene marcado con inflexión de objeto. En Misantla, el argumento no es marcado como objeto, sino como sujeto.

Tiempo pasado

En el totonaco de Misantla, se usa el sufijo /-šta̰n/ 'PAS' para indicar el tiempo pasado. En todas las otras lenguas totonacas y las lenguas tepehuas se usa el prefijo /iš-/ 'PAS'.

Progresivo

El totonaco de Misantla es la única lengua en la familia que indica el progresivo usando una forma perifrástica que emplea el verbo de movimiento /ʔan/ 'va'. Se prepone /ʔan/ 'va' al verbo principal inflexionado.

Las demás lenguas totonacas sufijan el morfema /maa(')/ 'PROG', junto con su inflexión perfectiva, al verbo principal para indicar el progresivo, o sea /-maa(')/ 'PROG' + /-ɬi/ 'PFV'. El sufijo progressivo /-maa(')/ 'PROG' deriva históricamente del estativo posicional /maa(')/ 'acostado'. Los estativos posicionales en todas las lenguas totonacas emplean inflexión perfectiva (o sea, /-ɬi/ 'PFV' o /-ti/ '2PFV').

Recíproco

En el totonaco de Misantla, el prefijo recíproco /laa-/ 'RECIP' debe ser acompañado por el prefijo /ta-/ 'SUJ.PL' y el sufijo reflexivo /-kan/ 'REFL', para expresar una relación recíproca.

En todas las otras lenguas totonacas, únicamente el prefijo /laa-/ 'RECIP' se usa para indicar la relación recíproca.

Perfecto

En contraste con las demás lenguas totonacas y tepehuas, el totonaco de Misantla no tiene el aspecto perfecto.

Con base en estos datos investigados por MacKay y Trechsel (2011: 11-14), se puede establecer que el totonaco de Misantla difiere claramente de las demás variantes totonacas.

Capítulo II El problema de la extinción de lenguas

Al parecer, no hay nada inusual en el hecho de que una lengua desaparezca y de que comunidades enteras hayan ido y venido a través de la historia llevándose con ellas la lengua que hablaban, sin dejar testimonio escrito de ésta (Crystal, 1999). Sin embargo, lo que Crystal documenta es extraordinario, si se compara con lo que sucedía en el pasado. En nuestro tiempo la extinción de lenguas está ocurriendo a escala masiva. La cifras son reveladoras; aun cuando no todas las lenguas del mundo han sido debidamente identificadas y estudiadas, se estima que existían unas seis mil leguas al final del segundo milenio, de las cuales cerca de la mitad -los cálculos varían- van a extinguirse al final del presente siglo. Tales cálculos son apabullantes; tres mil lenguas van a desaparecer en 1200 meses. Esto significa que en promedio una lengua desaparecería en algún lugar del mundo cada dos meses.

Diamond (2001) coincide con Crystal en que de las seis mil lenguas que se hablan en la actualidad, tan solo quedarán unas doscientas para finales del presente siglo. Cuando hablamos de la trágica pérdida de la diversidad, usualmente nos referimos a la actual desaparición de la biodiversidad. Sin embargo, por un largo tiempo, otro tipo de diversidad se ha estado perdiendo con consecuencias mucho más directas para los seres humanos: la extinción de nuestras lenguas.

The Economist (2002) reporta que según la UNESCO, el organismo de las Naciones Unidas encargado de la cultura, la mitad de las más o menos 6,000 lenguas, habladas en la actualidad, podrían morir en una generación. Grupos indígenas nómadas tales como los aborígenes australianos (con 400 lenguas) y los San de África del Sur, hablan un gran número de lenguas ancestrales, las cuales se han vuelto vulnerables conforme sus estilos de vida tradicional desaparecen. De 1,400 lenguas africanas, 500 están en decadencia, y la mitad de ellas se enfrentan a la posibilidad de extinguirse.

Diez lenguas mueren cada año, afirma Bjeljac-Babic (2000), lo cual requiere de la acción internacional para detener la erosión de la diversidad cultural. Bjeljac-Babic (2000) coincide en que la muerte de lenguas no es un fenómeno nuevo. Desde que las lenguas se diversificaron, al menos 30,000 han surgido y desaparecido sin dejar rastro alguno, ya que las lenguas en general tienen una esperanza de vida corta y una tasa de mortandad alta. Lo que llama la atención por su novedad es la velocidad con la cual esto está sucediendo.

Las conquistas coloniales europeas causaron un agudo decline en la diversidad lingüística, eliminando, al menos, 15% de todas las lenguas habladas entonces, señala Bjeljac-Babic (2000). En los últimos 300 años, Europa ha perdido una docena. En Australia solo quedan 20, en Brasil se han extinguido cerca de 540 desde que se inició la colonización portuguesa en 1530.

Generalmente, afirma Madera (1999), el desplazamiento, así como la pérdida o muerte de una lengua, se ha definido como el cambio que se produce por la decisión de una comunidad de renunciar a ella para adoptar otra, utilizando esta última en dominios anteriormente reservados para la lengua tradicional. Esto puede deberse a evaluaciones prácticas con respecto a la utilidad de la lengua materna, y no a un rechazo. Este proceso se da progresivamente, se puede iniciar con la interacción pública en algunos contextos limitados. Lo importante para que la lengua no se extinga, aquí Madera pone el dedo en la llaga, es que siga funcionando como medio de comunicación dentro de la familia. Precisamente, la tesis que aquí se sostiene es cuando los hablantes de una lengua deciden no utilizarla más en el contexto familiar, dicha lengua está condenada a morir. Una lengua muere cuando muere el último de sus hablantes.

Como ejemplo de lo anterior, The Economist (2002) refiere la muerte de Elsie Vaalbooi, a los 100 años de edad, el siete de octubre del 2002. Ella era una de las últimas hablante de n/u, un dialecto o variante lingüística del pueblo San, en algún tiempo un pueblo nómada. Solo un puñado de parientes ya ancianos pueden usar todavía el n/u, última variedad del !Ui, una familia de lenguas San habladas en el sur de África por cazadores-recolectores durante los pasados 3,000 años, y ahora al borde de la extinción.

Sorprendentemente, el activismo de la Sra. Vaalbooi, quien siempre luchó por la preservación de su lengua, encontró su par en los historiadores que afirman que el estudio de las lenguas largamente aisladas podría revelar el origen del lenguaje humano. Esta lengua, junto con otras del área han resultado sumamente complejas al utilizar más de 140 fonemas. El estudio de lenguas como el n/u podría revelar más acerca de las culturas de los cazadores-recolectores, pero el tiempo se agota. Cuando la Sra. Vaalbooi murió, no quedo casi nadie que conociera su lengua materna (The Economist, 2002).

En este sentido, la muerte de una lengua se parece mucho a la muerte de una persona; un día ahí está y al siguiente ya no. Una vez que esto sucede, cuando una lengua ha perdido al último de sus hablantes, resucitarla es muy difícil, aunque no imposible. Éste ha sido el caso en nuestra región donde, de acuerdo con Adelaar (1999), durante los últimos cinco siglos del segundo milenio, han desaparecido un gran número de lenguas indígenas en el continente americano. Aunque no se cuenta con cifras exactas, es casi seguro que al menos la mitad de las lenguas que se hablaban en el Nuevo Mundo han desaparecido. Lo mismo ha sucedido en Australia, partes de África, y las islas Canarias, aunque ahí es difícil de obtener una imagen clara de la situación original.

Dentro del continente americano, es en América del Sur donde han desaparecido más lenguas que en cualquier otro lugar sin haber sido siquiera documentadas aun de manera rudimentaria, afirma Adelaar (1999), lo cual también ha sucedido en partes de América Central y el Caribe. En partes significativas de América del Sur, el conocimiento de la situación etnolingüística original se limita a algunas menciones en registro antiguos.

Wichman (2007) sostiene que aun cuando la situación de las lenguas indígenas de México no es tan grave como en muchas partes de las Américas, un buen número de lenguas van a desaparecer dentro de pocas décadas. Entre éstas se encuentran las siguientes: kikapú, paipai, cucapá, kumiai, kiliwa, seri, lacandón, motocintleco, ixcateco, ocuilteco, oluteco, texistepequeño, zoque de Ayapa. En este mismo sentido, según reportes del INEGI correspondientes al Censo Nacional de Población y Vivienda, 2010 (INEGI, 2013), 19 lenguas indígenas plenamente identificadas, más otras lenguas indígenas no citadas por nombre, que se hablan en el territorio nacional cuentan con menos de 100 hablantes. Éstas son las siguientes (el número en paréntesis representa el número de hablantes de cada lengua):

Ayapaneco (4), chinanteco de Lalana (1), chinanteco de Petlapa (9), chinanteco de Sochiapan (2), chinanteco de Usila (77), chinanteco de Valle Nacional (29), cochimí (88), ixil (83), kiliwa (46), lacandón (20), mixteco de la costa (27), mixteco de la zona mazateca (6), mixteco de Puebla (39), papabuco (2), popoluca de la sierra (21), popoluca de Oluta (1), popoluca de Texistepec (1), solteco (10), zapoteco del Rincón (1), y otras lenguas indígenas de México (145).

Crystal (2005) plantea que existe la presunción de que cualquier lengua que tenga un número pequeño de hablantes está necesariamente en problemas. El sentido común nos dice que, en efecto, tal es el caso. De modo que, aunque hay excepciones, la mayoría de las personas aceptaría que una lengua hablada por menos de 100 personas se encuentra en una situación delicada. Tomando lo anterior como criterio, las lenguas arriba mencionadas se encuentran claramente en vías de desaparición en nuestro país.

Sin embargo, hay que dejar en claro que, a veces, un número muy bajo de hablantes no significa que automáticamente la lengua en cuestión va a desaparecer dentro de la generación actual de hablantes. Wichman (2007) añade que existen también diferentes lenguas y dialectos de los grupos grandes como mixteco, zapoteco, otomí, chinanteco o tlapaneco que se encuentran en peligro de desaparecer. La existencia de tantas variantes, sean lenguas o bien dialectos, hace difícil ver con claridad dónde urge más el trabajo de documentación. Cabe señalar que esta información que nos presenta Wichman (2007) muy probablemente tendría que ser revalorada ya que está basada en datos del Censo Nacional del año 2000.

Los cálculos de L.G. Baart (en Janjua, 2011), aunque menos alarmantes, advierten sobre la misma tendencia. Dicho investigador estima que hay cerca de siete mil lenguas actualmente y que el 15 % de las lenguas que se hablan en el mundo, se extinguirán. Los pesimistas calculan que entre el 75% y 90% desaparecerán en el transcurso de este siglo. El entorno histórico en el que se da esta extinción de lenguas casi epidémica tiene como contraparte el hecho de que el mundo vive, en términos generales, un capitalismo salvaje, sin frenos ni cortapisas que no podemos soslayar, donde se puede atestiguar una clara subordinación de los poderes del estado a los intereses de las grandes corporaciones transnacionales, y donde los “representantes” del pueblo no son otra cosa más que simples administradores de un mismo proyecto neoliberal (Zemelman, 2012).

En 1995, se inauguró en la Universidad de Tokio una Agencia Internacional de Noticias sobre Lenguas en Peligro de Extinción, en la cual se puso de manifiesto que la globalización (junto con el neoliberalismo) es un peligro para las lenguas indígenas en el mundo. En el mismo año, en los Estados Unidos se instituyó el Fondo para las Lenguas en Peligro de Extinción. El discurso de apertura del comité del Fondo fue en el siguiente sentido: las lenguas siempre han desaparecido a través de la historia, pero nunca nos habíamos enfrentado a la extinción masiva que ahora amenaza al mundo.

Garland (2006) afirma que, según el programa ambiental de las Naciones Unidas, hay de cinco mil a siete mil lenguas habladas en todo el mundo. De entre éstas, de cuatro mil a cinco mil están clasificadas como indígenas, usadas solo por tribus nativas. Más de dos mil quinientas están en peligro de extinción inmediata, y muchas más están perdiendo su conexión con el mundo natural, volviéndose piezas de museo, en lugar de lenguas vivas. Las personas preocupadas por el futuro han notado esta pérdida con no poca desesperanza ya que, cuando estas lenguas desaparezcan, junto con ellas se irá información cultural significativa, por ejemplo, ciertos conocimientos acerca de medicinas y tratamientos utilizados por grupos aborígenes se podrían perder para siempre si la lengua para transmitir dichos conocimientos desaparece también para siempre.

Tusón (1996) también advierte que a finales del siglo XXI, la humanidad habrá visto reducido su patrimonio lingüístico prácticamente a la mitad debido a que en la actualidad ya hay centenares de lenguas que cuentan con unas cuantas decenas de hablantes, generalmente ancianos, que se irán de este mundo llevándose con ellos sus lenguas, tras las cuales hay culturas y pueblos diversos. Tusón agrega que para un gran número de personas monolingües, instaladas a placer en sus lenguas, puede resultar difícil de entender que grupos de hablantes de otras lenguas sientan la amenaza que se cierne sobre ellas, pero ésa es la realidad de muchísimas persona. Tusón (1996: 7, 8) afirma que:

Las lenguas humanas son objetos frágiles que, si no son cuidados y defendidos, pueden morir y morir con ellos una parte substancial de nuestra memoria. Tal vez toda nuestra memoria. Hay que cuidar las lenguas porque todas ellas, sin excepción carecen de puños […]

Terborg (2006) coincide con los demás investigadores aquí citados que el desplazamiento de lenguas minoritarias ha ido en aumento en las últimas décadas. De igual manera, explica que hay estimaciones que prevén que el número de lenguas habladas actualmente se habrá reducido a la mitad al finalizar el presente siglo. Dicha tendencia también afecta a un buen número de las lenguas indígenas que aún se hablan en México, motivo por el cual esta situación debe ser analizada de manera profunda, ya que, en general, el problema del estudio del desplazamiento de lenguas consiste en que los diferentes casos de desplazamiento son poco comparables entre sí, debido a que las causas varían de manera significativa de un caso a otro.

2.1. Justificación

Cada lengua es una ventana a la realidad y al mundo. Cada lengua, aun aquéllas a las que a veces llamamos erróneamente “dialectos” es un museo viviente, un monumento a la cultura a la cual sirve como medio de comunicación. Si una fracción de esta diversidad desaparece, cuando hay algo que pudo haberse hecho para evitarlo, todos sufrimos con tal perdida (Nettle y Romaine, 2000). Janjua (2011) concuerda con esta afirmación; la pérdida de una lengua es como la pérdida de un museo o una biblioteca en el sentido de que cada lengua conlleva en su estructura léxica y semántica, en su propia forma de decir las cosas, una medida significativa de la complejidad social y cultural de sus hablantes.

La cultura tradicional, legada de una generación a otra, afirma Coluzzi (2009), con toda su riqueza y sabiduría, está directamente ligada a la lengua local en una relación ecológica, y cuando uno de los elementos que forman el ecosistema lingüístico cultural no pasa a la siguiente generación, es muy probable que otros aspectos de ese sistema ecológico comiencen a ser reemplazados por elementos de la cultura o lengua de la clase dominante o de los medios que la representan.

Un ejemplo de esta sustitución cultural y lingüística se da en nuestra entidad -como se dijo- con el caso del totonaco misanteco, actualmente al borde de la extinción. Según el INEGI (2010), tomando como referencia el número de hablantes, la lengua totonaca es la segunda en importancia en el estado de Veracruz, después del náhuatl.

De acuerdo con MacKay (1999), la familia lingüística totonacana consiste de dos ramas; la totonaca, que se compone de cuatro lenguas -el totonaco de Misantla, el de Papantla, el de la sierra, y el del norte- y la tepehua, que se compone de tres. Los hablantes totonacos se asientan, en su mayoría, en el norte del estado. Sin embargo, el totonaco de Misantla se habla en la zona localizada entre la zona de Misantla y Xalapa; MacKay (1994) señala que, aun cuando se le conoce como totonaco de Misantla, ya no se usa en esta localidad. Al totonaco de Misantla, Carlo Antonio Castro (2011) lo llama también misanteca y señala que ha adquirido diversas características propias, además de las fonéticas, morfológicas y sintácticas, que muestran evidentes contrastes entre el totonaco de Papantla y el de la sierra baja veracruzana. Esto se debe a la baja densidad de comunicación de estas comunidades con otras zonas de lengua totonaca.

De las cuatro variantes totonacas (siete, según el INALI, como ya se ha señalado en la página 17), ésta es la más sureña y también la variante que está en mayor peligro de extinción (MacKay, 2005), lo cual hace apremiante conocer más sobre dicha problemática. Esto necesariamente nos lleva a buscar comprender qué es lo que genera este conflicto, qué tipo de personas se ven afectadas por él, cuál es la incidencia que éste tiene en la sociedad actual (Zemelman, 2012), es decir, diseñar un proyecto de investigación pertinente que nos permita conocer mejor el fenómeno. El mismo autor sugiere a los investigadores sociales hacer un esfuerzo por mirar de manera crítica nuestros diseños de investigación, a fin de cambiar la manera en que se construye el conocimiento. El abordaje del problema, así como el planteamiento epistemológico, debe basarse en estrategias que tomen en cuenta la coyuntura, es decir el momento histórico que fluye y que, por lo tanto, tiene sus antecedentes y que dará lugar a otro momento histórico (Zemelman, 2012). Es por ello que el conocimiento de la historia nacional y local, y de las políticas que se han implementado en ambos niveles, resulta esencial para comprender el fenómeno de forma integral.

Crystal (2005) señala que una de las prioridades, con relación al desplazamiento de lenguas, es recabar información a fin de establecer qué casos son los más urgentes de atender. Pero la información, señala el mismo autor, no existe en el vacío. Estamos hablando de personas, de hablantes, que viven en un contexto determinado, y que se relacionan con otras personas hacia dentro y fuera de sus comunidades. Es por ello que esta investigación busca, entre otros objetivos, dar voz a los propios hablantes totonacos a fin de documentar cuáles son los factores familiares que han contribuido a la paulatina desaparición del totonaco en estas comunidades y cómo dichos factores podrían explicarse en términos de los cambios sociales y económicos ocurridos en la región.

Es de suma importancia reconocer las situaciones históricas concretas ya que los sujetos establecen entre sí relaciones de dependencia recíproca según el contexto histórico concreto. Sólo de este modo nuestras prácticas de investigación pueden ser congruentes con determinadas visiones del mundo social (Zemelman, 2012). Esto concuerda con lo que expresa Hymes (1964) en el sentido de que las distintas facetas de los valores culturales, creencias, instituciones sociales, formas, roles, y personalidades, así como la historia y ecología de la comunidad se deben de examinar en conjunto en relación con los eventos comunicativos que son objeto de estudio.

2.2. Preguntas de la investigación

Esta investigación busca responder a las siguientes preguntas:

- ¿Qué dinámicas en la interacción familiar contribuyeron a desplazar al totonaco como lengua de uso en la familia y en la comunidad?
- ¿Qué factores sociales, económicos e históricos pudieran haber impactado a los participantes en esta investigación incidiendo así en la lengua de uso al interior de la familia?

2.3. Objetivo General

Bonfil (1994) afirma que pocos componentes de las culturas mesoamericanas han sido agredidos de forma tan sistemática y brutal como las lenguas indígenas y señala que los mecanismos que aseguran la continuidad lingüística han sido poco estudiados en México; pero que uno de los factores que parece jugar un papel destacado es el uso de la lengua materna en la vida doméstica. Es por esto que el objetivo principal de esta investigación es:

Conocer de voz de los propios hablantes qué factores familiares incidieron para que el totonaco, lengua materna de los participantes en esta investigación, haya caído en el desuso y se encuentre al borde de la extinción en tres localidades de la región central del estado de Veracruz, y de qué manera los cambios sociales y económicos en la región pudieran explicar la modificación de ciertos valores y creencias que impactaron las prácticas lingüísticas al interior de la familia.

2.4. Objetivos específicos

- Investigar qué creencias, valores, actitudes, prejuicios y dinámicas al interior de la familia incidieron en el desplazamiento del totonaco misanteco como lengua de uso común entre sus miembros.

- Investigar de qué manera las presiones de género, jerarquía, dependencia económica y generacional, motivaron a los hablantes de totonaco de las comunidades estudiadas a adoptar el español como lengua de uso común al interior de la familia y en la comunidad.
- Investigar qué cambios sociales y económicos se produjeron en la región previamente y durante este periodo de desplazamiento del totonaco que pudieran haber servido como catalizador de cambios en los usos lingüísticos en los participantes.
- Establecer una correlación entre estos cambios y determinar su posible impacto en las prácticas lingüísticas al interior de la familia.
- Hacer un análisis de las políticas lingüísticas nacionales a fin de considerar su impacto en la región y sus hablantes.

Capítulo III Algunas causas del desplazamiento lingüístico

En este capítulo se reseña de forma sucinta una serie de investigaciones que han abordado la problemática de la extinción de las lenguas desde diversos ángulos. Esta revisión de la literatura tiene dos objetivos: por un lado, hacer patente la relevancia y la complejidad del fenómeno que nos ocupa; y por el otro, resaltar lo que parece ser un vacío, en cuanto a investigación se refiere, con respecto a una de las posibles causas del abandono y la extinción de las lenguas en nuestro país y muy concretamente, en nuestra región; la familia con sus diversas dinámicas, inercias, y distintos elementos con poder de decisión que imponen o rechazan el uso de determinada lengua al interior del núcleo familiar. Esta micro-política lingüística doméstica impacta no solo a los miembros presentes en el hogar, sino también a las generaciones por venir y, por ende, el futuro de la lengua en cuestión.

3.1. Un fenómeno multifactorial

Investigadores tales como Carolyn J. Mackay se han ocupado de la desaparición de lenguas indígenas en nuestro país. En un estudio en el que compara y contrasta la situación del totonaco y del véneto, dos lenguas minoritarias, MacKay (1999) señala que existen varios factores que afectan el mantenimiento de una lengua, entre los que destacan los siguientes:

a) El aislamiento; es mucho más factible que comunidades relativamente aisladas conserven la lengua local. Sin embargo, cuando estas comunidades empiezan a tener un mayor contacto con la lengua y la cultura nacional, con frecuencia dicho idioma es desplazado por el español, en este caso el idioma dominante.

b) Los factores económicos; si existe la percepción generalizada de que un idioma dominante es necesario para lograr el éxito económico y social, se vuelve más probable el abandono de la lengua materna.

c) La estigmatización del idioma; si el idioma y las costumbres identifican al individuo como parte de un grupo estigmatizado, estas costumbres e idioma caerán en desuso ya que la estigmatización hacia una minoría puede llevar muy rápidamente al abandono de las características que dan identidad al individuo.

En contrapartida, MacKay (1999) explica que existen factores que sirven de contrapeso y que pueden ayudar a la conservación de los valores, las costumbres y el idioma. Entre estos destacan los siguientes:

a) La homogeneidad; si todos los miembros de la comunidad apoyan los mismos valores culturales, es más probable que éstos se mantengan.

b) La identidad étnica y local; esto es, cuando el pertenecer a un cierto grupo (local o étnico) provoca un sentimiento de orgullo, y cuando la identificación con el grupo está determinada por el uso del idioma minoritario, estos sentimientos de orgullo e identidad constituyen un incentivo para que esa comunidad siga usando ese idioma ya que en estos casos, el idioma minoritario simboliza algo positivo en el grupo y se mantiene como símbolo de identificación con la comunidad.

c) Las redes sociales de la comunidad; en este rubro, MacKay (1999) se apoya en Milroy (1987, en MacKay, 1999) quien sostiene que una red social densa es un mecanismo importante en el mantenimiento de un idioma, de tal manera que los hablantes formen un grupo capaz de resistir las presiones lingüísticas y sociales externas.

Tomando lo anterior como punto de partida, MacKay (1999) documenta algunos de los factores sociales que se han conjugado para asegurar la sustitución del totonaco misanteco en Yecuatla. MacKay (1999) explica que Yecuatla es un pueblo pobre que perdió su aislamiento, y que no es homogéneo ni lingüística ni culturalmente hablando, y añade que el totonaco representa una cultura y un idioma estigmatizado. En Yecuatla la comunidad tiene redes sociales estrechas que favorecen el uso del español. Existe la creencia en la comunidad de que el totonaco carece de valor tanto dentro como fuera de ésta, lo cual asegura que los jóvenes no lo aprendan y que los viejos no insistan en que los jóvenes lo aprendan. MacKay (1999) afirma que hay una falta de interés y prestigio asociada con el idioma y la cultura de los totonacos que incide en el abandono de su lengua.

Rolstad (2001) también argumenta que la extinción de lenguas indígenas en nuestro país tiene causas múltiples. Entre los factores relevantes que inciden en la pérdida del náhuatl y de otras lenguas indígenas, explica, se encuentran los cambios demográficos, fenómeno que se aborda en esta investigación, que conllevan la decadencia de la vitalidad de la comunidad lingüística, la migración hacia las áreas urbanas y, especialmente, la negación de la identidad étnica a la luz de la discriminación sufrida. Entre los factores culturales relevantes se encuentra la carencia de instituciones tales como centros educativos y medios de comunicación, y entre los factores lingüísticos se encuentra la falta de estandarización, no solo del náhuatl sino de todas las lenguas indígenas de nuestro país, aunado al hecho de que dichas lenguas no tienen relevancia internacional, y desde luego la prevalencia de opiniones negativas que otorgan un baja categoría social a las lenguas indígenas.

3.2. La educación

Otras investigaciones apuntan a otras causas de la desaparición de lenguas en México. MaCaa y Mills (1999) sostienen que las lenguas indígenas en México están bajo asalto y que el “villano” parece ser la educación. Estos investigadores señalan que, para muchos, el salón de clases es el campo de batalla y los maestros el enemigo, ya que la regla de “solamente español” ha regido por mucho tiempo en las escuelas de nuestro país. En el mismo texto, MaCaa y Mills afirman que aquellos niños, que son monolingües de alguna lengua indígena, tienen dos cosas en común, sus madres son monolingües y nunca han asistido a la escuela. El hecho de que la madre sea monolingüe significa que los hijos necesariamente deben conocer la lengua materna para comunicarse con su madre. Por otro lado, el no asistir a la escuela mantiene a estos infantes a resguardo de la presión de tener que hablar español para comunicarse con sus pares y maestros del español.

MaCaa y Mills (1999) sostienen que los críticos de la política educativa mexicana tales como Varese (1983) y Aguirre Beltrán (1973, 1983) argumentan que la educación nacional ha sido concebida como un medio para “castellanizar” a la población mexicana. La creencia de que el español integrará a los indígenas social y económicamente ha alimentado a las políticas lingüísticas desde los inicios de los programas nacionales de educación en los años veinte.

En efecto, Aguirre (1982) apunta que en 1910, Agustín Aragón, en el Curso Científico y Artístico del Centenario (de la Independencia de México) proclama por primera vez la tesis de la incorporación de los indígenas a la civilización occidental, con el fin de enseñar el español a la población indígena. Esto refleja una corriente de opinión muy arraigada de que, para que el país progrese, hay que tomar en cuenta este sector de la población nacional, señala Aguirre (1982) en el mismo texto. Desde luego, no está por demás señalarlo, que lo que menos se buscaba era tomar a los indígenas en cuenta. Nadie se molestaba en preguntarles su opinión, sus deseos o aspiraciones. De lo que se trataba era que ellos se incorporaran a la cultura mestiza hispanohablante dominante. Tal era la posición de Rafael Ramírez: “dar a todo México un idioma”; desde luego, se trataba del español (Aguirre, 1982).

En este mismo sentido, Aguirre (1982) recuerda que ya en el año de 1947, Norman McQuown hace notar que el propósito primordial del programa del Instituto de Alfabetización para Indígenas Monolingües -designado originalmente Instituto de Alfabetización en Lenguas Indígenas, con el fin deliberado de establecer como compromiso el uso de la lengua vernácula en la enseñanza- era en realidad la hispanización del indio monolingüe y no su alfabetización en la lengua materna.

Sin embargo, éste no era el único problema de los programas del Instituto de Alfabetización para Indígenas Monolingües, un contrariedad mayor que señala Aguirre (1982) es la inconveniencia de que no vinculaban el proceso de la alfabetización de los indígenas al de la necesidad de transformar el nivel de vida social y el sistema de relaciones con el resto de la sociedad mexicana. La alfabetización en la lengua vernácula debe ser una parte conjunta de los programas que contemplan el desarrollo en su totalidad.

Heath (1972) afirma que estas políticas tenían como meta la “unificación”, que no era otra cosa que la homogenización, a través del sistema nacional de escuelas, explicada por José Vasconcelos, Secretario de Educación de 1920 a 1924, a los educadores mexicanos en los siguientes términos: “La política de educar al indio… según normas separadas de cualquier clase, no solo es absurda entre nosotros, sino que sería fatal”.

Por otra parte, no es de sorprenderse que Vasconcelos expresase tales puntos de vista, ya que en El evangelio del mestizo (ensayo, originalmente publicado en inglés durante el otoño de 1926 como The Latin-American Basis of Mexican Civilization) expone ideas -tales como que el indio se caracteriza por no tener civilización ni lengua propia- que bien podrían ser calificadas de racistas. Para muestra, dos botones tomados del texto con anterioridad mencionado (Vasconcelos, 1926: 89 – 92).

Si observamos la naturaleza humana con cuidado, encontramos que el mestizaje en el hombre, como en las plantas, tiende a producir mejores tipos y tiende a rejuvenecer aquellos que se han quedado estáticos. Si revisamos la historia, encontramos que después de un periodo de adaptación, los resultados de la renovación en la sangre siempre son benéficos.

Pero el mestizo no tiene un reino sin disputa en el país. De vez en cuando todavía se puede oír en México el eco de la voz india que reclama la vuelta al pasado de su raza para obtener fuerza e inspiración… Pero la debilidad del movimiento puramente indio está, por supuesto, en el hecho de que el indio no tiene estándares de civilización que le puedan dar soporte. No tiene una lengua propia y nunca tuvo una lengua común para toda la raza.

Desde luego que Vasconcelos no era el único. Aguirre (1982) señala que en los proyectos educacionales del Secretario de Instrucción, Justo Sierra, no cabían los indígenas.

Schmelkes (2009) denuncia este paradigma homogeneizante -según el cual la mexicanidad se define por la fusión de lo mejor de dos razas, para lo cual hay que eliminar al indígena o, al menos, eliminar sus lenguas- así como el uso del aparato educativo para hacerlo valer, ya que han puesto en riesgo la diversidad cultural y lingüística de la nación. Esto ha generado que la sociedad desconozca dicha diversidad, porque se mantiene oculta, y que se haya perdido la oportunidad de aprender de su riqueza.

A este fenómeno han contribuido, apunta Schmelkes (2009), incluso muchos maestros bilingües -no solo ellos- que han pasado por un proceso de aculturación y que han llegado a renegar de su cultura. Ellos mismos creen que la lengua indígena no se debe enseñar debido a la discriminación y al maltrato físico y verbal que sufrieron en carne propia por ser hablantes de una de ellas y por no dominar el español. Esta misma postura se observa en algunos de los participantes en esta investigación.

3.3. Factores económicos, globalización y modernidad

Schmelkes (2009) también apunta a factores económicos tales como la explotación y el dominio de los pueblos indígenas por parte de la población dominante. Esto ha creado una situación de pobreza endémica que ha conducido a igualar, en la imaginación de los no indígenas, ser indígena con ser pobre. Por lo tanto, para dejar de ser pobre, hay que hacerse mestizo, abandonar la cultura propia, y con ella la lengua, a pesar de la falsedad de tal argumento.

Aun cuando MaCaa y Mills (1999) reconocen que los cambios económicos pueden iniciar o incluso sustentar un cambio lingüístico, dichos investigadores argumentan que éste no es siempre el caso, y ponen como ejemplo el estado de Chiapas, donde por más de un siglo los indígenas chiapanecos han soportado los vientos del capitalismo y de la agricultura de exportación, y donde solo después de 1970, cuando la educación pública se extendió rápidamente, los bilingües sobrepasaron a los monolingües indígenas como el segundo grupo lingüístico en el estado.

Las lenguas de Chiapas no son las únicas que están en riesgo, el náhuatl, la lengua de los otrora poderosos mexicas, también corre peligro de ser desplazada hasta la extinción. Rolstad (2001) sostiene que el náhuatl, también llamado mexicano por algunos, la lengua indígena más hablada en México, está en peligro de ser desplazada por el español, la lengua de prestigio social y económico en el país. Rolstad (2001) argumenta que con la llegada del colonialismo, las lenguas indígenas comenzaron a ser desplazadas lentamente, especialmente en las áreas urbanas. En las comunidades más remotas el abandono de estas lenguas ha ocurrido de manera más paulatina y, de hecho, en muchas regiones de México, por varios siglos, han prevalecido la diglosia y el bilingüismo. Sin embargo, recientemente el náhuatl ha declinado en uso, aunque esto se puede decir de la mayoría de las lenguas minoritarias de nuestro país.

[...]


[1] Para referirme al desplazamiento de una lengua, uso algunos otros términos comunes en la literatura tales como encogimiento y adelgazamiento, entre otros.

[2] López Austin y López Luján (2001: 63, 64) agrupan las lenguas indígenas nacionales en estas 16 familias lingüísticas:
1. Hokano-coahuilteca (tequistlateco o chontal de Oaxaca).
2. Chinanteca (chinanteco).
3. Otopame (otomí, mazahua, matlatzinca, ocuilteco, y matlame).
4. Oaxaqueña (zapoteco, mixteco, mazateco, chatino, papabuco, cuicateco, trique, amuzgo, popoloca, e ixcateco).
5. Mangueña (chiapaneco, chorotega, dirián, maribio, oritiña, y nagranda).
6. Huave (huave).
7. Tlapaneca (tlapaneco y subtiaba).
8. Totonaca (totonaco y tepehua).
9. Mixe (mixe, zoque, y popoluca)
10. Maya (huasteco, cotoque, maya yucateco, lacandón, mopán, chol, chontal, tzeltal, tzotzil, tojolabal, mam, chuj, kanjobal, kekchí, pokonchí, ixil, quiché, cakchikel, pokomam, rabinal, tzutuhil, aguacateca, chotí, etcétera).
11. Yutoazteca (cora, huichol, tecual, huaynamota, teúl, náhuatl, pochuteco, pipil, y nicarao).
12. Tarasca (tarasco).
13. Cuitlateca (cuitlateco).
14. Lenca (lenca).
15. Xinca (xinca).
16. Misumalpa (matagalpa, y cacaopera).

[3] Ejemplo de esto son el chinanteco de Petlapa, el guarijío, el jacalteco, el lacandón, y el matlazinca, entre muchos otros.

[4] Con este término me refiero al proceso de aceptación y asimilación de ciertos elementos culturales -de entre los que destaca la lengua- de un grupo humano o comunidad por parte de otro, generalmente en menoscabo de los rasgos culturales propios.

Final del extracto de 293 páginas

Detalles

Título
Dinámicas familiares en el desuso y posible extinción del totonaco de Misantla, Veracruz
Curso
Doctorado en Ciencias del Lenguage (Ph. D. Program in Language Studies)
Calificación
A unanymous "pass" awarded.
Autor
Año
2015
Páginas
293
No. de catálogo
V314591
ISBN (Ebook)
9783668135215
ISBN (Libro)
9783668135222
Tamaño de fichero
2413 KB
Idioma
Español
Notas
"Vez López presenta un trabajo que reúne todas las características formales, teóricas, metodológicas y empíricas exigibles a un documento de tesis.Su investigación aporta un estudio de caso en el que logra elucidar el papel que juegan las pautas y estructuras familiares en el cambio de una lengua indígena a la lengua hegemónica. Los datos confirman la hipótesis acerca del trasfondo familiar de determinadas decisiones acerca del mantenimiento y del abandono de la lengua totonaca."
Palabras clave
dinámicas, misantla, veracruz
Citar trabajo
Enrique Vez López (Autor), 2015, Dinámicas familiares en el desuso y posible extinción del totonaco de Misantla, Veracruz, Múnich, GRIN Verlag, https://www.grin.com/document/314591

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