Raíces clásicas de "El Quijote": la influencia de Apuleyo como narrador en los relatos insertos


Trabajo Universitario, 2012

18 Páginas, Calificación: 10


Extracto


Raíces clásicas de El Quijote: la influencia de Apuleyo como narrador en los relatos insertos.

Enrique del Cerro Calderón

“Tradición clásica en la literatura occidental”

Master en el Mundo Clásico y su proyección en la cultura occidental

Curso 2011-2012

El propósito del presente trabajo es analizar la influencia del escritor latino Lucio Apuleyo, y de la novela antigua a través de él, en El Quijote de Cervantes. Una lectura atenta de esta novela muestra que su autor era, no sólo un gran conocedor del mundo clásico, sino que la influencia clásica en su obra es constante y permanente, como buen representante del Renacimiento tardío en España. Además, como Andino Sánchez ha demostrado en su tesis doctoral, Miguel de Cervantes utilizó conscientemente la novela de Apuleyo como una especie de guión o plantilla a la hora de redactar la primera parte de su obra[1].

Tanto es así que, al igual que Apuleyo, Cervantes introduce con maestría en su novela otras historias de forma tan natural que el lector percibe el todo como un conjunto orgánico y armónico a pesar de mezclar materiales de distinto género y procedencia. Para lograrlo, ambos autores utilizan procedimientos y recursos narrativos similares.

En este sentido, nuestro trabajo intenta ir un poco más allá y mostrar que la forma de ensamblar algunas de estas historias en la narración principal es común a ambos autores o, dicho de otro modo, que Cervantes podría haberla imitado también de su modelo latino. Para demostrarlo, realizaremos, a modo de ejemplo, el análisis por reconstrucción de dos historias que aparecen en ambas novelas como marco de otras historias, comparando las técnicas utilizadas para ello en una y en otra. Tales narraciones son la historia de Cárite en El asno de oro y a la de Cardenio y Luscinda en la primera parte de El Quijote.

Antes de comenzar con nuestro análisis, veamos qué se entiende exactamente por novela en la antigüedad, cuáles son los orígenes del género y qué influencias se reflejan grosso modo en la obra de Cervantes.

La novela occidental nace en el oriente próximo de habla griega durante la llamada Época Helenística. Se trata ésta de una zona geográfica muy amplia pero con una cultura y una tradición literaria común y homogénea cuya lengua de expresión era el griego. La novela es un género tardío dentro de la literatura griega ya que los testimonios que tenemos abarcan desde el s. I a.C. hasta el IV d.C. siendo las que conservamos restos de una producción más amplia. Sin embargo, lo que caracteriza a la novela, según García Gual[2] es, precisamente, su carácter no griego pues refleja muchos rasgos y elementos originarios del oriente de habla griega siendo los mismos escritores de novelas orientales en su mayoría. La cultura griega en esta época se había convertido en una cultura universal y el público mismo participa de esta cultura universal.

Algunas de las características generales de la novela griega según García Gual[3] son las siguientes: el individualismo del héroe; la acentuación psicológica; la ruptura entre los ideales del personaje y su mundo; su carácter ético problemático y la forma abierta. Es el último de los géneros literarios surgido en Grecia y aparece en una época de decadencia. No es un producto clásico, sino más bien anticlásico. Se trata de novelas de tipo romántico. No se trató de este género en las poéticas clásicas ni está sujeto a reglas de composición con proporciones fijas. Admite todo: verso, prosa, digresiones, etc. Es por eso que carece de forma canónica. Se trata de una forma abierta a la que incluso le faltó una denominación en la Antigüedad. Comparte con la historiografía el gusto por lo maravilloso y lo lejano. Al apartarse del ideal clásico abre camino a los tipos medios y a los sentimientos corrientes, al ideal burgués en definitiva. Al igual que el arte helenístico, tiende a plasmar lo íntimo, lo patético, lo vulgar y lo grandioso, continuando una tendencia de siglos que busca el efectismo teatral e intenta aproximarse a la realidad en sus aspectos más triviales hacia un naturalismo incipiente.

Se conservan completas un total de cinco novelas: Quéreas y Calírroe de Caritón de Afrodisia (s. I d.C); Efesíacas (Antea y Habrócomes) de Jenofonte de Éfeso (comienzos s.II); Leucipa y Clitofonte de Aquiles Tacio (último cuarto del s.II); Dafnis y Cloe de Longo (finales s.II); Etiópicas (Teágenes y Cariclea) de Heliodoro (s. III). Contamos además con varios resúmenes y breves fragmentos conservados en papiro. La Historia de Apolonio Rey de Tiro (s. II) la conocemos por una versión latina. Sin embargo, sigue la tradición griega en su composición.

La producción del género abarca cinco siglos y gran parte de esta producción se perdió por diversos motivos (resultaba poco apta para el ejercicio escolar, los autores contaban con poco prestigio, su carácter era licencioso, etc). El clímax se produce en el s. II d.C. pero tiene continuidad hasta la época bizantina.

Dentro de la tradición latina conservamos dos novelas: El Satiricón de Petronio (entre s.I y II) en forma fragmentaria y El asno de oro o Metamorfosis de Apuleyo (s. II). Ambas se encuadran dentro de la “novela cómica” ya que no toman en serio los ideales morales ni el carácter idealizante de la novela amorosa griega puesto que contienen vetas de parodia y picaresca. Sus héroes son marginales y van dirigidas a un público más culto y menos cándido.

La novela griega fue muy popular en su momento y era leída por todo el mundo. Se dirige al gran público, al contrario que los géneros anteriores que se dirigían a sectores sociales más concretos. Además, tiene menos pretensiones, principalmente distraer y emocionar a lectores aislados y solitarios, no a grandes auditorios como la épica o el drama. El lector de novelas las identifica con la vida, quiere vivir en la novela e identificarse con sus personajes. Las novelas suponen un refugio para un público sediento de aventuras incapaz de hallarlas en la realidad. Ahora bien, el público al que se dirige la novela latina es diferente, es más ilustrado y refinado.

Una novedad importante es que la mujer ocupa en ellas un papel protagonista, lo cual es reflejo de una época en la que la mujer va adquiriendo importancia cultural y libertades.

Otra característica de la novela es el tema del amor y el sentimentalismo en el que destaca, por encima de todo, la fidelidad de los amantes y la tendencia hacia un final feliz.

En la novela desaparece el sentido heroico. Los personajes dejan de tener carácter y capacidad para enfrentarse a la sucesión de eventos irracionales e indomables que les atormentan. Si algo tienen de heroico es su paciencia para aguantar estoicamente todo aquello que los dioses les quieran mandar (la Fortuna tiene un papel fundamental en la novela) a lo que se responde normalmente con pasividad.

El héroe de la novela puede ser cualquiera, con tal de que cumpla tres condiciones: que sea joven, de belleza excepcional y fiel al amor. Son normalmente adolescentes, ingenuos y con poca personalidad a los que se compara con los dioses en belleza y por ello, son admirados por la gente. La contemplación de esta belleza es, precisamente, lo que provoca el enamoramiento, normalmente mediante un flechazo. A la vez, es una fuente constante de problemas para los bellos protagonistas. La heroicidad novelesca consiste en anteponer la fidelidad al amor incluso a la propia vida. Es preferible el suicidio a la traición. El matrimonio se defiende como algo sagrado, anticipándose al Cristianismo.

En cuanto a los dioses, la novela los mantiene pero en un segundo plano. No son los tradicionales dioses olímpicos sino que la novela da protagonismo a otros dioses entre los que destacan Eros y Afrodita, Fortuna o dioses de tradición oriental como Isis, Mitra o Helios cuyos cultos estaban en boga en la época helenística.

Veamos ahora los propósitos del autor de novelas. Lo primero es entretener. Según Longo, él escribe para educar a los inexpertos en el amor. A veces se ha pensado que estas novelas van dirigidas a jóvenes despreocupados. Muestran el gusto del público por la sorpresa, por lo espectacular. El esquema argumental insiste en esto y siempre se repite (con variaciones, por supuesto): los amantes se encuentran; algo produce su separación y, tras un periodo de búsqueda y peripecias se produce el reencuentro. Se llega a muchos momentos de tensión y suspense pero el lector sabe siempre que el final será feliz y acabará con el matrimonio de los sufridos amantes.

Las novelas latinas (El Satiricón de Petronio y las Metamorfosis o El asno de oro de Apuleyo) ya no son novelas idealistas, sino realistas. Precisamente por esto ambas están narradas en primera persona (entre las griegas sólo la de Aquiles Tacio), desde una perspectiva autobiográfica.

Los personajes que aparecen son propiamente latinos y, además, son antihéroes; nada tienen que ver con los de las novelas griegas. Aparecen solos y no en pareja. Encolpio, el protagonista de El Satiricón es homosexual y libertino. Nada en él nos hace pensar en la castidad y la virtud que veíamos en los protagonistas griegos. Vaga por el mundo a causa del enfado de Príapo, dios de la lujuria. Lucio, el protagonista de Petronio sufre una metamorfosis llevado por la curiosidad, siendo transformado en un burro de modo que, el protagonista, durante la mayor parte de la novela, no es ni siquiera un ser humano, sino un animal. Es castigado pero, al final, tras un periodo de sufrimiento, recobrará la forma humana por intercesión de la compasiva Isis.

Ambos protagonistas son pícaros que vagan por el mundo buscándose la vida. Sin embargo, éstos no viajan por países exóticos sino por territorios conocidos. Encolpio es un estudiante vagabundo que viaja por el sur de Italia. Lucio, lo hace por Tesalia.

En estas novelas no encontramos los constantes saltos espaciales que hay en las griegas. La ambientación de estos lugares es diferente también. El mundo que describe Apuleyo es quizá más cercano al que vemos en las novelas griegas aunque ha habido una evolución. Sigue siendo fantástico pero es más verosímil. Petronio, por su parte, refleja la sordidez y la dureza de los bajos fondos y, sin duda, es más realista que Apuleyo.

Otro aspecto interesante son los finales. En las novelas griegas hemos visto a los personajes enfrentarse a situaciones difíciles pero todo nos indicaba que la historia iba a acabar bien. En el caso de Petronio, no podemos saber cómo sería el final del héroe, pues es mucho lo que se ha perdido de la novela. El caso de Apuleyo es, cuanto menos, desconcertante. Por un lado, la novela entronca, en algunos aspectos, con la tradición griega: los viajes, el engaño, los bandidos, etc. Lo desconcertante es el final, más serio y espiritual de lo que eran los finales griegos y, en mi opinión, de lo que le correspondería a esta novela si consideramos el desarrollo de la trama hasta ese momento.

En las novelas latinas abundan los momentos de parodia. Son más complejas que las griegas y, sin duda, van dirigidas a un público más instruido. Apuleyo señala en el prólogo su intención de divertir al lector, lo cual consigue de muchas maneras: la parodia de la novela griega, a través del antihéroe, sus cómicas peripecias, etc. Sin embargo, no hay que olvidar el carácter místico que también tiene la obra. La intención de Petronio es la de parodiar personajes y costumbres de su época y, con una buena dosis de sátira, mostrar la decadencia social. En este sentido se aparta de Apuleyo.

El tema del amor es otro de los temas que podemos contrastar con la novela griega. En estas novelas no aparece la clásica pareja de enamorados. El protagonista aparece solo. No hay flechazo ni enfermedad de amor. En el caso de Petronio ya hemos dicho que el protagonista es homosexual. En esta novela sí aparecen amantes, hay incluso cambios de pareja pero no es amor sino más bien necesidad sexual lo que aparece. En ninguna se menciona el matrimonio e incluso aparece una escena de zoofilia en la novela de Apuleyo (una mujer rica se enamora del asno y lo alquila para sus juegos sexuales).

Las novelas latinas incluyen otras historias dentro de su trama. Estas interpolaciones son convencionales en el género desde Tacio, Heliodoro y Longo con lo cual son otro rasgo que ambos tipos de novela tienen en común. Hay cuentos de magia (como el del hombre lobo en Petronio y los cuentos de brujas, metamorfosis y terror en la primera parte de El asno de oro), cuentos milesios (el muchacho de Pérgamo o la viuda de Éfeso en Petronio y la mujer del panadero y sus vecinas en Apuleyo), de tradición folclórica. En Apuleyo aparece también un relato mitológico idealizado, la historia de Eros y Psique, de gran extensión y con intención moralizante.

Ahora bien, de todas estas novelas, ¿a cuáles pudo tener acceso Cervantes? ¿Cuáles de ellas pudieron influir en su obra? El ya citado trabajo de Andino Sánchez deja claro cuáles son los puntos en común entre la novela de Apuleyo y la de Cervantes. Estos son tantos que no hay duda de que el autor castellano debió leerla y asimilarla bien. El mismo investigador nos ofrece dos testimonios externos a El Quijote que demuestran que esto fue así[4]. El primero es la existencia de la traducción de Diego López de Cortegana publicada en 1513 y con sucesivas reediciones anteriores a la publicación de la primera parte de El Quijote. El segundo testimonio es el resumen en dos líneas que el propio Cervantes hace de la novela en El coloquio de los perros[5].

Aunque la novela de Aquiles Tacio Leucipa y Clitofonte no estuvo disponible en castellano hasta 1617, existían versiones en latín, francés e italiano (a la cual pudo tener acceso Cervantes) que gozaron de mucha popularidad en los siglos XVI y XVII. De hecho, parece que esta misma novela inspiró a nuestro autor[6] en la argucia que pone fin al relato de las bodas de Camacho en la segunda parte de El Quijote.

Por último, la novela de Heliodoro Teágenes y Cariclea, también conocida en la época está presente en la novela en forma de pequeñas citas o alusiones en las dos partes de El Quijote.

Todo ello demuestra la familiaridad de Cervantes con las novelas griegas y latinas de forma directa. Ahora bien, Cervantes estaba familiarizado también con la literatura que se escribía en su época que, a su vez deriva de fuentes clásicas, de lo cual deja testimonio en El Quijote en forma de historias cortas. Nos referimos a la llamada novela pastoril (La historia de Marcela y Grisóstomo), la novela italianizante (sentimental, la historia de Cardenio y Luscinda o satírica, la novela del curioso impertinente), la novela morisca (sin duda relacionada con la novela de amor y aventuras del tipo griego, como la historia del cautivo) o la novela picaresca (en la línea de Petronio y Apuleyo, como los episodios ocurridos en la venta de Juan Palomeque).

[...]


[1] Andino Sánchez (2008), págs. 13- 49 y 511.

[2] Las primeras novelas, pág. 19.

[3] Op. Cit. Pág. 23.

[4] Op. Cit. Pág. 13

[5] “Y esta tarde, como te vi hacer tantas cosas y, que te llaman el perro sabio, y también como alzaste la cabeza cuando te llamé en el corral, he creído que tú eres hijo de la Montiela, a quien con grandísimo gusto doy noticia de tus sucesos y del modo con que has de cobrar tu forma primera; el cual modo quisiera yo que fuera tan fácil como e que se dice de Apuleyo en El asno de oro, que consistía en sólo comer una rosa” en Á. Valbuena Prat, citado por Andino Sánchez, pág. 13.

[6] Andino Sánchez, pág. 49.

Final del extracto de 18 páginas

Detalles

Título
Raíces clásicas de "El Quijote": la influencia de Apuleyo como narrador en los relatos insertos
Curso
Máster - Tradición clásica
Calificación
10
Autor
Año
2012
Páginas
18
No. de catálogo
V199778
ISBN (Ebook)
9783656313953
ISBN (Libro)
9783656314417
Tamaño de fichero
512 KB
Idioma
Español
Palabras clave
raíces, quijote, apuleyo
Citar trabajo
Anglistik/ Germanistik/ klassische Philologie Enrique del Cerro Calderón (Autor), 2012, Raíces clásicas de "El Quijote": la influencia de Apuleyo como narrador en los relatos insertos, Múnich, GRIN Verlag, https://www.grin.com/document/199778

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