La ruptura social y ontologica con la muerte


Ensayo, 2012

18 Páginas, Calificación: Ninguna.


Extracto


LA RUPTURA SOCIAL Y ONTOLOGICA CON LA MUERTE.

La muerte es un acontecimiento inherente a todo ser vivo. Pero el hombre, a diferencia de los demás seres es el único que penetra y conserva esta impresión. La noción de muerte es exclusiva de la realidad humana. Ya desde tiempos arcanos el hombre ha establecido relación con la muerte, dentro de las organizaciones sociales primitivas existían intercambios y especies de «comercio» con el mundo de los muertos. El hombre primitivo sentía respecto de sus muertos tantos sentimientos como los que podía despertarle un ser viviente. Desde el temor al afecto, así como respeto y familiaridad. En algunos pueblos «salvajes»1 australianos la muerte se encontraba tan articulada en la intimidad cultural que a los guerreros no les era lícito acercarse a sus pueblos después de la guerra, debido a que los espíritus de los muertos enemigos podían vengarse y lanzar maldiciones a las generaciones futuras. Dicha disposición obligaba al guerrero a pasar por una serie de suplicios y «purgas» para luego restablecerse en el orden social (Freud,2008). En otras poblaciones, a los padres muertos no se les temía, sus cadáveres eran enterrados en la casa, con la esperanza de que llegue a reencarnar en un niño nacido bajo el techo familiar (Valery, 1993). Cada pueblo primitivo instauraba una correspondencia con sus difuntos, se les acogía como a huéspedes y también se les acusaba de catástrofes y hambrunas.

En la psicología del hombre primitivo la muerte era una fuerza sobrenatural y hechicera. Esta fuerza mística se alimentaba a través de juegos alegóricos donde se ofrecían dones, ritos y sacrificios a los muertos. La muerte constituía un símbolo y una conexión con la vida, tanto los vivos como los muertos se encontraban amalgamados en una «homeostasis» mítica. Las representaciones simbólicas de la muerte para el hombre primitivo no eran conceptos, ni instancias, ni categorías, o «estructuras». Sino un acto de intercambio y una relación social que pone fin a lo real, que disuelve lo real, y al mismo tiempo, la oposición de lo real y lo imaginario (Baudrillard, 1980). La realidad del hombre arcaico se fundaba en medio de lo mitológico y lo fáctico de la muerte, la imaginación y la naturaleza se confundían en el mito y el ritual. Las culturas arcaicas no poseían una radical disyunción entre la vida y la muerte, sus muertos «respiraban» junto a los vivos, y la muerte se hallaba fusionada en cualquier acción social. En contraste con las civilizaciones que se erigieron en «clave occidental», los «salvajes» no tienen una concepción biológica de la muerte, principalmente porque para ellos está no posee el disfraz de la oposición. La reciprocidad con los espíritus ancestrales mediada a través del conjuro y el sacrificio forjaban relaciones dinámicas con el mundo invisible de los muertos. No hay una censura de la muerte en estas culturas arcaicas, ni mucho menos una visión biologisista de esta.

Dice Baudrillard (1980,151): “Nosotros hemos desocializado la muerte al transferirla a las leyes bioantropologicas, al acordarle la inmunidad de la ciencia, al autonomizarla como fatalidad individual.” en las sociedades occidentales la muerte ha perdido el sentido que le ofrecía el hombre primitivo, está se ha transformada en la absoluta negación de la vida y el divorcio dramático con el mundo. Piénsese en la expresión “muerte natural”, adjetivar de esa manera la muerte ofrece la sensación de que morir es antinatural, quien llega a las postrimerías de su vida como un octogenario enfermo al momento de su defunción puede llevar la inscripción de que ha muerto de forma “natural”. De otro modo sería un exabrupto. La muerte se ha convertido en la presencia antagónica de la existencia, es el cuchillo afilado que cercena cualquier proyecto humano. Al reducir el fenómeno de la mortalidad en el nivel meramente científico, la muerte pierde todo su carácter metafórico y simbólico que le acompañaba en tiempos arcanos. Cuando se habla de muerte “natural”, esto no sugiere una aceptación de la muerte, en cambio. Aduce una exclusión en su sentido más amplio, lo residual de cualquier individuo es la muerte, se podría traducir como «epifenómeno» de la vida, subproducto de la actividad natural. La ciencia objetiva la muerte ad absurdum, le confiere un estatuto de disimilitud con el orden de las cosas. Y paradójicamente, también le concede una etiqueta de acontecimiento tan lógico y ordinario como la caída de los cuerpos por ley de la gravedad. Sin embargo, la remoción de la muerte no es solo en el plano científico. La religión y su doctrina de la eternidad del alma ha engendrado una dicotomía irreparable entre la vida y la muerte. Del mismo modo en que lo hace el discurso cientificista, aunque este subyace en el plano de la materialidad biológica. El cristianismo ha relativizado el sentido de la finitud humana, la teoría del alma y del cuerpo corruptible contemplan que la totalidad de la existencia no se cierne bajo esta realidad, una vez llega la muerte, esta no significa el ocaso de toda posibilidad humana, la dualidad cuerpo- alma acrobáticamente superpone un segundo mundo suprasensible que escamotea en la radicalidad del fallecimiento. La dicotomía pretende liberar al hombre de cargas melodramáticas, a la vez que zanja distancias abismales entre la vida y la muerte. La salmodia cristiana lanza sus invectivas contra cuerpo y mundo, la degradación de lo sensible y la pugna por el fantasma del alma tiene por finalidad metafísica la participación de lo humano en la verdad infusa del mito de la eternidad postmortem. Dicho esto de manera más elocuente por Kierkegaard(1977,37) : “entendiendo las cosas cristianamente, la muerte no es el fin de todo, sino solamente un sencillo episodio incluido en la totalidad de una vida eterna”. «más alla» de las dimensiones mundanas un sosiego inalterable espera a cada alma humana. En esta dialéctica artificiosa de la muerte “lo efímero se doméstica en propedéutica de lo eterno” (Albiac,1996,27) al igual que la ciencia trata de someter la naturaleza y convertirla en su sierva inanimada, la religión busca un dominio en la comprensión de la vida y las esperanzas del hombre. En ambos casos hay una disociación con la muerte. Su facticidad se confunde con la irreversibilidad biológica y lo simbólico se transmuta en la vida inmortal del alma. Tanto ciencia como religión, funcionan como sistemas representativos de la muerte, pero le adjudican una función secundaria, como si fuese un excedente del fenómeno la vida. En este sentido la muerte se desnaturaliza, el concepto que se forja hace surgir la contradicción vida-muerte que en las culturas «salvajes» es imposible descubrir. No obstante, no se trata de persuadir que la visión simbólica y social que el hombre primitivo ofrecía al enigma de la muerte sirve de paradigma para la comprensión de su sentido; De las sociedades primitivas a las modernas hay cambios irreversibles, el contraste solo pretende revelar el síntoma de la anormalidad de la muerte y de su proscripción social para el hombre moderno. Intentar revivir el espíritu de las culturas salvajes es una empresa desfigurada, al margen de los descubrimientos arqueológicos y las investigaciones antropológicas todo lo que aquellos hombres tenían para decir es ahora una reconstrucción inquietante de su atmosfera espiritual. Empero, el señalar que la muerte se ha convertido en un lugar inencontrable en las dinámicas modernas y que su negación generalizada le ha transfigurado en una “anomalía impensable”(Baudrillard,1980,145), es una aspecto dicente de la actitud actual frente al problema de la muerte humana.

[...]


1 El término “salvaje” es un peyorativo del hombre de occidente, del mismo modo que la consideración de pueblos barbaros, esta denominación surge por el concepto de hombre racional que se ha forjado en el mundo moderno. no obstante, en cuanto al tema de la muerte, las culturas primitivas poseen un interacción simbólica con la muerte tan excepcional que no es posible llamarles “salvajes”.vease, Jean Baudrillard, el intercambio simbólico y la muerte.

Final del extracto de 18 páginas

Detalles

Título
La ruptura social y ontologica con la muerte
Calificación
Ninguna.
Autor
Año
2012
Páginas
18
No. de catálogo
V199695
ISBN (Ebook)
9783656293767
ISBN (Libro)
9783656296041
Tamaño de fichero
424 KB
Idioma
Español
Notas
Este texto explora de manera critica los mecanismos toerico-prácticos y metafísicos que posibilitan la desocialización de la noción de Muerte en las sociedades modernas.
Palabras clave
Filosofia, Muerte, Existencialismo, Religion, Sociedad
Citar trabajo
Milton Andres Ortiz Escobar (Autor), 2012, La ruptura social y ontologica con la muerte, Múnich, GRIN Verlag, https://www.grin.com/document/199695

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