Las fiestas palaciegas y populares en el Siglo de Oro

La cultura del ocio como espejo de la sociedad espanola y su historia


Trabajo, 2005

27 Páginas, Calificación: 1,3


Extracto


Índice

Introducción

1. El reino hispánico en el Siglo de Oro
1.1 La situación política del imperio hispánico en el siglo XVII
1.2 La sociedad espanola en el barroco

2. Las fiestas en el Siglo de Oro
2.1 Las fiestas de la Corte
2.1.1. Las fiestas palaciegas
2.1.2. Las fiestas públicas de la Corte
2.2 Las fiestas religiosas
2.3 Las fiestas populares

3. Conclusión

Literatura

Índice de abreviaturas:

Introducción

"Los pueblos más serios y razonables, como el pueblo espanol, son los más locos cuando se diviertan."[1]. Esa cita de Antoine de Brunel[2], un noble francés que visitó la Corte espanola de Felipe IV, describe muy bien la intensidad y la pasión con cual los espanoles celebraban sus fiestas en el Siglo de Oro. Las fiestas estaban numerosas y espléndidas y cada espanol particibaba, si tenía la posibilidad. ¿Pero por qué tenían las fiestas en el barroco una importancia tan grande, por qué había tantas ocasiones para fiestas y por qué apoyaba el rey las celebraciones continuas de su pueblo? ¿O - más brevemente - por qué estaban los espanoles del siglo XVII locos por sus fiestas?

Para encontrar una respuesta a estas preguntas no basta indicar los problemas políticas de la monarquía y su intento de distraer el pueblo con pan y juegos. Hay que tener en cuenta la mentalidad de la sociedad barroca y la historia de la Península Ibérica. Hay que considerar también el carácter de los juegos y fiestas, sus raíces, tradiciones y su significado para el pueblo espanol.

La meta de este trabajo es mostrar que las fiestas espanolas en el Siglo de Oro no eran un simple pasatiempo, no eran como la cultura del ocio común en la Europa barroca, sino tenían una cierta profundidad, que se derivaba de la mentalidad y de la historia espanola. La manera de celebrar tenía una tendencia típica para el pueblo espanol, reflejaba su historia y su estado actual como elemento fijo de su cultura. Más...las fiestas eran el espejo de la identidad espanola.

Voy a presentar la situación política y social del imperio hispánico en el siglo XVII para aclarar las circunstancias en cuales se encontraba el reino y su pueblo y para constatar las causas, contenidas en estas, para las fiestas numerosas. Después presentaré las fiestas profanas y religiosas de la Corte y del pueblo para mostrar la relación con la historia y tradición espanola, lo único de la manera de celebrar y sobre todo la importancia de las fiestas para la identidad del pueblo espanol en el barroco. Por último voy a resumir los resultados de este trabajo en la conclusión.

1. El reino hispánico en el Siglo de Oro

1.1 La situación política del imperio hispánico en el siglo XVII

El imperio de Carlos V, en que el sol no se ponía, murió en manos de las Austrias Menores. Felipe III y Felipe IV no eran capaces de gobernar su imperio. Felipe III (1598 - 16219) se alejaba constantemente de los negocios del Estado y delegó el poder en manos de su valido, el Duque de Lerma. El próximo rey, Felipe IV, alcanzó al trono en 1621 ( - 1665). Su reinado era un periodo de lujo y fiestas. Era aficionado a las artes, pero también a la caza y a las mujeres. Bajo Felipe IV el reino tenía graves problemas económicos y políticos. Su valido, el Conde-Duque Olivares, no podría parar el proceso decadente de la monarquía hispánica. Lo que causó grandes dificultades al principio del siglo XVII fue la expulsión de los moriscos, que eran buenos agricultores. Sin sus conocimientos, los campesinos no eran capaces de recoger buenas cosechas, cuando el clima se endureció. La peste agravó la situación y mucha gente emigró a América para mejorar su posición y enriquecerse. El resultado fue un descenso demográfico.[3] La crisis económica causó el aumento de los precios y hubo una inflación de la moneda por la importación de plata de las colonias americanas. El endeudamiento llevó al Estado a la bancarrota. El reino empobreció.[4]

Al lado de la decadencia de la economía, Felipe IV tenía grandes problemas con respecto a su política exterior e interior. Olivares practicó una política ofensiva para recuperar la hegemonía espanola. El armisticio con Flandes de 1609 terminó en 1621 y Espana atacó de nuevo. La guerra en los Países Bajos al comienzo del reinado de Felipe fue un gran fracaso y costó demasiado dinero. El intento de Olivares de recibir más dinero de los reinos no-castellanos fracasó. Sin embargo Felipe IV insistó en continuar la guerra para evitar la hegemonía de Francia. Pero por fin el reino hispánico aceptó la paz con Flandes y su independencia en 1648.[5] Además participió en la G uerra de los Treinta Anos (1618 - 1648) por causas religiosas y tuvo que defender sus territorios en Italia. En 1635 Francia declaró la guerra contra el reino hispánico. Las acciones militares de Felipe IV fracasaron por último en 1643 con el desastre de Rocroy. Las tropas espanolas, los tercios, fueron derrotadas. En 1651 hizo paz con Francia, porque no había más dinero para la guerra. La paz de los Pirineos de 1659 aseguró a Felipe IV los territorios en Italia, pero él perdió las partes en el sur de los Países Bajos. La paz fue un acuerdo con Francia, que contuvo el matrimonio de la hija de Felipe con el próximo rey francés. Así la herencia de los Habsburgos espanoles terminó en manos de los Borbones de Francia.

También en el interior había conflictos. La perdida de poder y la situación mala de la economía causó una rebelión en Cataluna en 1640. La revuelta se dirigió contra los mayores impuestos, que necesitó la Corona para financiar su política europea. Los catalanes proclamaron su independencia con la ayuda del rey francés Luis XIII (1610 - 1643). La rebelión acabó en 1653 a causa de un acuerdo con el rey. Otra consecuencia fue la secesión de Portugal del imperio hispánico entre 1640 y 1665. Los portugueses proclamaban rey a Enrique IV, que firmó una alianza con Inglaterra. Las luchas dentro del territorio peninsular provocaron graves devastaciones del propio país.[6] Otras rebeliones hubo en Nápoles y Sicilia en los anos 1647 / 48.

Felipe IV perdió la hegemonía en Europa y también en las colonias de América; por ejemplo perdió Jamaica a Inglaterra entre 1655 y 1660.[7]

La situación política y económica era fatal. El reino hispánico perdió "ante el mundo el prestigio ancestral de [...] hegemonía y [...] fuerza."[8], el cual reclamó después de la R econquista (1498) y antes del hundimiento de la Armada en 1588.[9] Pero entre 1621 y 1665, bajo Felipe IV, su poder terminó. Sin embargo había en estos anos más diversiones, espectáculos y fiestas que nunca. Brunel constató: "[...] no hubiese podido pensar que [Espana] padecía los más graves males públicos y privados, sino que nadaba en la abundancia y vivía en una era próspera, gloriosa y feliz.".[10] ¿Por qué vivían los espanoles del siglo XVII en tal engano, aunque no había motivo para el holgario y la alegría, considerando el malestar del pueblo, de la economía y del imperio?

Con respecto a la política y el carácter de Felipe IV es evidente, que ese "frívola, regocijada y abúlica majestad"[11] quería distraer, ocupar y calmar el pueblo, la iglesia y los nobles con una serie de festividades. Por eso había un montón de ocasiones para cada típo de diversiones y la frecuencia era tan alta, que a veces los días festivos excedían los de labor en un ano.[12] En parte el rey usaba entonces ese principio romano de panem et circenses para satisfacer a sus súbditos. La falta de pan la compensó con el lujo y la abundancia de las fiestas de la Corte, en las cuales particibaban en unos casos también el pueblo. De esa manera trataba de parar la emigración y de cautivar a los nobles y al pueblo con el brillo de la Corte. Enganaba a la gente con las numerosas diversiones, para evitar más rebeliones, como las de Cataluna y Portugal. Además fingía una incuria y un poder inexistente, tendido a Francia e Inglaterra, que no tenían ninguna relación con la incapazidad militar evidente del imperio hispánico.

Sin embargo, la frecuencia y la intensidad con las cuales el pueblo espanol se divertía no solamente se deja justificar con el apoyo del rey, aunque el lujo exagerado de las fiestas palaciegas seguramente era también una medida política. Pero las fiestas celebradas en la Corte se orientaban más o menos a las de otras Cortes europeas con respecto al teatro, la caza o la entrada de personas altas. Sin embargo había también fiestas cortesanas especialmente espanolas y la situación política y económica mala no podía ser una justificación suficiente para la popularidad y la frecuencia de las diversiones palaciegas y populares. El apoyo del rey entonces no podía ser la única causa para la pasión de los espanoles para sus fiestas.

1.2 La sociedad espanola en el barroco

El mundo barroco era un mundo reglamentado. La sociedad estaba ordenada por un sistema rígido, en el cual cada uno tenía su posición en la jerarquía del orden dado. Los seres humanos se identificaban con su estamento; la persona y su inividualidad no contaban. Ese sistema debía garantizar el orden social y conservar el status quo con respecto a la crisis, que amenazada la sociedad

espanola en el siglo XVII. El mundo barroco no permitió cambios. Las novedades estaban descalificadas como "cosa de ignorantes, mujeres, pobres e, incluso, indios" o como "novedades antiguas" y "extravagancia estética"[13], para evitar cambios y para que la invariablilidad de la sociedad no estuviera en peligro.

La estructura de la sociedad espanola en el barroco se base en la trinidad de nobleza, clero y estado llano como en la Edad Media. La pertenencia a un grupo social estaba determinada por el nacimiento, el estado, la riqueza y finalmente por algo típico espanol con gran importancia para la sociedad en el reino hispánico: la limpieza de sangre. La consecuencia del primer principio era que la familia determinaba el destino del hombre barroco. Los hechos de sus antecesores, sus parientes y de sus sucesores sirvían para identificarse y encontrar su lugar en la sociedad. El nacimiento decidía si un hombre era noble o plebeyo.

Un estado especial, por la aceptación libre, era el de un eclesiástico, con privilegios como un noble, pero con otras características. La Iglesia tenía privilegios económicos y el número de los clérigos seguía aumentando, aunque el rey trataba de parar ese desarrollo, y el prestigio moral y espiritual del clero bajó en el siglo XVII.[14]

La riqueza era un factor, que ganaba en el siglo XVII cada vez más importancia e influencia. El dinero hacía posible el ascenso social. Un plebeyo, que tenía demasiado dinero para gastarlo como un noble, podía pasar la frontera hacia la nobleza. La riqueza llamaba a engano sobre el estamento natal. El ser noble y el dinero dispensaba al hombre barroco de trabajo corporal, descalificaba como indigno para el estamento alto. Cada espanol quería hacerse - o por lo menos aparecer - noble, por eso trabajaban lo menos posible. Los valores de la aristocracía eran también modelo para el pueblo llano, sobre todo la honra. El principio de la honra contenía el desprecio de labor corporal, de profesiones bajas y de cada típo de comercio.

Vinculados con todos esos principios era lo quizás más importante en el Siglo de Oro: la limpieza de sangre. Ese factor socioreligioso y racial resultó por la convivencia con judíos y musulmanes en los últimos siglos y por la separación de la unidad religiosa en cristianos viejos y conversos después de la expulsión de los judíos y moriscos. Intensificado por las penas de la Inquisición, que miraba recelosamente a los conversos y a la procedencia familiar de los cristianos viejos, la prueba de la limpieza de sangre era una verdadera obsesión de los espanoles en el barroco. Además la admisión a diferentes oficios e instituciones era dependiente de la limpieza de sangre.[15]

Esta obsesión por el honor y la condición social de la sociedad espanola evitó el desarrollo de cada típo de individualismo. El mundo barroco no estaba interesado en derechos u oportunidades individuales.[16] En lugar de eso existían solidaridades, que ofrecían la posibilidad de identificación y un sentido de pertenencia. Esas solidaridades eran profesionales o religiosos (en cofradías o hermandades); se expresaban en el patriotismo local y por fin en las fiestas. Una fiesta era una solidaridad temporal de todos los grupos sociales a pesar de las diferencias existentes.

El sentido predominante en el barroco era el pesimismo. A causa del aislamiento político del imperio hispánico y de la decadencia, el país se hizo provincial. Los espanoles trataban de compensar ese desarrollo con fiestas numerosas, alegres y representantes. Las diversiones del pueblo significaban también una escapatoria de la vida cotidiana y del mundo reglamentado. Variaban los días de este sociedad, que rechazaba cualquier otro cambio. Las fiestas ofrecían un grado de libertad, que no existía en el destino predestinado de cada hombre barroco, cautivo en la jerarquía fíja en la cual vivía.

La oportunidad de aparecer y gastar dinero como un noble nunca era más grande que en los días festivos, porque las fiestas siempre servían para la representación y el engano. La frecuencia de las fiestas complacía la mentalidad espanola de trabajar lo menos posible, para aparecer noble.

Además el principio de la limpieza de sangre obligaba a cada espanol a participar en las fiestas religiosas para mostrar que era cristiano viejo y no inspirar sospechas de parte de la Inquisición. La frecuencia y la abundancia de las fiestas en el Siglo de Oro resultaban entonces de las normas sociales y de la mentalidad barroca; y además eran consecuencia de la historia espanola con respecto a la convivencia tricultural. Las fiestas expresaban la originalidad del reino hispánico en este siglo y la individualidad de la sociedad espanola. Ofrecián la posibilidad de identificarse como miembro solidario de la sociedad y de perseguir su deseo propio de una vida mejor.

[...]


[1] Marcelin Defourneaux. 1986, p. 152

[2] Brunel manifestó sus observaciones sobre la vida cultural en la Corte espanola en su libro "Voyage d`Espagne" de 1655.

[3] Antonio Francisco Junco Torres. 2002, pp. 77 s.

[4] John H. Elliot (ed.). 1991, p. 21.

[5] Klaus-Jörg Ruhl. 1998, pp. 117 s.

[6] Antonio Dominguez Ortiz. 1988, p. 285.

[7] Klaus-Jörg Ruhl. 1998, pp. 116 s.

[8] José Deleito y Pinuela...también se divierte el pueblo. 1988, p. 1.

[9] Günther Haensch, Paul Hartig (ed.). 1975, p. 54.

[10] José Deleito y Pinuela...también se divierte el pueblo. 1988, p. 10.

[11] Ib., p. 1.

12 Ib., p. 11.

[13] José N. Alcalá-Zamora. 1989, pp. 224 s.

14 Günther Haensch, Paul Hartig (ed.). 1975, p. 115.

[15] Antonio Dominguez Ortiz. 1988, p. 158.

16 Stanley G. Peyne. 1994, p. 171.

Final del extracto de 27 páginas

Detalles

Título
Las fiestas palaciegas y populares en el Siglo de Oro
Subtítulo
La cultura del ocio como espejo de la sociedad espanola y su historia
Universidad
University of Osnabrück
Curso
Seminar: Espana en el Siglo de Oro
Calificación
1,3
Autor
Año
2005
Páginas
27
No. de catálogo
V131309
ISBN (Ebook)
9783640414512
ISBN (Libro)
9783640413034
Tamaño de fichero
526 KB
Idioma
Español
Palabras clave
Siglo
Citar trabajo
Daniela Sechtig (Autor), 2005, Las fiestas palaciegas y populares en el Siglo de Oro, Múnich, GRIN Verlag, https://www.grin.com/document/131309

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